BOSQUE OESTE

De pronto, se abrió el portal nuevamente, dejando ver a Durza, cargando a dos pequeños cachorros, un macho y una hembra, la diferencia era mínima, los dos tenían el pelaje blanco y ojos azules, salvo que ambos hacían honor a sus respectivos padres, heredando el característico color de ambos. Los pequeños se retorcían sin cesar, apurados por bajarse.
El Sombra consintió sus exigencias, los dejó en el suelo. Entonces, ambos, como hipnotizados, miraron inquisitivamente a Kyrara, quedándose quietos por un largo rato.

La pelirroja los miró seria, como estudiándolos, sacando conclusiones-Hola-Exclamó agachándose, en cuclillas estirando una mano a los pequeños. Trataba de moverse con calma, con la intención de no asustarlos, esperó su respuesta mientras continuaba acosándolos con la mirada-Es más bonito que tu-Murmuró mirando a Durza unos segundos, referida a Johnatan claro.-Los felicito.

-Es una copia mía de cuando yo tenía su edad-Durza alzó la ceja.-Además, el es bonito, yo soy sensual querida mía. Aprende la diferencia
Clío, que era bastante tranquila, movió alegremente la cola y se limitó a seguir observándola. Johnathan, en cambio, saló y logró pescar un mechón de cabello rojo, el cual jaloneó un tanto hasta que su padre lo tomó.
-Deja, deja-Lo reprendió Durza frunciendo el ceño. Cuando al final el cachorro obedeció, el Sombra lo transformó en humano -debido a su edad no podía por sí mismo-. Era rubio, de ojos azules idénticos a los de su padre.

-Hola, Johnatan-Saludó acomodando su cabello, sin quitar su atención de Clío.-Qué bonita-La alagó sentándose en el suelo, cruzando sus piernas. Miró al niño con una amplia sonrisa, respondiendo con una mirada algo graciosa teniendo en cuenta la situación a Durza. Debía admitir muy profundamente que despertaban algo de celos en ella, aunque la fascinación que les tenía era mayor.

Hannibal imitó a Durza, cargó a Clío entre sus brazos y la transformó en humana: era como ver a un Hannibal, pequeño y del sexo femenino; ojos azul índigo y cabello marrón oscuro. A diferencia de Johnathan, ella se quedó expectante y observadora, mientras el chico seguía terco en los mechones de la chica.
Durza, con una sonrisa maliciosa formándose en el rostro, y, sin previo aviso, tomó rápidamente a Johnathan y se lo pasó a Kyrara.
-Toma, todo tuyo-Dijo sonriendo radiante.

Con poca idea Kyrara lo tomó en brazos, alejando su rostro lo más posible de las manos del niño. Separándolo también de su cuerpo, como si se tratara de tomar algo extraño y mantenerlo alejado de su ser, con las manos extendidas y cierta precaución en su mirada.
El aura que hasta ese momento se había mantenido calma pareció detonar un cambio brusco, casi como en respuesta al contacto físico entre la pelirroja y el pequeño rubio, siendo ignorado una vez más.
Kyrara miró a Durza con cara de sufrimiento, esperando que vuelva por su hijo o rogando instrucciones de como cargarlo.
Si, Kyrara había sido madre, pero jamás acostumbró a cargar a sus pequeños en forma humana, era más de "la vieja escuela" o sea, en forma lupina.

Durza, casi imperceptiblemente, gruñó al aura de una forma bastante agresiva, contraatacando con más energía. Como fuera, tomó a Johnathan de nuevo entre sus brazos, y como si nada hubiera pasado, sonrió al pequeño, que correspondió su gesto. Era hilarante observar aquella escena.
-Durza, es hora...-Dijo Hannibal con cara de pocos amigos-Será peligroso si quienes ya sabes se enteran cuál es el paradero de Clío y Johnathan. Lo siento, Ky.

