Hannibal Lecter Setan vs. Isis Crisvector

En el nuevo mundo, Isis, hasta entonces sin heridas, comenzó a dar señales de lo que sucedía con su cuerpo real. Las venas en su cuello se engrosaron y volvieron púrpuras por el veneno que llevaban, las heridas se formaban en su rostro y vientre y su cabello se alborotaba y caía. Pero jamás abandonó su sonrisa y quietud.  
-Abre los ojos, doctor. – El sistema nervioso de Hannibal había sido usurpado por la pelirroja, por ende, ella podía manejarlo ahora. Obligó al híbrido a abrir sus ojos. – Esto no es (Tú ves lo que) una ilusión, Hannibal. (quieres ver, doctor) Esto es tu (¿Los conoces?) nueva realidad que te he otorgado… (Esto no es una ilusión, Hannibal) [¿Los conoces?] Es tu Nuevo mundo (Mundo) [Realidad que te he otorgado] (Esto no es una ilusión) Hannibal. Esto es tu nueva Realidad. – La voz de Isis sonó como un eco que provenía de todas partes, inundando la mente de Hannibal con palabras casi ininteligibles que resonaban al mismo tiempo. De pronto, detrás de Isis aparecieron dos figuras pequeñas. A su izquierda estaba un niño demasiado delgado de cabello rojo y con ojeras demasiado marcadas en sus ojos que ahora eran de un negro escalofriante. A su derecha, una pequeña niña de mirada que sería sumamente tierna si no fuera por aquellos ojos espectralmente negros en su totalidad. Movían las bocas con movimientos violentos y veloces, como imágenes distorsionadas terroríficas, pero no proferían sonido alguno. Los dos pares de ojos comenzaron a sangrar a chorros. - ¿Los conoces, Hannibal?
En el mundo real, Isis comenzaba a marearse por los ataques, su mente ágil le permitía evitar o cubrirse de algunos, pero su concentración estaba mayormente en Hannibal. No podía darle libertad ni por un segundo. Después de todo, aquella era una batalla mental, la mejor que ella hubiera tenido en su vida. El dolor era insoportable, pero ignorarlo fue su única opción mientras, dentro de una segunda realidad, absorbía la vitalidad de Hannibal. Si bien no era mucho debido a las heridas que ella estaba sufriendo por el manto de oscuridad, era su única salida, robar de Hannibal las fuerzas físicas para mantenerla con vida, e intentar destruir su mente.

Si bien Hannibal resistió por unos cuantos segundos, al fin no pudo más y abrió los ojos, sus pupilas se contrajeron después de tanto tiempo de haber estado sumidas en tinieblas, acostumbrándose a la luz. El híbrido sonrió a medias, viendo a las dos figuras. 
-Los conozco, sí. Mi pequeño Cliff y mi hermosa Kelila-Bufó, sin moverse. Su sonrisa se ensanchó, si bien le había resultado terriblemente perturbador el observar a dos de las personas más importantes para él en ese estado, con los horribles ojos negros y sangrantes, eso le dio una pizca de luz: Gracias a esto se dio cuenta que no eran reales. Sin embargo no pudo hacer mucho con esa información, sus oídos se habían llenado de pronto de susurros incomprensibles pero él intentó no darle importancia, al fin y al cabo estaba más que acostumbrado a escucharlas, sobre todo cuando Minos le hablaba en tiempos pasados con el único propósito de molestarle. Aún así no dejaban de ser irritantes. Algo se removió en él y el híbrido cerró los ojos nuevamente, con un nuevo objetivo en claro que distaba mucho de no prestarle atención a la alucinación creada por Isis.
Hannibal trató por todos los medios de concentrarse de nuevo en su ataque físico, la capa de oscuridad seguía haciendo lo suyo en la realidad.

No estaba funcionando. Hannibal era muy fuerte mentalmente, y la chica lo sabía. Intentaría una cosa más antes de concluir su técnica. El cuerpo de Cliff comenzó a retorcerse hasta tomar un cuerpo nuevo: Salvatore Finnegan. Por su parte, Clío se revolcó en su vientre hasta convertirse en Clarice Starling. La imagen de Isis desapareció, y dejó a Hannibal con la incapacidad de cerrar sus ojos de nuevo, y lo obligo a observar las memorias de la Guerra del Clan Messer. Clarice lloraba, y muda movía sus labios, como si gritara, como si le suplicara a Hannibal.
-La nueva realidad que te he otorgado. – le repitió. Dejó de absorber su energía vital cuando se dio cuenta de que algo andaba mal en él. Imagino todas las posibilidades… ¿Sería acaso…?
Abandonando a Hannibal con sus recuerdos, Isis se dedicó a sanar sus heridas poco a poco con sus habilidades regenrativas. Esperó a ver qué hacía el híbrido. ¿Cuántos trucos más podría tener? Se concentró ahora en esquivar los ataques de la oscuridad, mientras se recuperaba poco a poco de sus estragos y dolores. Tenía que encontrar la forma de salir de ahí.

-Clarice-La alucinación funcionó a la perfección. 
El híbrido reaccionó violentamente al ver a su más grande amor ahí, sufriendo, sintiéndose tan impotente como cuando no pudo salvarla. Oleadas de emociones lo invadieron de pronto, tan fuertes, tan chocantes que hicieron mella inclusive fuera de la alucinación, donde la oscuridad al rededor de Isis se tornó más y más violenta, menos organizada como hacía apenas unos segundos. Los ataques ya no tenían sincronía ni ritmo alguno, eran erráticos, golpeaban donde fuera sin importar que acertaran en su objetivo. Se comportaban instintivamente y sin control alguno, reflejo del sentir de su amo.
El híbrido apretó los dientes y los ojos se le humedecieron casi de inmediato, aún viendo sin poder hacer nada a Clarice, paralizado, inmóvil. De nuevo la misma cosa se removió dentro de él, un latido, una conciencia... Había intentado controlarlo por tanto tiempo y sin embargo en ese preciso momento era totalmente inútil. Tembló ligeramente y con un enorme esfuerzo, una mano suya empezó a moverse con lentitud desesperante pero voluntad inquebrantable. Hannibal apretó los párpados y pequeñas lágrimas bajaron por sus mejillas. Su cuerpo empezó a moverse con el mismo paso que la mano, lento pero seguro. Sentía como sus ataduras cedían lentamente y algo lo llenaba por completo. 
La alucinación de Clarice había sido una maldición por completo, tanto para Isis por lo que acontecería pronto como para Hannibal, quien simplemente dejó de controlarse a si mismo para cederle el puesto mansamente a su más grande enemigo... La Sombra de su ira se hizo presente cuando el híbrido abrió los ojos bruscamente y un resplandor dorado fluorecente y antinatural destelló de estos. La bestia rugió, ya completamente erguida.

