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Mensaje por Tim Burton Jue 21 Jul - 19:05

Ni siquiera el fuego al centro del grupo producía tanto calor como lo hacían sus risas. Era un momento alegre para ambos clanes que al sentarse uno al lado del otro parecían ser uno sólo. Aunque los menores no lo habían entendido, el resto de los presentes rieron sin parar entre golpes de aire y algunos incluso con lágrimas brotando por una broma que había hecho Alexander Crisvector. Se suponía que debía contar una historia de su pasado que revelara una parte desconocida de él, pero había terminado en algo tan gracioso que nadie quedó libre de risas.
-Debimos suponer que su historia no iba enserio… - Habló Matthew cuando pudo calmarse para luego dar un sorbo a su trago aun sonriendo.
-Bien… regresemos al tema. – Isis acariciaba el cabello de Durza que estaba recostado y con su cabeza apoyada en las piernas de la chica. - ¿Qué tal tú, Folter? ¿Algo que contarnos?
El aludido seguía ahogado en su propia risa y ni siquiera pudo contestar con un simple no, todos volvieron a reír cuando lo vieron.
-Yo quiero escuchar algo del señor Gragas…  - dijo Durza con una voz perezosa y medio dormida. Entre susurros, el resto de los presentes apoyaron la idea, y todos se giraron hacia el enorme hombre para escuchar lo que tenía que decirles. Él sólo miró los ojos de los presentes y, sin otra salida visible, observó la fogata frente a él, se preparó para hablar de lo primero que le pasara por la mente… sonrió con suavidad y comenzó lentamente a relatar su historia.
-Puedo contarles algo de mi juventud…  - ante su comienzo, varios de los presentes hicieron faramalla, Gragas soltó una risa suave y continuó. – Cuando tenía cerca de los veinte años, por mi mente pasaba una sola idea… una imagen que pronto se volvería mi obsesión y más grande anhelo.  Pasaba los días y noches fantaseando con aquellas tierras inexploradas… las tierras de los Ursine. Quizá algunos de ustedes no los recuerden, les refrescaré la memoria. En el planeta Tiros, mundo en el que por mucho tiempo se resguardo el pueblo de los Crisvector, era en principio gobernada por una tribu prácticamente desconocida que se hacía llamar Ursine, sus habitantes tenían, según la leyenda, el cuerpo de colosales Osos Polares, dueños de unos dientes como de rayos y garras como el helado acero.  Eran criaturas increíblemente intimidantes con capacidad mentales nunca vistas en alguien más.- Su voz gruesa y encendida con emociones y aquellos ademanes con manos y rostro hacían de la historia algo aún más interesante de escuchar. Pronto todos habían guardado silencio para acompañar a Gragas en su historia. -  Todo Tiros sabía que los Ursine no eran criaturas con las que convenía tener disputas… muchos lugares de aquel mundo y de muchos otros, incluso, prohibieron con leyes severas visitar sus tierras tormentosas con el temor  de que su exploración fuera vista por ellos como una amenaza o un acto de espionaje, temerosos de que los Ursine los vieran como enemigos. Incluso se sabe que las aldeas más próximas a sus tierras castigaban mencionar su nombre.  Pero yo siempre fui curioso… quería saber que era aquello a lo que tanto temían en nuestras tierras. Recuerdo que cada tarde, poco antes de que el sol se ocultara, el valor ardía en mi pecho y en mis nervios corría la inquebrantable decisión de que por mí cuenta visitaría la tierra de los Ursine y conocería lo que causaba terror en tantos mundos. Al menos yo creía estar decidido… pero la verdad es que nunca logré terminar mi viaje… Mientras más lejos estaba de nuestro valle, el ambiente se volvía más pesado, un clima frío invadía mi cuerpo y no hubo tarde en la que no estuviera lloviendo fuertemente al entrar en el Bosque que separaba el territorio de los Osos del resto… y volvía a casa, cada noche, cuando la luna se asomaba y el miedo podía más que mi voluntad… me avergonzaba de mí mismo… pero