Kyrara suspiró, resignada, dándole una última mirada a Clío, con una sonrisa amplia y cálida.-¡Qué pasará con ustedes?-Preguntó casi rogando una respuesta certera.

-No lo sé-Respondió Durza, demasiado apresurado.
Hannibal suspiró, besó a su hija en la mejilla y se despidió de ella. De nuevo, se abrió el portal y el Sombra se adentró, cerrándose.
-Durza tiene sus propios planes, no se cuáles son-Dijo Hannibal, suspirando-Yo tampoco se cual será mi destino, solamente se que tengo que cumplir con mi parte

El viento sopló con fuerza en el lugar haciendo que alguna de las cosas que levitaban se cayeran, no era un viento cualquiera, éste acarreaba con sigo un aura nueva, nunca antes sentida por la pequeña hija Jëylls. Era extremadamente liviana, volátil, se podría decir que completamente Blanca aunque no alcanzaba la blancura del aura que un Ángel despedía. Inundaba el lugar de paz, tranquilidad, armonía, se podía decir que hasta penetraba a cualquier completamente violento, sádico, peligroso y psicópata y lo transformaba, lo tranquilizaba. Sin duda alguna, era un nuevo Aura que tan solo una persona había sentido en Luna Azul, y que solo había sido desprendida tres veces {Esta es la cuarta} en tres milenos. El viento cálido que había soplado y acarreado el aura desapareció, dejando todo como antes, tal vez aquel viento y aquella aura habían distraído a la niña por ser poco usual en los territorios, y tal vez por ser la primera vez que lo sentía.

Sahym mantuvo los objetos levitando más allá de la ráfaga de viento que los desestabilizó. Con delicadeza y una precisión de artista dejó los objetos en el piso ocupando el exacto centímetro en el que estaban antes de levitarlos luego de sentir el aura que sin duda llamó su atención a pesar de su rostro inexpresivo, era sabido que la niña era al fin y al cabo bastante interesada en las cosas que desconocía. Sus ojos, azules como el mismísimo mar, se fueron hacia la dirección del aura esperando a ver quien era su portador. La niña emanaba toda la prudencia y la inexpresividad que podía poseer la estatua de una vieja dama, llena de sabiduría y sin embargo su rostro estaba tan lleno de prematura juventud e inmaculada belleza. La tan extraña combinación la volvía una niña hermosa pero...helada, como si el tiempo se hubiese detenido y a pesar de la tierna apariencia de cinco años se estuviese frente a un ser de milenios que intimida con su mera presencia y bajo su mirada uno se siente completamente despojado de toda protección, de toda confidencialidad....como si se estuviese expuesto, tan indefenso como un cachorro sin destetar y tan perdido como aguja en un pajar.

Por encima de los árboles se pudo presenciar movimiento, una sombra negra por coleto y, por demás, gigante. Un pequeño gruñido seguido de un tipo de ronroneo siguió segundo después de que la sombra pasara ¿que era? No se sabía exactamente, las copas de los árboles tapaban la mayor parte de la silueta, lo único que se podía tener en cuenta es que era una criatura extremadamente enorme, poderosa y temible.
No fue hasta después de un par de minutos que a lo lejos se hizo visible un portal del cual, si mirabas a través de él, podías ver todo el inmenso y basto universo, y de éste hizo presencia una joven mujer, a decir verdad muchacha ya que era un cuerpo de una adolescente de dieciocho/ diecinueve años, de muy pálida piel, negra/larga/brillante/pulcra y hermosa cabellera azabache y llamativos ojos celestes translucidos como el mar de las costas de Grecia. Una vez la muchacha paso a la dimensión de Luna Azul, el portal que había creado se cerro por completo a sus espaldas.

Vacío, tan vacío como la mismísima nada o incluso, carente de nada también. La niña sentía interés por lo que sucedía, lo observaba con detalle y lo analizaba en su mente otorgándole el, efímero, tiempo que requería para sentirse satisfecha lo cual ya era decir mucho. Sin embargo, el imperturbable blinde inexpresivo de la pequeña Jëylls seguía decorando su rostro como si nada de todo aquello le importara.