Sí… lo que esperaba. Si bien no se trataba completamente de él, Minos ya había hecho su aparición. Las posibilidades de victoria para Isis redujeron drásticamente, o lo habrían hecho si no lo hubiera planeado así. La mente de Hannibal estaba dividida, los ataques mentales habían logrado su cometido. Desgraciadamente, ahora la pelea sería más física, y ella no estaba en el mejor de los estados, pero muchas veces la estrategia es suficiente para matar al músculo.
Creó a su alrededor un campo de fuerza para protegerse de los ataques de la oscuridad. Prendió fuego a todo a su alrededor, y las Llamas Blancas la liberaron de la prisión que tanto daño le causara. El Perceptio no sostendría a su oponente por mucho tiempo. Hasta entonces, su única opción era acelerar la sanación de sus heridas. Todo estaba listo.
Colocó las palmas de sus manos, con el brazo izquierdo aun gravemente herido, en la superficie rocosa, y el subsuelo se estremeció al contacto. Toda masa rocosa en el lugar se prendió en una luz naranja que las hizo arder. Las rocas estaban al rojo vivo, sólo le faltaba una cosa; súbitamente, todo el lugar se sofocó en vapor hirviente, y de un segundo para otro, todo lo visible, desde el suelo hasta el cielo, fue reemplazado por lava ardiente cuando la superficie del suelo colapsó. La lava del volcán subterránea ardió e inundó todo el campo de batalla en una poderosa explosión que la hizo salir expulsada del fondo del volcán.

La bestia rugió nuevamente, y con un crujido antinatural seis poderosas alas aparecieron en su espalda. Eran enormes, negras, de plumas toscas y erizadas, dándole un aire aún más macabro a la Sombra de lo que alguna vez fue Lecter. 
El monstruo colisionó sus puños y una extraña onda expansiva se propagó por el lugar, y, de inmediato, todo el paisaje se empezó a partir como si se tratara de hielo o un espejo. Había roto la ilusión. 
Una vez en el mundo real, Hannibal -o lo que quedaba de él- se percató de la precaria situación en la que se encontraba debido al suelo de lava, entonces, de un salto, se colocó de cuclillas y golpeó poderosamente el piso incendiado, provocando así que de sus nudillos saliera un espeso vapor que era más como la niebla que anteriormente había rodeado a la chica. Este se esparció rápidamente por todo el campo de batalla, dejándolo sumido en una negrura impresionante, donde era casi imposible ver. Al mismo tiempo, la capa que había cubierto el suelo amortiguaba levemente el ardor de la lava. 
De la oscuridad aparecieron decenas de entes negros, con los ojos tan dorados y espectrales como quien los convocaba.
El monstruo desplegó sus inmensas alas y despegó, y a la par todas las criaturas que lo obedecían se movieron hacia innumerables lados, como si siguieran órdenes o tuvieran un patrón establecido. Lo único distinguible en las tinieblas eran las llamas blancas y las decenas de ojos dorados. 
Se hizo el silencio.

Debía mantener la calma, en especial enfrentándose a Minos. Todo el tiempo pudo ver claramente lo que sucedía, es imposible engañar sus ojos incluso con el Ojo Blanco dormido, pero aun así debía deshacerse de tanta niebla para cumplir con su técnica en estado de perfección. Alzó sus manos, con el brazo izquierdo casi completamente sanado ya, y una esfera arremolinada, más bien una espiral de viento comenzó a girar sobra su cabeza, aumentando su tamaño a cada segundo y aspirando como un remolino toda la oscuridad, hasta que el suelo se vio limpio y recubierto por la lava ardiente una vez más.
Con un gran esfuerzo de su parte, la pelirroja dividió la espiral de viento en esferas más pequeñas, bajando de prisa sus manos hasta casi golpear el suelo y deteniéndose de súbito, como ordenando a las esferas redirigir su camino, y así hicieron, moviéndose cada una de ellas en carrera hacía las criaturas de ojos dorados que le acechaban.

Mientras las criaturas se encargaban de esquivar y luchar contra Isis, el demonio apareció súbitamente de la nada, materializándose tras la mujer en cuestión. Embistió contra ella con las garras de energía negra bien abiertas, con un halo de oscuridad cubriéndolo en su totalidad, lo que claramente le aumentaba su velocidad y fuerza. Más y más oscuridad apareció de la nada, si bien no era tan abundante y densa como la primera vez, si era de considerarse.
Entonces todas las criaturas se volvieron hacia la chica y corrieron hacia ella, siendo seguidos por las esferas creadas por la misma. Hannibal arremetió sin control contra la chica y lo mismo hizo toda su oscuridad, atacando de forma desorganizada y furiosa, golpeando y... mordiendo. El sabor de la sangre deleitó al demonio quien degustó con morboso placer, después de años sin alimentarse. Ahora era más que obvio que Minos era de clase nada más y nada menos que Ráksasa. 
Era obvio que le importaba poco o nada que las esferas creadas por Isis lo estuvieran atacando, y que la temperatura y el suelo estuvieran ardientes y quemándole la piel poco a poco. El demonio solo se concentraba en su único objetivo: Saciar su ira.

Se acababan las salidas de emergencia. Su poder, su vitalidad y sus posibilidades caían precipitados más bajo de lo que llegaban los ríos de su propia sangre, saliendo a chorros de sus heridas. Por más que no quisiera, debía admitir que al menos por ahora sus ataques estaban siendo inútiles. Tenía que encontrar la forma de cambiar eso.
A pesar del hilo de sangre que salía de sus labios, sonrió.
Quizá después de tanto tiempo había llegado de nuevo la hora de usarlo. Recordó por un momento la batalla contra su padre… estaba decidida.
Si era lo que Minos quería o lo que Hannibal había planeado, ella no lo sabía. Pero no era momento de arruinar estrategias. Con los golpes y mordidas de su enemigo aun arañando hasta su alma, la pelirroja corrigió so postura, ignorando de forma increíble y maravillosa el dolor, y su figura recobró la perfección y la belleza por un instante. Unió sus manos en un puño, alzando sólo el dedo índice de su mano izquierda y conjuró:
-¡Ojo Blanco!
De un segundo a otro, el suelo bajo sus pies se agrietó y hundió medio metro. Las ondas expansivas empujaron a Minos varios metros, negándole las embestidas, y barrieron de la tierra aquellas criaturas tan ágiles. Sus ojos se volvieron completamente blancos, eran Ojos verdaderamente Divinos, y las venas alrededor de ellos se volvieron gruesas y exaltadas. Aun las criaturas a kilómetros de ahí podrían llegar a sentir la nueva corriente de poder fluir. El viento se agitó con violencia y la tierra comenzó a temblar con el despertar de sus Ojos. Y de pronto desapareció junto al torrente de viento.
Sin dar tiempo a reacciones, tanto la hermosa pelirroja como la violencia del ambiente aparecieron, ella al frente de Minos. Sólo golpeó una vez con el tronco de su mano abierta justo en su nariz, sintiendo como se hendía la fisura del puente, y una detonación de ondas se dispersó a partir de la colisión. Todo a sus ojos parecía en cámara lenta, y se dio tiempo de reaparecer justo encima de él, volteada de cabeza, para dar de lleno en el vertex de su cráneo, gozando del sonido áspero del tronar de sus suturas en la corona. Las ondas se expandieron por todo el cuerpo de Hannibal, llegando al suelo para dispersarse todo alrededor. Pero eso no era suficiente. Hizo incontables apariciones por todos los ángulos de híbrido, golpeando su columna, sus piernas, su pecho y sus costillas, una y otra vez en el mismo punto exacto y con una potencia tan grande, que el sonar de los encuentros de sus golpes bien podrían opacar el rugir de los truenos en una tormenta. Las ondas corrían por todos lados, disparadas en una danza sin coordinación hacia la nada. Antes de darle espacio a responder, Isis golpeó una vez más el pecho de Hannibal, pero esta vez no con su palma, sino con los nudillos de sus dedos índice y medio, bloqueando el flujo de energía que pasaba por ese punto preciso con intención de entorpecer el uso de sus poderes, y empujándolo lejos de ella. Ahora podía ver su interior claramente.