la verdad es que no había mucho que pudiera hacer, cada noche era lo mismo y al día siguiente me prometía dejar la cobardía… pero me resultaba imposible una vez que me enfrentaba a los límites de la tribu Ursine… Cada noche… pasó algún tiempo hasta que una de las tantas tardes de falsa decisión me topé, justo antes de entrar al bosque lluvioso, con una joven de mi edad, una mujer rubia de cabello trenzado… y una armadura que antes no había visto… tenía en su espalda una larga y muy delgada espada, se veía valiente… era valiente. Ella me sonrió primero y se acercó a mí, se presentó como Saga, una Metamorfa de tierras Vikingas que había escuchado cuando niña la historia de los Ursine y que, de acuerdo con lo que me contaba tan excitada, la había impresionado tanto como a mí… me quedé hablando con ella por un tiempo que no noté pasar… recuerdo cada palabra…
Después de hablar, decidimos ir juntos a aquellas tierras desconocidas, aunque… como cada noche, el miedo se apoderó de mí poco a poco. Estoy seguro de que ella notó de inmediato mis nervios, pero no lo dijo, sólo sonreía y me dejaba atrás sin preguntar lo que yo pensaba… me incitaba con su seguridad a ser valiente, me ensañaba con su ejemplo a enfrentar el miedo y avanzar, sin decir una palabra me estaba invitando a hacer lo que había soñado y abandonar todo miedo. Me sentí protegido por un instante… y al lado de ella atravesé el bosque - Gragas hizo una pausa larga mientras sonreía al fuego y sus ojos se volvían más brillantes. – Después de conocer a los Ursine resultaron ser algo muy especial… criaturas tan fuertes como el cosmos y más sabios que la misma historia… nos contaron que en el bosque había en el aire algo que no permitía a nadie pasar… los… nos volvía cobardes cuando nuestro corazón no era lo suficientemente fuerte para conocerlos a ellos… Saga lo era… Saga era una guerrera valiente e inteligente… ella… ella logró hacer que yo también lo fuera… ella lo hizo todo por mí… - Gragas había dejado de hablar para la gente que lo miraba… hablaba solo… quizá con el fuego en la fogata o con su propio corazón, las llamas que bailaban en sus ojos formando entre figuras extrañas el rostro no sólo de sus esposa, sino de sus hijos… un recuerdo que llevaba a otro terminando en lo peor.
Incrédulos, los presentes veían como un hombre, quizá uno de los más fuertes que hubieran conocido, se volvía frágil con el recuerdo de su esposa. Nadie quería interrumpirlo, y a la vez nadie quería que siguiera con recuerdos dolorosos. Algunos aun no sabían la historia de su familia o por qué no estaban ahí… si quizá habían muerto…  pero no podían obligarlo a seguir con eso, no podían forzarlo a hablar de algo que le causaba tanto dolor…
Elise, quien estaba al lado de Gragas, miró preocupada a su hermana mayor, aunque Medan tampoco supo que hacer. Los ojos de ambas asomaron lágrimas al ver a alguien tan querido en una situación que nunca antes habían visto… Medan se aferró al brazo de Chaos, sentado a su lado.
Isis de inmediato giró hacía su hermano mayor y lo tomó de la mano mientras rogaba con los ojos que dijera cualquier cosa para distraerlo. Alexander lo pensó un instante antes de hablar.
-Y ahora vistes de vikingo… te queda bien. ¿Fue la primera vez que viste a los Ursine?
El hombre asintió con más de un mensaje para el joven. Agradecido por atreverse a cambiar el tema.
-Mi padre nos contaba historias del encuentro entre El Rugir del Trueno y la tribu de los Ursine…. – intentó seguir Isis, reconociendo la fama del vikingo.
-Mi tío también… - continuó Medan. – en los libros de historia de la dimensión de nuestro pueblo aparece muchas veces tu nombre… Eres una celebridad. – le sonrió.
El hombre logró sonreír… aunque sabía que pasaría muchas noches ahogado en el recuerdo de su esposa e hijos antes de volver a conciliar el sueño.
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Mensaje por Tim Burton Jue 21 Jul - 19:07