Camino por los alrededores mirando cada pequeño detalle que el lugar proporcionaba, hacia ya varios años no visitaba la dimensión de su amiga y la verdad era que había cambiado mucho. Se cruzo de brazos agarrando sus codos a la vez que caminaba y miraba sus alrededores, sintiendo las distintas auras que habían en el lugar.

La pequeña Jëylls seguía ocupando su lugar, sentada en una perfecta posición. No pasó mucho más tiempo hasta que decidió pararse y comenzar a caminar, luciendo ese paso que a pesar de su prematura edad era perfectamente correcto y grácil. Con ella comenzó el movimiento del aura que la envolvía. Aparentemente, la niña se disponía a regresar después de largas horas de estar en el bosque.

Nuevamente sintió aquella aura que tanto le hacía familiar, era obvio que la había sentido antes y conocía al dueño. Ladeo la cabeza en dirección al punto de concentración de donde emanaba el aura y quedo algo extrañada al ver que no se trataba de mismo ser. Enarco una ceja mirando como a pequeña se movía con tranquilidad por el lugar.

Sahym sintió los ojos de la mujer en ella aunque decidió ignorarlo puesto que no se había dicho palabra y finalmente salió de la vista de ella cuando los altos troncos de los árboles la cubrieron. La niña se fue del lugar, en busca de su hermano seguramente.

Siguió merodeando por el lugar al poco tiempo que a joven se fue de su campo visual, aunque aun la podía ubicar por el rastro de su aura. Suspiro < Cambio, y mucho>> pensó refiriéndose a las tierras de la manada.

Una presencia podía sentirse desde las copas de los árboles, estaba en un lugar desde el cual podría haber estado observando a la niña perfectamente...aunque su aura recién pudo ser captada ahora cuando ella ya se había marchado. Sin embargo, los ojos del hombre ahora seguían a la chica analizando tal vez que hacía con esa característica sonrisa ladeada en su rostro.

La joven de larga cabellera azabache seguía mirando a su alrededor, sintiendo aquellos ojos que la observaban a la vez de que bien sabía que alguien estaba allí en el lugar. Suspiro, aun paseaba, ta vez estaba tratando de perder el tiempo esperando a que ella llegara, o si no , también, estaba divagando viendo como estaba la dimensión de su amiga.

El hombre de rubia cabellera y negra vestimenta comenzó a dar pasos por las ramas, aún oculto por las frondosas copas y con un equilibrio sobrehumano, sus ojos sin abandonar los pasos de la Kolmainsus suponía que pronto llegaría la líder y eso significaba que él debería marcharse pues aún no era momento de cruzarse con su "querido" primo.

La joven mujer detuvo su paso justo cuando el muchacho estaba arriba de su cabeza. No hizo nada más que cerrar sus ojos a la vez que soltaba un suspiro.
<< ¿Tan aburrida es tu vida que es necesario seguir y espiar a los demás?>> le pregunto en su mente sin siquiera mostrar un atisbo de sorpresa.

- Posiblemente, aunque cabe aclarar que si estuviera espiando tu no sabrías que yo estoy aquí....llamémoslo mera observación...-sonó la joven y varonil voz del hombre. Dio un paso fuera de la rama, en el aire y allí la oscuridad lo consumió antes de aparecerlo en la superficie terrosa mientras seguía caminando como si nunca se hubiese detenido.

Se dio la vuelta en el momento que el muchacho toco tierra, clavando sus hermosos ojos claros en él. Se quedo quieta en el lugar mientras que él se acercaba a ella. No hubo modificaciones en su rostros, seguía igual : Serio y tranquilo, mientras que sus ojos desprendían paz y tranquilidad.
-¿Quien eres?-indago entonces con su armoniosa voz, tranquila.