El híbrido apenas tuvo tiempo de reaccionar, cuando de pronto ya se había visto atacado por la más grandiosa técnica de los Crisvector.
Sería una gran mentira el decir que la técnica no lo tomó por sorpresa, no, por el contrario, Minos supo que se estaba metiendo en muy grandes problemas cuando apenas pudo visualizar a Isis yendo directo hacia él. No pudo hacer nada, el dolor en la nariz fue simplemente desgarrador. Luego, en la cabeza, ¿Y luego? No lo supo bien, lo único que sentía era dolor, dolor y más dolor, golpes por todos lados, una figura difusa, pérdida de energía y una gran confusión. Lo último que sintió fue el golpe en el pecho, que sin duda lo dejó más que sin aire, lo dejó sin fuerzas, como si hubieran desconectado un interruptor de luz en él.
El demonio se hizo varios metros hacia atrás y sus garras apenas mantuvieron el equilibrio en su derrape. Este al fin culminó en al menos diez metros de su posición original. Él se levantó a duras penas, sangraba por todas partes, su cuerpo estaba magullado, lleno de moretones y no dudaba que algo se le hubiera roto en el acto, inclusive escupió una enorme cantidad de sangre por la boca y sus intestinos se retorcieron del dolor. Pero de nuevo no le importó.
La bestia se irguió nuevamente, su dolor era inmenso pero su ira lo era mucho más. Una horrorosa y torcida sonrisa se formó en sus labios, la asquerosa mueca de labios rotos, encías partidas y dientes impregnados de sangre única de quién había triunfado. Había arriesgado mucho, sí, quizá demasiado, su cuerpo estaba al borde del colapso, y sin embargo... Sin embargo lo había logrado, había hecho que la chica mostrara la que sin duda era su técnica más eficaz.
Su comportamiento desorganizado y caótico sin duda había sido un éxito. Minos, aunque iracundo, no dejaba de ser una mente terriblemente calculadora y sagaz. Movió el brazo, y, en un instante, al menos quince tentáculos de oscuridad aparecieron del suelo y sujetaron a Isis de las extremidades. En un parpadeo, el demonio ya estaba frente a ella... Y ejecutó el que quizá sería uno de sus últimos movimientos. Sin dudarlo ni un segundo, alzó las garras de ambas manos y las estrelló furioso sobre la cara de la chica. No, no fue un movimiento impulsivo, este sin duda fue premeditado, ya que apenas sus guadañas hubieron impactado la piel, estas le dieron directamente en los ojos.

La velocidad de los tentáculos no se pudo evitar, se aferraban a ella con gran fuerza, pero lo que siguió fue mucho peor. Alcanzó a ver a penas aquellas garras que se dirigían a sus ojos, y no pudo hacer mucho por detenerlas. Analizó en un segundo… el ataque era directo, uno; había la posibilidad de que perdiera ambos ojos, o dos; perdía uno con seguridad y salvaba con graves daños el segundo… No podía tomar riesgos tan grandes… y se decidió.
Giró su cabeza a como pudo hacia su lado izquierdo, sí, las garras destrozarían el ojo derecho, pero el izquierdo aun le daría tiempo de uno o dos ataques más. Y así fue. Utilizando sus llamas blancas con una intensidad indecible, la pelirroja aparto a los tentáculos de sus brazos. Libres, tomaron con gran fuera a Hannibal, y con los nudillos de ambas manos golpeo justo debajo de los hombros de él, bloqueando no sólo el flujo de energía esta vez, sino todo movimiento con ellos. Pero no bastaba… para ella sus ojos valían más que la inhabilidad de un par de miembros, fuera quien fuera. Utilizó la misma fuerza para bloquear el movimiento de ambas piernas del hombre, logró ver por último como el interior de su cuerpo se apagaba de toda luz y energía, el cielo resonó con la fuerza de sus dos pares de ataques… y luego abandonaron el campo, como la vista de Isis.
Se desprendió de los tentáculos y expulsó de su cuerpo un campo de ondas que se expandieron por el aire, arrastrando a Hannibal con ellas. Isis cayó de rodillas, si no podía ver, lo buscaría de otra manera. Utilizó las mismas ondas para que no abandonaran el cuerpo de su rival si no que se adhirieran a él. Como si fuera un tipo de eco localización, Isis encontró a Hannibal. Sonrió.
-Doctor Hannibal… - Cayó sobre su vientre, completamente agotada. – A mi hermano… - comenzó a arrastrarse hasta él. – A Cliff le dará un ataque de emoción cuando sepa lo que pasó aquí… - soltó una risita débil. Se detuvo de súbito, como si decidiera descansar. Sabía que había bloqueado los flujos de Hannibal. Hasta el grado que se puede en medio de una batalla tan ardua, se sentía tranquila y segura, pero se mantuvo alerta, como siempre. Sacó un pequeño tubo de sus ropas, sin filo, sin el tamaño necesario para dañar… sólo un tubo, y lo clavó en la tierra. Sopló más que suspiró.