-Así ha estado toda la mañana… - Dice Bruno, con los brazos cruzados, mirando la tienda donde se encuentra Alexander.
-Desde antes de que saliera el sol… No estoy muy segura de que haya dormido. – Le cuenta ahora Medan.
Isis los escucha a ambos mientras mira hacia el suelo. Después de que Gragas hablara la noche anterior, ella había tenido que salir de emergencia por asuntos de EIEN. Recién llegaba a la Casona, y en pocos minutos debe salir de nuevo. Suspira.
-Veré que le ocurre…
-No tienes que…
-Descuida, tengo tiempo. – le contesta a Bruno con una media sonrisa, sus ojos tan cansados como siempre. Coloca su mano en el brazo del joven y lo presiona con un mensaje que ni ella misma comprende. Un simple gesto, tranquilidad, y comienza a caminar hacia su hermano mayor.
Al toparse con él, en la puerta de una vieja choza, y mirarlo de pies a cabeza, no le cabe la menor duda.
-Supongo que tu viaje no será precisamente a la Corte… - Le dice Isis mirando la bolsa de tela en la que Alexander comienza a guardar algunos objetos que ella no logra distinguir. Él la mira con los ojos bien abiertos. Ha olvidado por completo que hoy es la Corte de los 6 Grandes. – Claro… eso imaginé… - añade leyendo su mirada.
-Puedes ir tú… sabes que aquí no hay líder para representar al Clan…
-Quizá no para ti, Lex… pero el resto confía en ti.
-Isis… - Alexander pone sus manos en los hombros de su hermana y convierte su rostro juvenil en el de un cachorro tierno. Isis tuerce los ojos, es obvio que Alexander necesita el favor más que otra cosa.
-Alexander… - protesta con un suspiro. Ahora está segura de que no lo va a convencer. – No tienes que ir a buscar a los hijos de Gragas… No tienes idea de dónde comenzar…
-Sí la tengo… - dice deshaciendo su rostro infantil para convertirlo en, con ademanes exagerados, uno de galán triunfante. – Conozco a Gragas… y sé que sus hijos piensan como él… no será muy difícil. – Isis asiente con la cabeza, cierra lentamente sus bellísimos ojos y sonríe.
-Lo sé… sólo quería asegurarme de que lo dijeras para no olvidarlo en dos minutos…
Él la mira y le sonríe agradecido. Nunca dudó que contara con su apoyo, pero para él nunca está de más escucharlo. Ambos se abrazan como si fuera una despedida de siglos, con la fuerza de un trueno y el sentimiento de hermanos que los une.
-Y por cierto… Lex. Nadie te va a cubrir en la Corte… - Su hermano ríe en su oído aun abrazándola.
-Lo sé… tengo que irme. – Luego cambió su tono a uno más varonil y sarcástico. – Volveré con mi escudo… o sobre él. – Isis no puede evitar reír con un soplido nervioso. Confía en él, pero no rehúye con facilidad de la ansiedad que le causa tener tan lejos a su hermano. Aun así, intenta no profundizar en el sentimiento, y llena su cabeza con la imitación de su hermano.
-¿En serio a eso vas al mundo humano?
Ambos se dedican una última sonrisa, y el mayor asiente con la cabeza para despedirse justo antes de desplegar unas enormes alas de Fénix hechas de Fuego puro. Las llaman rugen y chillan, y de un segundo para otro, Alexander se encuentra en el cielo, volando a una velocidad tan impresionante que ya sólo la luz de sus intensas llamas es visible para Isis, quien suspira, y se da media vuelta.

--

Han pasado ya dos semanas desde que Alexander llegó a Tiros, el mundo donde por mucho tiempo vivió junto a su familia, buscando a los al rededores de las ruinas de su pueblo, en tribus y manadas desconocidas donde no siempre fue bienvenido… al menos en un principio. Comienza a pensar en sus hermanos, y no sólo en referencia a Isis y Cliff, si no en los Crisvector e incluso en los Setan. Piensa en Elena, en el tiempo que ha estado alejado de ellos que, aunque no es mucho, es pesado para alguien como él. Se sienta en la raíz de un enorme árbol, a las afueras de si siguiente objetivo. El bosque de Thingvellir, nombrado por los Vikingos de aquella dimensión. Mira el bosque a unos cien metros de él rodeado de enormes rocas y vestido con árboles que, a pesar del fuerte viento, no se mueven un centímetro.
Cansado por el viaje y la falta de sueño y comida, lo único que por ahora Alexander busca es distraerse con cualquier cosa. Mira al cielo, las nubes y el sol, a su alrededor, la madera y las hojas que le hacen sombra, y al fin encuentra algo que le ayude a calmar su ansiedad.
A pocos centímetros de él se encuentra una pequeña ardilla de pelaje claro y unos enormes ojos que incluso para ser un roedor no parecen normales.
-Hola, amigo… - Le saluda como si pudiera entender sus palabras, y más allá le alza una mano con dos dedos levantados en forma de saludo. La ardilla lo mira con su respiración agitada, y corre a un árbol tan rápido que Alexander casi se lo pierde. Sonríe. Lo hace como burlándose de él mismo, como echándose en cara que tiene que volver a su “misión”. Está a punto de ponerse de pie cuando siente algo en su pierna, y no se trata de otra si no la ardilla, que lleva una bellota que extiende a Alexander.
-¿Es para mí? – le pregunta tomando la nuez. – Eres muy amable… - Le dice acariciando su cabeza con cuidado. El roedor se sacude, y cuando el Fénix está por morder el regalo de la ardilla, un temblor lo sacude desde la espalda. El árbol comienza a moverse de manera brusca, y la impresión hace que Alexander se ponga de pie de un salto, mientras la ardilla con terror se oculta dentro de su camisa.
Sabe lo que está pasando. El bosque está llamando a su gente a que lo defienda del extraño.
No puede perder más tiempo. Se dirige al interior del bosque, sólo tiene que sobrevolar las rocas y estará ahí. Pero antes de que si quiera pueda acercarse, del otro lado de las piedras salta una figura que cae de pie frente a él, a poco más de 15 metros. El suelo tiembla cuando sus pies chocan contra él, Alexander se detiene de golpe y la mira atónito. La chica mueve la cabeza para que el cabello rubio deje de cubrirle el rostro. Su atuendo vikingo y la pintura roja en su rostro le dejan ver a Alexander que es la primera en contestar el llamado del Bosque, y ahora está en problemas.
-No puedes pisar este bosque, extranjero. Estás cometiendo un delito que no pasaré por alto. – Le dice con la voz fuerte y amenazante, pero sonríe. Como si lo estuviera disfrutando al máximo.
-No… no no, no soy una amenaza. Escucha yo… - Pero se interrumpe de golpe. Entrecierra los ojos para asegurarse de que lo que ve es real. Y cobra sentido. Su cuerpo alto y trabajado, los músculos atléticos y la vestimenta. Incluso si eso no lo convenciera, mira en sus ojos la respuesta. Tan azules como… - ¿Liska?
La aludida borra de inmediato su sonrisa, tensa sus puños y su mandíbula también.
-¿Quién eres, extraño? – Habla entre dientes.
-Soy Alexander… Soy un Crisvector.
La rubia abre grandes los ojos. Su mirada se vuelve salvaje y en las venas de su cuello se puede ver un grito ahogado. Pero su respuesta es diplomática… diplomática y sumamente iracunda.
En un instante alza su brazo derecho a su costado en un ángulo de 90 grados, y después de un destello que parece energía de un rojo intenso, aparece una enorme hacha que es incluso más alta que ella. El suelo vuelve a temblar con su presencia, pero esta vez lo acompañan nubes negras que comienzan a agruparse en el cielo sobre ellos. El viento sopla más fuerte, y el escenario no hace más que dar una pequeña muestra de la furia que siente la guerrera. Con una facilidad agobiante, toma el hacha con su brazo y lo alza como si fuera un trozo de algodón. Apunta con ella a Alexander y lo mira rabiosa.
-¡Pagarás por burlarte de mi nombre! - Le amenaza junto a un relámpago que agita el cuadro.
La ardilla asoma su cabeza de entre la camisa de Alexander, y ambos se miran con nervios. Sabe que intentar explicar justo ahora podría no ser una buena idea. Alza las manos como indicándole paz a la vikinga, pero sin dar tiempo a que abra de nuevo la boca para hablar, Liska da un salto que en menos de una milésima llega hasta él, con hacha en mano impulsada hacia atrás y una mirada que puede cortar el poco aire que logra pasar entre ellos.
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Mensaje por Tim Burton Jue 21 Jul - 19:07