Todo rastro de aquella furia cegadora y caótica desapareció en el mismo instante que el híbrido cayó desplomado, totalmente incapacitado para moverse debido al poderoso ataque del ojo blanco. 
Hannibal yació boca abajo durante algún tiempo, inmóvil, inerte, era más que obvio que si intentaba utilizar sus extremidades sería completamente inútil, por lo que no lo hizo. Suspiró mientras Minos abandonaba su cuerpo. Si bien el demonio había hecho gran parte de la pelea, jamás debía olvidar que el Juez del Infierno no era su aliado en ningún sentido, había forzado su cuerpo al extremo y ahora estaba agotado, demasiado agotado, no se podía mover siquiera... a excepción de una cosa. Cuando Minos intentó desaparecer por completo, Hannibal lo detuvo ¿Por qué? Simple, si bien había interrumpido el flujo de energía de sus extremidades, no lo había hecho con el de las alas.
Así, utilizando sus últimas fuerzas, alzó los seis inmensos apéndices y se lanzó contra la chica una última vez antes de agotar por completo su energía. Parecía una grotesca marioneta a la que controlan con únicamente un hilo mientras todo el resto cuelga sin control alguno. No era tan veloz sin embargo su rapidez era considerable, y, cuando estuvo lo más cerca posible, utilizó la que quizá sería su más simple y al mismo tiempo más mortífera arma: Su mordida. Bastaron unos segundos cuando los pequeños pero afilados colmillos del híbrido impactaran en la parte izquierda de la cara de Isis, apretando con un poder tan grande que si hubiera querido, habría roto el cráneo de la mujer. Y sin embargo no había tiempo, Hannibal ya había lanzado un ataque directo antes y sabía que si se quedaba estático mucho tiempo le iría mal. Lo único que necesitaba era incapacitar el ojo restante y nada más. 
Soltó a la mujer y planeó todo lo que pudo hasta aterrizar en una roca un tanto elevada y alejada de la chica. Su boca estaba manchada por completo de sangre, salvo que esta vez el hombre no la saboreó. Al fin Minos cedió por completo, los ojos del híbrido regresaron a la normalidad, la maldad ámbar dio paso a la calma índigo. Hannibal sonrió.
-Por supuesto que a nuestro pequeño le encantará saber sobre nuestra pelea, señorita-Apenas articuló-Y más cuando se de cuenta que a estas alturas, esto aún no ha terminado...-Su sonrisa se ensanchó. Sí, físicamente estaba completamente destrozado, no se podía mover y las energías apenas le bastaban para hablar apenas un poco, y sin embargo todos los estragos causados por Minos habían tenido su recompensa: Mientras el demonio peleaba cuerpo a cuerpo, el híbrido había tenido tiempo de sobra para recuperarse a nivel cognoscitivo. Había sacrificado una cosa por otra, quid pro quo, cuerpo por mente-Leiden... fase dos...
Todo se oscureció de pronto.

La pelirroja soltó un grito desgarrador, pero en cierta forma, el que Hannibal se hubiera acercado a ella, aun y que le hubiera quitado una de sus últimas armas, le había dado la oportunidad de completar una segunda. El tubo seguía ahí, en la tierra, pero de él salía un hilo ahora, un línea rígida de metal muy delgada que lo conectaba a la frente de Hannibal, dónde había un pequeño botón que Isis había implantado mientras él la mordía… Ella se aferró al tubo después de sacarlo de su entierro. Sintió como el botón en la frente del híbrido tiraba del objeto con fuerza a través del hilo, pero no era momento de soltarlo aún. Sabía que Hannibal no tenía forma de quitárselo, y el alejarse incluso a kilómetros no funcionaría. El Leiden comenzó a hacer su efecto, la cabeza de Isis dio vueltas, pero no soltaría el tubo aún. Se preparó mentalmente para lo que venía… aunque, siendo un ataque mental, ¿Qué le podría preocupar? La primera fase no había sido tan dura por el mareo de Hannibal, y ella aún estaba intacta en su mente, estaba completamente preparada, aun con sus ojos inactivos, una ilusión no sería nada para ella.

Hannibal al fin sintió el pequeño hilo en su frente. Demasiado tarde, la trampa ya estaba puesta. Gruñó un poco para sí mismo, reprochándose su impulsividad y poca observación, sin embargo nada pudo hacer, lo hecho, hecho estaba, por lo cual tendría que planear algo nuevo.
Se concentró en su técnica, mientras tanto. En la inmensa oscuridad que reinaba, una figura apareció silbando. Parecía tranquila, poco inmutable, su sonrisa era perfecta y su porte altivo, arrogante. El Guerrero Sombra se paseó por al rededor de Isis, sin hablarle, sin hacer nada más que caminar y caminar en completo silencio. Sus ojos eran dorados y mechones marrón claro se desprendían de su rojiza cabellera. A pesar de que sonreía, parecía tener el alma y corazón rotos, denotados más que nada en el mirar, la cual desprendía tal tristeza que parecía no ser el mismo Durza el portador de la misma. En la mano izquierda tenía una espada.
Se acercó a Isis y se quedó frente a frente, a escasos centímetros de ella. Siguió sin hablar, únicamente alzó la mano derecha y, con el pulgar, trazó una pequeña marca con sus uñas sobre la frente de la mujer. Era simple y ni siquiera sangró. Una línea vertical, dos líneas paralelas horizontales y una más como la primera. Hecho esto, Durza se acercó aún más a Isis y le dio un simple pero amoroso beso en la comisura de la boca, de esos que llamarían vulgarmente besos "de media luna". Después, simplemente la miró nuevamente con una tristeza aún más grande, y, de la nada, se desvaneció por completo en medio de un inmenso fuego fatuo. La marca realizada había llegado hasta la piel real de la chica.
-Tercera fase-Susurró Hannibal al fin.

-Durza… - susurró a penas a tiempo, pues de pronto comenzó a retorcerse de dolor. Lo que temía, la tercera fase había sido activada, el dolor físico y el mental se unían en uno, ¿Cómo haría para evitarlos? No podía. Era hora de soltar el tubo. Pronunció unas palabras ininteligibles, quizá en su agonía ni ella misma pudo comprender su lengua, y luego soltó el objeto. El hilo fue tirado con fuerza, una velocidad imposible de seguir siquiera con la mirada. El tubo colisionó con el cráneo de Hannibal, atravesando con facilidad no por su dureza, sino por una velocidad increíblemente acelerada. Tanto el tubo como el botón atravesaron el hueso craneal, y al hacer contactos ambos, antes de que pudieran salir del interior del cerebro de Hannibal, estallaron en una poderosa e intensa combinación de fuego, luz y ondas. La sangre y los trozos de hueso volaron, todo pasó en una milésima de segundo… Pero el Leiden no era cosa de niños… Si había sido liberada de aquella prisión de dolor o no, la marca aún afectaba su cuerpo. Comenzó a sufrir extraños espasmos musculares, perdía control sobre su cuerpo lentamente. – Durza… - se repitió. – Durza. Durza… - tomó una roca del suelo a dura penas, y la alzó.