El fuego, los gritos, los huesos y la sangre inundan los oídos de los tres. Gragas está lejos, en su propia batalla, y ahora es turno de Saga cuidar a sus hijos. Thorlak, el mayor, la sigue en su carrera para huir de los EIEN que exterminan sin piedad a su gente. El niño fuerza sus cortas piernas de diez años sin mucho esfuerzo, pero la niña que lo toma de la mano, Liska, es más pequeña y sus pies son más lentos. Para cuando han entrado al bosque, el suelo ya se ha vuelto una pista de obstáculos imposible de cumplir para la pequeña niña, y Saga se ve obligada a dejar parte de los suministros que ha rescatado para llevarla en brazos a ella. Los árboles detrás de la mujer vikinga cierran el paso, como protegiendo a la familia de su amada Saga de aquellos cazadores y asesinos por si se les ocurriese perseguirla… y no si no hasta después de algunos minutos de correr sin descanso, que Saga se percata de que efectivamente están siendo perseguidos. El paso de los sigilosos asesinos es mucho más rápido que el de la madre y sus pequeños. No necesita razonarlo demasiado para tomar una decisión.
Se detiene de golpe, con la mirada perdida en melancolía, y su hijo se detiene con ella.
-Mamá… hay que irnos… - le dice. La niña ha comenzado a llorar.
-Thor. Hijo. – Le habla con una sonrisa y bastantes lágrimas. – Cuida mucho a tu hermana… - Thorlak la mira boquiabierto. Es demasiado listo para su edad, y sabe lo que está tratando de decirle. – Sigan al norte. No falta mucho para que se encuentren con el bosque de Thingvellir. Los Vikingos no les harán daño… díganles que son hijos de Gragas y Saga y cuidarán bien de ustedes… - Mientras habla no puede evitar sollozar, pero sabe que es la única forma de salvar a sus hijos.
-Mamá… no. Pelea con ellos… tú puedes matarlos… - La desesperación del niño lo hace jadear y llegar casi a los gritos. Saga debe mantenerse serena, o sabrán que ellos también están ahí.
-Thor… si peleo sabrán que estoy cubriendo a alguien detrás de mí… y seguirán buscando. Los pondré en peligro.
-Mamá… - La pequeña sigue llorando y sosteniendo la mano de su hermano mayor.
-Mis niños… - Los abraza tan fuerte que por un momento cree haberlos lastimado, pero la fuerza que han heredado los protege incluso de la fuerza que puede proyectar el amor materno en una despedida. Los besa en la mejilla, en la frente, en la nariz y en las manos. Desea que su último beso sea perfecto, y no se convence de que así sea por más amor que exprese en ellos. Pero se acaba su oportunidad. – Corran… aún pueden salvarse. Sé que lo harán… - Les dice. Y al notar que ninguno quiere, o puede, moverse de su lugar, los empuja y cuelga del hombro del niño la bolsa con alimentos que le queda. Los hijos de Gragas se toman de la mano. Miran hacia atrás. Su madre sigue en el suelo, y en el brillo húmedo de sus ojos se nota que quiere mirarlos una vez más, pero dirigir su mirada a sus hijos, significaría decirle a los dos asesinos frente a ella que hay alguien más ahí. No lucha. No grita y no puede llorar. El corazón de Thorlak palpita lento y fuerte, y mientras se aleja corriendo con Liska a su lado, no despega la mirada de su madre… hasta que la ve caer al suelo.