-¡Erinnern!-Gritó. Antes siquiera que la explosión estallara, Hannibal sonrió. Lo sabía, de alguna u otra manera su intuición no falló y su táctica salió a la perfección. Lo último que pudo pensar fue en algunas escenas específicas para seguir llevando a cabo su técnica, ya que, cuando su cabeza simplemente estallara, no podría seguir creando otras alucinaciones, es decir, el Leiden volvería a ser básicamente como la primera fase al acabarse las mismas que había ideado anteriormente. 
El pequeño tubo estalló, y así lo hizo el mismo Hannibal, quien aceptó su casi fatal destino con mansa decisión. Sin embargo ese no fue el final de la tormenta. La pequeña marca en la frente de Isis ardió, y la frente de la mujer sufrió el mismo colapso que la del híbrido, salvo que no a escala física, pero sí mental aunque en menor cantidad. La dichosa marca del "Mismo Destino" era una técnica secreta, muy poco utilizada por Hannibal pero necesaria en ese momento. Sabía que atacaría directamente a su cabeza y no podría hacer nada para evitarlo, por lo cual no la dejaría ilesa tampoco.
Antes de que Hannibal perdiera sus funciones cerebrales -quedando únicamente ilesas las fisiológicas-, dejó en claro con una grotesca mueca que la mujer no podría terminar con él tan fácilmente. El híbrido perdió la conciencia, pero su Leiden continuó, ya que la única manera de terminar con la tortura era que él mismo decidiera acabar con la técnica, cosa que no hizo, bien por falta de tiempo, o por falta de voluntad.
Todo dolor desapareció. Isis, de pronto, se encontró en un espeso bosque al atardecer, tranquilo, misterioso. Sin embargo había algo, una presencia que rondaba aquél lugar.
-¿Lecter?-Masculló con una voz que sabía no era suya-¿Eres tu?
Nadie contesto. A sus espaldas, una rama se rompió. Pasos, muchos pasos, algo sin dudas se movía en el bosque, algo que no podía ver, al menos no hasta que ese "algo" pasó junto a ella, dejándose ver.
Era Durza. Su semblante se veía diferente, demasiado diferente. Esos ojos que siempre la veían con un amor inmenso ahora se habían deformado en unos orbes llenos de maldad, de arrogancia y odio severos, sus facciones lucían iguales pero se veían demasiado diferentes, toscas, delgadas, parecía que era una calavera con piel. Durza se colocó frente a ella y sonrió, dejando ver sus dientes, todos puntiagudos, blancos y filosos, como los de un tiburón.
Él se transformó en lobo, rodeándola con desesperante calma.
-Pelea-Gruñó Durza.
Fue en ese momento que se reveló que la alucinación no era una común, no, más bien parecía ser como una película vivida en primera persona, donde Isis no podía moverse ni un poco, encerrada en los ojos de quien se enfrentaba a Durza... su hermano.
Pelearon, sin embargo cuando Isis -o Alexander, dependiendo desde la perspectiva en la que se quisiera ver- intentó tomarlo por el cuello, se quemó considerablemente, lanzando un alarido de dolor. El Sombra la tomó por el cuello y la aprisionó entre la corteza de un árbol y sus zarpas, haciendo cortes a través de su estómago.
-¿Te rindes?-Preguntó Durza con una sonrisa sádica.
-...No... No...-Masculló.
El rojo encogió los hombros y siguió con lo suyo, ahora enterrando la garra entera y bajando lentamente.
-¿Te duele?-Volvió a preguntar, clavando sus ojos azules en la cara de retorcida de dolor de su oponente-Fin del juego
Durza se esfumó, dejando su presa medio muerta, tirada en la maleza, temblando y al borde del delirio. 
La primera alucinación había terminado.

Explicación de la alucinación:

El dolor en el vientre le quemaba toda la columna. Claramente podía sentir la sangre cálida bajar por su estómago, las garras metálicas incrustadas en lo profundo, incluso cuando Durza se fue el dolor resonaba como un eco que aguarda para desaparecer. Como si hubiera entumecido toda el área, como si la herida fuera hiperrealista. “Como si fuera… como si fuera.”
“No es mi recuerdo… no es mi recuerdo… no es mi recuerdo.” Se repetía la pelirroja. Sonrió.
-No es mi recuerdo, Hannibal… - habló con la voz de Alexander. – no soy más que una espectadora. Haberme cegado no apagó el Ojo Blanco… - De pronto sintió un tremendo golpe en la pierna. – Aun distingo la realidad… - en su cuerpo real, Isis había bajado la roca de golpe, atacando su propia pierna, el dolor avivó sus músculos y los tensó, liberándola de los espasmos por un momento. La lluvia de golpes duró por un instante. El dolor de las técnicas de Hannibal se mezclaron todas, pero Isis encontró la forma de resistir. – ¿Sabes qué es lo bueno de manejar más que sólo el común 10% del cerebro, Doctor Hannibal? – Y así, sin necesidad de sacrificar más de su cuerpo como había estado haciendo, despertó. – Que yo decido lo que él registra… - Clavó la roca en su pierna, que comenzó a sangrar a chorros. – El dolor que proviene de lo mental puedes hacerlo parecer tan real como quieras… Pero me he entrenado en ello… - a pesar de la seguridad en su voz, la chica se llevó la mano al vientre, como buscando rastros de las heridas causadas por Durza… o mejor dicho, por su ilusión. Se levantó con un esfuerzo colosal, y ahora tocó su cuello para asegurarse de que las quemaduras no estuvieran ahí. El dolor continuaba siendo una molestia, pero esta vez estaba completamente concentrada en el dolor de su pierna, maximizando aquel malestar para ignorar mejor el resto. Arrastró los pies para acercarse a Hannibal. Planeó su siguiente ataque, pero de pronto se detuvo. Al parecer la técnica de su rival no había concluido. Se preparó mentalmente.

Era obvio que no iba a haber respuesta alguna del híbrido, que aún no había recuperado la conciencia y tampoco parecía que lo haría en algún tiempo cercano. 
La chica había dado justo en el blanco, lo que veía o vería no eran alucinaciones propias, sino recuerdos de Hannibal, sus memorias, todos los pasajes dolorosos que él o sus cercanos habían pasado hasta llegar a lo que era en ese momento. La negrura volvió por completo aunque se dispersó enseguida. Se encontraba en el mismo lugar, salvo que en ese momento Hannibal no estaba ahí, por el contrario, se encontraba sentado en su forma de lobo con la mirada tensa pero estoico. 
-¡Erinnern!-Se escuchó de pronto. Un velo negro se apoderó de Isis y la empujó metro hacia atrás. Cuando este se desvaneció, un muchacho estaba tembloroso frente a ella. Era Alexander nuevamente, en ese momento los papeles se habían invertido, el recuerdo estaba siendo visto desde la perspectiva de Durza. Su terror e ira eran palpables, un sentimiento de total horror le invadía y unas náuseas inmensas se habían apoderado de su estómago, después de haber visto sus recuerdos que había bloqueado durante demasiado tiempo. Cayó y se retorció, acompañando sus convulsiones con desgarradores gritos, recordando su horrible pasado... Dejó que su cabeza cayera al piso violentamente y miró al chico directo a los ojos mientras sus temblores desaparecían y su cuerpo le pesaba. Al fin dejó de moverse, sus profundos y atemorizantes ojos azul claro jamás despegaron de Alexander. Unos segundos después sus pupilas perdieron vida y se convirtieron en dos esferas azules inmóviles, el Sombra -O Isis- desapareció en humo negro. 
En ese momento Isis había presenciado lo que posiblemente se definiría como muerte. Después, dentro de la misma alucinación, ahora en tercera persona, se visualizó como el Sombra, acabado, regresaba a su castillo. Fueron varios minutos de escenas, algunas, donde Durza calmaba su aplastante ira y frustración por algunos instantes en Agnes, en sesiones de sadismo extremo que rozaban lo insano. Después, después... cuando nadie lo veía, él simplemente se desplomaba y se echaba a llorar desconsoladamente, con un dolor inmenso y abrumador, tan palpable que incluso Isis podría sentirlo como propio. 
Terminó la segunda alucinación.