--

Ríen sin parar. Los hermanos Crisvector son amantes de la guerra y la batalla, y su honor es famoso por todo el pueblo Vikingo. Su valentía y habilidad los ponen en un puesto tan alto, que ni siquiera el rey cuenta con tanto apoyo como ellos. La guerra con los Reuros, las criaturas de hielo, no ha durado ni 20 minutos, y los Crisvector por sí solos ya están a punto de terminarla. Thorlak mira a su hermana mientras le lanza un hacha corta. A sus 20 años el rostro de Thor se ha vuelto apuesto, y para Liska no es sorpresa que las jóvenes del pueblo hablen tanto de él. Ella también se ha vuelto hermosa, pero lo que más llama la atención es la sincronía y la tremenda armonía con la que los hermanos pelean lado a lado. Liska toma el hacha y golpea a un Reuro en el pecho. Tira del arma y arrancon con ella hueso y sangre. La arroja con fuerza contra otro enemigo a espaldas de Thorlak, y éste, casi por impulso, se gira para tomarla antes de que el cuerpo caiga al suelo. Al concluir su giro, golpea con el filo del hacha la mejilla de otra criatura. Thor es famoso por sus dos hachas cortas que utiliza con gran maestría, y Liska no se queda atrás. Invoca su enorme hacha y gira sobre sus talones como un remolino, destrozando los cuerpos de los enemigos a su alrededor, y baña el suelo con sus órganos y miembros. Del hacha sale una energía rojiza que le da impulso, y los giros no paran hasta que ha partido el cuerpo de todos a su alrededor.
Los Vikingos miran como si fuera una función a sus dos mejores guerreros, rodeando el campo de batalla, riendo y disfrutando del espectáculo.
Thorlak usa las hachas como si formaran parte de sus brazos. Las gira en sus manos, las lanza y las recupera de inmediato, como si estas obedecieran su mente y después de impactar con dos o tres cuerpos, regresan a su mano. La electricidad corre por ellas, y es tan fuere el impacto que al lanzar una de ellas, atraviesa el cráneo de 5 criaturas que intentaban escapar.
-Si sabes contar, notarás que he matado más que tú, hermanita. – le dice de los más tranquilo con una sonrisa victoriosa, mientras alza el brazo a la altura de su hombro, y en la mano abierta se acomoda su hacha que volaba hasta él de nuevo.
-¿Estás bromeando? Tus hachitas no son rival para mí y mi preciosa. – Le contesta con sangre en el rostro y relamiendo sus dientes, retadora.
-Bien… - enarca las cejas y apunta en una dirección. Aún queda un enemigo… uno mucho mayor. – El que mate al gigante se queda con la victoria. – Le dice. Ella lo mira de pues a cabeza y alza las cejas intrigada.
-Acepto… - le dice, y ambos saltan al mismo tiempo contra el gigante.
Sin mucho esfuerzo, la menor corta por completo la pierna izquierda del gigante, y no exactamente con su hacha. Antes de que Thorlak llegara a él, Liska había tirado un golpe con su hacha, y la energía carmesí que emanaba de ella había salido disparada, tan filosa como la misma hacha, en dirección al gigante, cortando la pierna y estrellándose en el suelo levantando polvo y piedras en una pequeña explosión. Ella sonríe triunfal, pero con otra mirada su hermano le indica que aun no ha ganado. Thorlak salta a gran altura, brincando por completo sobre la cabeza del gigante que se hinca sobre su única pierna. El Crisvector entierra sus hachas en los omóplatos del gigante, y se impulsa hacia abajo tirando de sus armas para desgarrar la piel y el músculo de la espalda del gigante, que suelta un rugido que incluso logra disparar el viento a todas direcciones. Pero Thorlak ríe mientras invoca un trueno poderoso que da de lleno en el cráneo del gigante. La sangre azul cae sobre el joven, anunciando su victoria, y su hermana no puede más que reír ante el grito excitado de victoria de los guerreros a su alrededor.

--

Liska ha dejado la celebración con vino atrás, y ha subido a su alcoba a solas. Y aunque ya lo esperaba, como era lógico, se sorprende de ver a su hermano entrar después de ella.
-Hola…
-Hola, Thor.
-No te veías muy celebrativa… - dice con media sonrisa.
-No. La verdad es que no.
-¿Pasa algo?
Ella lo mira melancólica. No sabe si responder, pero es su hermano, el único que ser que ama, respeta y confía tanto que podría decirle cualquier cosa, y la duda se disipa.
-¿Sabes lo difícil que es? ¿Que todos los hombres te miren como un guerrero más mientras lo que tú quieres es que un hombre… aunque sea uno, se fije en ti de otra manera…?
Sus ojos imitan los de ella, no sólo en el intenso azul que les dejara su padre, si no en la tristeza que estos reflejan.
-Liska… - se acerca a ella y la abraza sin esperar respuesta de la chica, pero recibiéndola. – Eres hermosa… y muy pronto alguien se dará cuenta que no hay mujer en todo el pueblo que valga la pena tanto como tú… eres fuerte, valiente y bella. Como mamá.
Liska sonríe ante lo último.
-Eso espero, Thor… Gracias.
Ambos deciden ahogar sus lágrimas. Ahora no es momento de tristezas, si no de celebrar.