El despertar de aquella ilusión fue muy distinto a la primera vez. Está vez su garganta ardió lo indecible, y no por un ataque ilusorio, sino por los gritos de ira que profirió durante esta, y la enorme bocanada de aire que tragó después de experimentar lo que aquel orgulloso Durza sintiera después de su derrota. El mareo se apodero de ella, incluso las náuseas la hicieron escupir de puro coraje.
No podía… no podía sucumbir ante aquello, llamarlo orgullo, valor o fuerza le daba exactamente igual, no podía caer ante una técnica mental… por más poderosa que esta fuera… por más ingenioso que fuera Hannibal.
Si sus cálculos eran correctos, la siempre atenta Isis creía que tendría un “descanso” de siete segundos… y quién sabe cuántas veces más antes de que el Leiden cambiara su fase, o antes de que Hannibal despertara. Comenzó a absorber todo el calor de la atmosfera, incluso del suelo y subsuelo. El volcán era cómplice de su ataque. Las ondas calóricas se agruparon todas encima de ella. El calor rejuntado en un solo punto hizo hervir los alrededores y avivar el rojo vivo de las llamas. Cuatro segundos.
No podía verlo, pero recordaba exactamente de donde proviniera la explosión, a dónde se dirigieran las ondas agrupadas alrededor de Hannibal, el lugar de donde tiraba aquel botón de su hilo metálico. Le era imposible fallar, pero tenía que asegurarse… se dio un respiro. Dos segundos.
Hizo estallar el calor, todo dirigido al cuerpo de Hannibal, sintió hervir su propia piel, víctima de la técnica de Hannibal. Pero él debería estar pasándola peor… o eso esperaba. El calor hizo implotar los restos del volcán, el lugar se llenó de vapor y el calor mismo comenzó a condensar el líquido de los cuerpos presentes, deshidratándolos a un ritmo incontrolable. Dio inicio la expansión de calor, y las ondas comenzaron a liberar fotones a partir del calor, convirtiéndolo en radiación. El lugar se vio afectado incluso visualmente. El calor carcomía la piel de Isis y dejaba la piel viva al exterior. Si había funcionado, Hannibal pronto se desintegraría. Pero el gasto de energía era demasiado, y aun le quedaban las ilusiones por enfrentar que, aparentemente, empeoraban. Cero segundos.
Se preparó como pudo para lo que se avecinaba.

Tercera y última alucinación. 
Esta era la más reciente, la más fresca por decirlo de algún modo. Se hizo la oscuridad, y esta se disipó poco a poco hasta dejar ver una escena muy conocida pero totalmente extraña al mismo tiempo. La alucinación era en tercera persona, por lo que Isis se pudo ver a sí misma contemplando la escena como una película. 
Estaba en una sala de estar, con inmensas estanterías plagadas de libros en todos los idiomas habidos y por haber, la luz del día daba a entender que era media tarde. En un sillón se encontraba Hannibal recostado, con la pequeña Clío de tan solo un año durmiendo apaciblemente en su pecho, mientras este leía un libro humano, el título rezaba "Los Dragones del Edén, Carl Sagan". El híbrido se veía sumamente curioso con unas pequeñas gafas para la lectura, con la visión concentrada únicamente en el tomo que estaba entre sus manos.
De pronto algo apareció tras él, era el Sombra, que se había materializado justo a su lado en la sala de estar. 
-¡Hannibal!-Gritó entusiasmado
-¡Calla!-Susurró el híbrido un tanto disgustado-Despertarás a Clío...-Sin embargo su postura cambió por completo al darse cuenta de que su amigo tenía un semblante extraño, muy distinto al que siempre mostraba. Hiperactivo, sí, inquieto, también, arrogante, quizá, y aún así había algo que hacía cambiar por completo todo en él. Era el brillo en sus ojos-De acuerdo, ¿De qué va esto?-Preguntó, sabiendo de antemano que el Sombra se traía algo.
-Me he enamorado, Hannibal-Le respondió este con una radiante sonrisa tan atípica que el mayor casi se queda sin aire. 
-¿Qué? ¿Pero que te ha sucedido?-Siguió con un tono medio satírico, quitándose las gafas y dejando de un lado el libro-¿De quién se trata?
-No lo creerás-Ronroneó, mordiéndose los labios. Hizo una dramática pausa de unos segundos, para después suspirar y al fin habló-Isis
-¿La chica Crisvector?-Hannibal sonrió de lado, dándose cuenta que sus suposiciones no habían sido del todo erradas. La manera en que la trataba, como le hablaba, incluso su manera de mirarla... Su sexto sentido había sumado una victoria más cuando Durza asintió con la cabeza.
~
La visión cambió. Se encontraba en el mismo lugar pero era más que notable que no era la misma escena. Era de noche, y los dos amigos compartían lo que parecía ser una taza de té. Hannibal miraba al Sombra preocupado, quien se encontraba sentado en el sillón al lado suyo, con la cabeza gacha y sin ánimo alguno, inclusive temblaba ligeramente. 
Sentía un dolor atroz, muy diferente al de la alucinación anterior, más intenso y más punzante, ya no era frustración lo que sentía, sino una tristeza muy grande, abrumadora. No se trataba de un orgullo caído, pero sí de un corazón roto.
-Ella me rechazó, hermano-Suspiró al fin.-Pensé que lo hice todo bien, ¿Sabes? Pero me equivoqué. 
Si bien Durza jamás dijo exactamente lo que sucedió, el híbrido lo supo muy bien -y por lo tanto Isis, que compartía sus recuerdos-, se refería claramente a la vez en que, armándose de valor y con los nervios a flor de piel, había intentado besar a la chica. No, no la vez en el Infierno cuando intentó seducirla e Isis le propició un gran puñetazo, sino en aquella ocasión en la cadena de montañas, después de meses sin haberse visto, cuando en realidad -muy disonante a su usual modus operandi- había querido expresarle todo su amor de la manera mas sincera que había encontrado y ella no le había correspondido. 
Durza tomó un sorbo de té, sin embargo a los pocos segundos su mano había ejercido tanta presión, que rompió la taza en mil pedazos, dejando la extremidad severamente dañada, tanto por los trozos de porcelana como por la bebida hirviendo. El Sombra se pasó la mano izquierda por la cara y se cubrió los ojos con esta, ocultando así el dolor que sin duda su mirada reflejaba. Mientras Hannibal intentaba curarlo, él suspiró, derrotado.
Terminó la última alucinación, y el Leiden se volvió meramente físico nuevamente.
En el mundo real, producto de la terrible radiación, el cuerpo de Hannibal ya había empezado a sufrir las secuelas. Su piel se tornó rojiza, para después empezar a caer hasta que las partes que no estaban cubiertas por ropa, quedaron prácticamente en carne viva. El híbrido aún no despertaba.

Para cuando Isis despertó, el mundo real plagado de ondas de calor y radiación fueron testigos de aquel rostro que se presenta cuando más sentimientos de los que conoce el ser humano colisionan entre sí. ¿Cómo pudo Hannibal mostrarle eso?
Los calambres en todo su cuerpo eran meras cosquillas comparadas por lo que pasaba en su corazón. ¿A caso era verdad que Isis le había causad tanto daño a Durza? No era una ilusión, era un recuerdo… Las lágrimas resbalaban por sus mejillas, limpiando con lentitud la sangre en su rostro. El dolor del Leiden no la detuvo esta vez. Y cuanto deseaba que así fuera, que su dolor fuera físico, que le obligara a arrastrarse por el suelo entre gritos y llanto, pero no era físico… era un dolor más emotivo que el de las otras memorias, no se arrastraba, estaba corriendo con los dientes y puños bien apretados hacia el centro del calor… hacia Hannibal. No eran gritos y llanto, era un silencio sepulcral y una mirada llena de dolor e ira.
Cuando al fin llegó, la pelirroja le susurró a su rival una simple palabra: “Despierta.” Pero el ataque no se hizo esperar. Soltó un puñetazo de una fuerza monumental que dio de lleno en su mejilla. La tierra retumbó bajo ellos por el poderío del impacto, el dolor del Leiden seguía sin agraviarla. Pero el de aquellas memorias… Cuando Isis separó su puño del rostro de Hannibal, un trozo de piel y carne se fueron pegados a éste, la carne escocida por el calor se desprendía del cuerpo del hombre, y la sangre pegajosa actuaba como un pegamento débil que no pudo mantener la piel en su lugar. Recibió un segundo puñetazo con el mismo susurro de antes pero el doble de ira. Esta vez la tierra no sólo tembló bajo ellos, la roca volcánica pareció dividirse y algunos trozos de ella volaron algunos centímetros. Las ondas de calor volvieron a arremolinarse en un mismo punto, en los ojos de Hannibal, cociéndolos por completo y hasta el punto de volverlos carbón. Las lágrimas de la hermosa pelirroja cayeron sobre Hannibal. Lo necesitaba despierto. Lo necesitaba como consuelo.
Sin otra salida ni remedio, Isis se echó a llorar en el pecho de su rival inconsciente, reuniendo ondas sonoras alrededor de ambos. Estaba destrozada por dentro, el Leiden ya hacía efecto, pero eso no la distraía de la repetición mental de aquellos recuerdos, veía el rostro de Durza una y otra vez. Aunque, por más que quisiera, una espía como ella siempre estaba alerta, un tanto incómodo cuando se necesita tiempo a solas.
Docenas de pensamientos se mezclaron en su interior, como siempre hacían. Si mal no recordaba, tanta tortura debía detenerse al finalizar la batalla. Y aunque lo mental aun quedara a su diestra por algún tiempo más, tendría a Hannibal despierto para que le aclarara lo sucedido. Todo lo que tenía que hacer era terminar de una buena vez.
Tentó en el suelo hasta encontrar una roca, y la afiló con ondas expansivas que la alisaron y dieron forma más puntiaguda. La alzó más alto que su cabeza. – Despierta, Hannibal. – sollozó, y finalmente la enterró en el cuello del Setan.

En ese momento una silueta negra apareció de la nada y golpeó a la chica con una brutalidad enorme, lanzándola varios metros desde donde se encontraba anteriormente. El collar de Erised brilló, y la silueta tomó la forma de un hombre.
"Dañando mi cuerpo físico no logrará obtener las respuestas que quiere, señorita Crisvector" Habló sin abrir la boca. El ser miró al híbrido inconsciente, podría decirse que muerto incluso, en ese momento era totalmente inútil regresar al mismo.
El espíritu permaneció totalmente estoico, mirando su nuevo cuerpo de oscuridad total. ¿Qué había pasado? Simple, cuando Minos había atacado desorganizadamente con las cientos de criaturas de oscuridad, una sola se había escabullido y escondido por órdenes del mismo, esperando. Era bien sabido que el collar de Erised tenía la capacidad de separar almas de cuerpos si el portador lo deseaba así... pues bien, eso había querido Hannibal. Así que, mientras la mujer estaba sumida en las alucinaciones, una parte del alma del híbrido -medio muerto e inutilizado física y mentalmente- había tomado lugar la creación oculta. 
Era obvio que sus poderes así como habilidades físicas habían quedado gratamente reducidas, sin embargo por el momento se encontraba ileso y su control sobre la oscuridad se había hecho más fluido. 
El nuevo Hannibal alzó el brazo y cerró el puño, mientras unas inmensas estalagmitas negras salían del suelo y rodeaban a Isis, como si se tratara de una jaula. El híbrido al fin detuvo su Leiden, sabiendo que la chica tenía intenciones de hablar con él, de otro modo, no le hubiera propinado esos sendos puñetazos por nada. 
Antes de bajar hacia la altura de su oponente, la figura negra tomó el collar de Erised de su alter ego inconsciente y se lo guardó en el bolsillo.

-Así que era eso… - se escuchó detrás del ente. Pero no había nadie ahí. El cuerpo de Isis seguía encerrado, y todo se veía igual, excepto por una cosa. El vapor que emanara después del ataque de lava ardiente, justo antes de que Minos comenzara a atacarla al despertar, comenzó a disiparse, dejando a la vista de los presentes un cielo violeta distorsionado. – Las apariencias engañan, doctor Hannibal. Y el embauque es algo así como… mi especialidad. – Isis comenzó a reír. Las rocas volcánicas así como todo el ambiente comenzó a caer como un montón de papeles, como si fuera un foro sobrepuesto, muros de cenizas que cayeron sin control y descubrieron un campo que Hannibal debía recordar bien. Los pastos verdes que formaran la primera ilusión de la chica volvían a llenar los ojos de Hannibal. - ¿Recuerdas lo que te dije? Nunca fue una ilusión… era tu nueva realidad. – El antiguo cuerpo de Isis había desaparecido, y ahora una nueva con el brazo izquierdo destrozado y los ojos verdes hermosos y sin señales del Ojo Blanco apareció detrás de él. – Lo único que tuve que hacer fue evitar tus ataques a la nada… Eres increíble Hannibal… - Aquella ilusión también comenzó a desmoronarse como cenizas, dejándolos a ambos en el lugar original de su encuentro. – No te mentiré, lo que hiciste con Durza me destruyó… No hay peros para ello, y no hay perdón para mí, aunque me pregunto… ¿Por qué ninguno de los dos me había hecho saber lo que sucedió? – La chica no atacó al nuevo Hannibal, quizá sería inútil. Por ahora ambos estaban casi como al principio, y ella tenía más necesidad de saber lo que pasaba con Durza que intenciones de repetir aquella batalla con Hannibal. - ¿Por qué Durza tenía esa mirada, y una espada en su mano? – Dio unos pasos para acercarse más a su oponente. – Hannibal, ¿Qué está pasando con Durza?