--

-Acepto… ¡Acepto! – le grita. Liska abraza a su ahora prometido, un joven que conociera en batalla un año atrás. Ninguno de los dos había dado permiso al tiempo de dar ni un segundo cuando ya ambos se habían enamorado.
-Me haces tan feliz… Liska…
Ambos se abrazan en medio de los aplausos de una multitud rebozante. Sus sonrisas no dan lugar a hipocresías. Todo el pueblo es feliz. Su niña preciada… Liska, hija de Gragas, su reina… ah aceptado casarse.
-Hoy no sólo el pueblo celebra… si no el mundo entero. – Thorlak se acerca a ella con los brazos extendidos. Liska no espera y corre a abrazarlo tan fuerte que algunas memorias tristes llegan a ambos por puro reflejo, pero la felicidad de sus corazones es tal que no lo notan, y chocan en sus pechos alegres. – Felicidades, hermanita… mereces ser feliz…
-Oh Thor… lo soy… Tenías razón, hermano… No tienes idea de cuánto te amo por todo lo que has hecho por mí…
-Yo también te amo, pequeña… nunca lo olvides.

--

La lágrima de Liska resbala por su mejilla. Va llena de ira, de odio y de una depresión enorme. La oscuridad de lanoche no puede cubrir el fuego en su alma que exige venganza.
El río se lleva, como todo funeral vikingo, el cuerpo de su amado hermano. Un arquero prepara su flecha, pero con brusquedad y dolor, Liska avanza hasta él y le arrebata el arco. Nadie dice nada. Comprenden su dolor, pues ellos mismos lloran mares por su rey.
Hay tanto que hubiera deseado compartir con él. Su corazón destrozado tensa sus músculos en todo el cuerpo, y con su mano parte el arco sin darse cuenta. Retiene sus lágrimas tanto como puede, pero las fuerzas le fallan y cae sobre sus rodillas con un desgarrador grito que hace temblar a todos los presentes. Una mujer intenta ayudarla, pero la reina está inconsolable. Su prometido llega para cubrirla con sus brazos y quedarse ahí… con ella.
Otro arquero prepara su flecha, y el fuego comienza a consumir la barca. Liska ha perdido el control esta noche. Y el silencio de su corazón es tan profundo, que todo el pueblo se entera… quienquiera que haya envenenado a su hermano… sufrirá la venganza de la Reina Vikinga, el Hacha del Norte.