El híbrido miró la ilusión con interés, y sonrió, una sonrisa extraña y atípica, tan inocente y macabra al mismo tiempo, terrible indicador de lo que sucedía. Al igual que Isis, Hannibal sabía que sería inútil atacar a la mujer, estaba dentro de su técnica y todo podría ser utilizado en su contra. Alzó el mentón y caminó al rededor de la Crisvector, analizando cada centímetro de ella, física y mentalmente. Sus orbes índigo eran penetrantes, llenos de una profunda oscuridad que leía el alma y calaba los huesos. 
-Es usted impresionante, señorita Crisvector-Le susurró sin detenerse ni un minuto, con aquella desesperante calma que le caracterizaba-He de reconocer que durante esta batalla me ha metido en más de un problema, ahora le admiro más que nunca, sin duda usted sería entre las más poderosas dentro del Clan Setan... pero dimitió de la invitación del señor Finnegan, ¿No es cierto? Vaya que ha sido una muy mala decisión, con seguridad usted habría podido aplastar con facilidad a... bueno, sería incorrecto decirlo en voz alta, sin embargo sabe muy bien a quien me refiero, ¿Verdad?-Volvió a sonreír por un segundo, por supuesto que Isis lo sabía. 
Se detuvo frente a la chica y la miró con intensidad sin perder ese toque altivo. Cualquiera que tuviera dos dedos de frente se habría dado cuenta de inmediato: La disociación de Hannibal no había pasado, Isis no se encontraba frente al encantador joven de refinados modales y excelsos gustos, para nada, lo que estaba enfrente suyo no era más que la parte más oscura, más primitiva y sin duda peligrosa que el híbrido pudiera tener, una faceta que iba más allá de Hannibal, más allá de Minos, inherente y siniestra. La oscuridad dentro suyo no había desaparecido, no... solo se había vuelto más inteligente. 
Sintió el viento fresco golpearle la cara, caricia que recibió con agrado, mientras se tomaba su tiempo para contestar. Al final, toda facción relajada dejó de serlo, tornándose en una severa mueca de seriedad. 
-Ah, señorita Crisvector, decir o no lo que sucedió con Durza no está en mis manos, ¿Sabe? Además, él me pidió expresamente que no dijera palabra alguna... ¿Le gustaría ver el resto de la escena? Le aseguro que el ver al Sombra destruido, al borde de las lágrimas, con una mano inutilizada y vendada mientras maldice al mundo y a su destino es un cuadro bastante peculiar que no tendrá la oportunidad de volver a presenciar.-Bajó un poco la mirada y la posó en su mano, y, con un chasquido de dedos, en su palma apareció la misma espada de la ilusión-Es curioso, como Erised actúa por sí mismo. Sí, yo le ordené al Leiden la alucinación de Durza, sin embargo fue el collar que envió aquella imagen que usted vio. Por desgracia no tenemos tiempo de charlar, ¿Verdad?-Continuó hablando mientras posaba su mirada en la espada y la examinaba con minuciosidad, admirando su belleza-Nuestro amado Sombra está pasando por un dolor atroz, terrible, que ni usted ni yo nos podemos imaginar... le consume el corazón, el alma, lo marchita lentamente. Día con día puedo ver como sus ojos pierden su brillo, como él pierde la voluntad de vivir poco a poco y la manera en que se rinde. Le aseguro que, aunque quisiera, no podría convocar la Ascensión del Fuego Negro. ¿Le digo algo que no me corresponde, Isis? Él se dejará morir tarde o temprano, y lo hará como un perro, en completa soledad, aislado de los demás por voluntad propia y sin volver a ver la luz de otro día. Su llama se está extinguiendo y será cuestión de tiempo hasta que se apague por completo. ¿Y sabe qué? Él lo sabe y no hará nada para evitarlo. 
Si había algo curioso en Hannibal, es que muchísimos de las muertes de las que se le acusaba no habían sido obra suya, es más, ni siquiera había tocado un poco a las víctimas, no... él únicamente era responsable de usar uno de sus más grandes dones: La palabra. Miles de suicidios habían ocurrido por culpa suya y su venenosa lengua. 
Sin previo aviso, blandió la espada y la clavó en el estómago de Isis. Sabía que estaban en una ilusión, que el arma no le haría daño alguno, pero no le importó, solamente lo había hecho por... curiosidad. 
-Es una lástima, jamás podré blandir la verdadera-Suspiró como si en verdad le molestara aquél hecho que acababa de enunciar. Retiró la espada y se la clavó a él mismo, directo en la tráquea de tal manera que atravesaba su cuello. No salió sangre alguna.-Su poder es excepcional

Isis lo miró de pies a cabeza. Por más increíble que pareciera, no podía reconocer a Hannibal en él. Al menos no al Hannibal que superara su propia actitud cavernaria y agresiva.
-¿Espera usted que me arrodille aquí y le implore perdón? – Dijo tan altiva como él. Ya no le hablaba de “tú.” – El veneno de su labia es el más impresionante que he escuchado hasta ahora, señor. Y sin embargo aquí me tiene, no caeré en sus juegos. Su mirada es tóxica, y exagera sus palabras adornadas de lo que usted resiente como asesinas. Deje de intentar, señor, incluso a través de toda su oscuridad presiento el miedo de lo que ya hemos visto los dos. Usted no lo abandonará y tampoco lo haré yo. – Clavó sus ojos en él y le sostuvo la mirada altanera. – El tiempo nos sobra. ¿A caso encuentra el motivo para terminar? Aunque en algo tiene razón. Y si usted mismo, arrogante y primitivo como debe reconocerse, no se atreve a decirme nada, tampoco Hannibal lo hará. – Dedujo hablando de aquel nuevo ser como si fuera un tercero en la escena, pero un segundo en la discordia. – Si quiere asesinarme ahora, hágalo con algo más que las palabras. Puede engañar a tontos, a aquellos necios e ingenuos que le temen a lo irreal, pero no a mí. Atáqueme. Sea el caníbal que su ira le ordena y volvamos a este círculo de eventos. – Se acercó más a él, con la mirada aun llenando los ojos del nuevo ser. – Pero si el caso es otro… dígame lo que Durza no quiere que sepa. Tenga por seguro que abandonar la ignorancia de un tema tan delicado me pondrá más vulnerable que un montón de palabras cazadoras. – le incitó. – Si lo que quiere es hacerme una de sus tantas víctimas… - habló mientras sacaba la espada del cuello del híbrido, apretándola en su mano hasta hacerla desaparecer. – que así sea. – acotó.