--

Sólo faltan dos días para la boda de Liska, y espera tranquila en su trono, al lado de su futuro esposo, a que uno de sus guerreros llegué a darle un anuncio que, según el mensajero, era urgente. No ha tenido el tiempo de duelo suficiente… al menos no el que ella quisiera, pero como la guerrera que es, intenta al máximo dominar su depresión y su coraje. Sostiene la mano del único hombre por el que le queda amor, y ambos esperan pacientes.
Después de un tiempo, las puertas del salón se abren con fuerza y estrépito, y entra con el rostro pálido y un sudor frío el guerrero al que había estado esperando. Se quita su casco agacha la mirada ante Liska, ella se pone de pie al notar lo ajetreado que está. Se apresura a caminar hasta él para ayudarlo, pero él se avergüenza.
-Señora Liska… yo… - Cuando el hombre se da cuenta de que no están solos, guarda silencio. – Señora… preferiría hablar con usted en privado…
-Habla. – Dice el hombre aun sentado con voz alta y fuerte. – No tenemos nada que ocultarnos.
-Hable, señor… No hay nada que él no deba saber tanto como yo. – Le dice Liska mirándolo a los ojos.
-Señora… yo… yo… - El hombre se arma de valor cuando el resentimiento que aquella noche sufriera vuelve a su mente y corazón, y con odio en su dedo, señala al prometido de Liska. – Él es quien asesinó a su hermano.
Liska retrocede unos pasos. El hombre se pone de pie con ira en los ojos y la vena de la frente marcada.
-¡Es un insulto!
-Señora… ese hombre intentó ser dueño de estas tierras desde que la conoció… y gracias a nuestros guerreros… - dice ahora mirando al traidor. – no queda en su familia ninguna lengua viva ponzoñosa y mentirosa que pueda apoyarlo… Lamento mucho haber tardado tanto en descubrirlo… Señora.
Liska se gira para ver a su prometido. Ella con lágrimas de ira. Él con lágrimas de miedo. Se acerca a él de nuevo. Observa sus ojos y sus labios, buscando… deseando que sea mentra. Pero cuando se da cuenta de que no lo es… su rostro le repugna.
Lo toma del escudo en su pecho, lo empuja un centímetro para tomar impulso, y tira de él con una fuerza que sólo había sido vista en Gragas algunas vez. Hace que la nariz del hombre impacte con brutalidad contra su cabeza rubia, sus nudillos son blancos de lo fuerte que aprieta la pechera del hombre, y pronto el suelo se llena de sangre cuando todo un charco sale de su nariz. El grito que se escuacha hace retroceder al soldado mensajero.
Sin soltarlo del pecho, Liska lo alza en los aires como si fuera el objeto más liviano en la tierra, y lo azota contra el suelo con una fuerza que agrieta el mármol y arroja ondas expansivas en todas direcciones. El hombre pierde el aire, y sus pulmones dejan de tirar del oxígeno que necesita.
Ella enreda sus dedos en el cabello del hombre, y como si fuera un disco, comienza a dar vueltas sobre sus talones hasta que tiene el impulso suficiente para arrojarlo con un grito aterrador. El hombre se parte las costillas contra una columna bañada en plata y la parte mientras él cae escandalosamente sin poder amortiguar el golpe. Intenta arrastrarse, quiere escapar. Pero Liska salta hasta él y lo detiene apretando su tobillo. Rodea con su mano el pie del asesino,, y como si fuera un látigo lo alza en el aire y lo vuelve a azotar en el suelo. El mármol se alza y pedazos del suelo vuelan por el salón.
El hombre queda en el suelo, Liska eleva su brazo para que aparezca su famosa hacha, y la toma para alzarla como si fuera nada. Apunta al rostro de su ex prometido y la ira en sus ojos, en sus lágrimas y en sus dientes apretados, se multiplica en sus palabras.
-¡No quiero volver a verte nunca! ¡Si escucho una palabra de ti o tu nombre, te buscaré hasta matarte! ¡¡LARGO!!
El escalofrío que recorrió el cuerpo del hombre lo hizo ponerse de pie sin importarle las costillas rotas o los órganos perforados que dolían como mil infiernos. Ella le da la espalda y se dispone a salir del salón, pero el hombre tiene la peor de las ideas cuando le habla.
-Liska… - tose el poco aire que le queda y mucha más sangre de la que debería. – Lo que le hice a Thorlak fue…
Y no tuvo tiempo de más. En cuanto se atrevió a mencionar su nombre, Liska abrió su mano y extendió el brazo, pero esta vez no llamó su hacha.
Desde la puerta abierta entró volando un hacha pequeña que despedía electricidad con violencia. Antes de que se acomodara en su mano como solía hacerlo en la de Thorlak, Liska ya estaba girando su cuerpo, dejando la mano a sus espaldas. Todo parecía ir en cámara lenta. Apenas el mango del hacha tocó su palma, ella cerró la mano con una fuerza indescriptible. Y con el impulso de su giro, tajó el aire con el hacha hasta llegar a la quijada del asesino, y antes de que el hacha partiera su cráneo por sí sola, un trueno cayó del cielo atravesando el techo y uniéndose con el hacha, con la boca suelta del hombre como punto de encuentro. La sangre se evaporó antes de manchar con su inmundicia el rostro de Liska, y sólo el cuerpo quedó de pie un segundo más, antes de caer decapitado frente a ella.

--

El suelo está herido. Incluso los árboles del bosque han sido cortados por la energía Zero del hacha de Liska. Se puede ver claramente que en el lugar ha habido una pelea tremenda, pero la verdad es que Alexander sólo se defendía, jamás atacó a la vikinga.
Y fueron esas acciones las que hicieron que Liska se detuviera, no sin antes haber causado daños por todo el lugar. Pero ahora estaban sentados, Alexander, Liska y la ardilla. Él escuchaba su historia, sin saber si fascinarse, lamentarlo o felicitarla. Sin duda ella se dolía en cada palabra, pero a la vez se le veía contenta, y no precisamente por su historia.
-Entonces… ¿Mi padre está vivo? – Su rostro parece iluminarse.
-Y no sólo él… estamos muchos otros… estoy seguro de que te recibirán con los brazos abiertos… en especial tu padre.
-Alexander… te agradezco tanto que hayas decidido buscarme… siempre estaré en deuda… no tenía ni idea que habían más sobrevivientes…
-No me agradezcas… - Alexander se pone de pie y le extiende una mano fraternal a Liska. –Vamos… creo que ya tiene ganas de verte…
Ella lo mira con ojos emotivos y alegres. Acepta su mano y se pone de pie, lista para volver a ver a su familia. La ardilla se para en el hombro del joven, y él sonríe.
-Y por cierto… llámame Lex.
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