Gran Lago

-Nada de urgencia-Le respondió, reponiéndose del reciente ataque de tos-O al menos eso espero. Recibí un mensaje de mi clan, eso es todo.
Se obligó a callar, ya que, por lo poco que le llegó a través de su marca, no sabía la urgencia, gravedad o secretismo que envolvía a la misión que le habían encomendado, por lo tanto, prefirió no hablar de más.
Hannibal se transformó en humano y tomó un poco de agua en la palma de su mano. Si bien no era experto en el domino de dicho líquido, debido a la poca cantidad requerida, la controló a la perfección, haciendo que esta danzara activamente para él, como si no hubiera gravedad alguna que obligara al agua a caer nuevamente.
Él se quedó absorto un minuto en su juego, reflexionando que posiblemente tendría que partir de la manada en breve. No le preocupaba él, sino sus hijas, se quedarían nuevamente solas.

La chica se limitó a mirarlo. Sabía que su clan era uno de los seis grandes por lo que probablemente era algo entre ellos, no le interesaba mucho en realidad. Observaba cada movimiento del agua danzarina en la palma de la mano de Hannibal, eso le recordó a Dannielle, su hermanastra, la mayor de los tres.
Suspiró. Hacía tiempo que no la veía a sus hermanos ni a los otros miembros de su clan. Cruzó sus piernas y llevó ambas manos a su rodilla derecha, miró al joven, quien seguía jugando con aquel poder de controlar el agua. - Estás preocupado por algo, ¿no es así? - Dijo rompiendo nuevamente el silencio entre ellos.

Hannibal torció una sonrisa, un poco forzada. Al fin dejó de manipular el agua, la cual resbaló desde la palma hasta caer en un armonioso sonido nuevamente al lago. Él observó las ondas, le impresionaba como muchas veces los seres se perdían de lo más hermoso del mundo, de la simpleza de la naturaleza.
-No es nada importante-Le dijo, volviéndose hacia ella y caminando hasta quedar justo en frente. Hannibal tuvo que alzar un poco la mirada, ya que aquella roca donde Schädel estaba sentada le hacía quedar ligeramente más alta que él. Casi por instinto, se metió la mano en los bolsillos-Tú eres la que cambió su postura. Lo puedo ver en tus ojos, y los ojos son el reflejo del alma. ¿Qué es lo que pasa por ella?

Schädel se limitó a mirarlo. Movió sus brazos hacía los lados, recargandose con la palma de sus manos sin dejar de cruzar sus piernas. La pregunta la tomó por sorpresa. Qué pasaba por su alma? Ciertamente no era pura. Ira, frustración, muertes, sufrimiento....
- Eso es algo que no te diré tan fácilmente Hannibal - dijo tranquila. El haberle contado algo de su pasado anteriormente ya era mucho para ella.

Sonrió a medias, satisfecho con el resultado de su pequeña travesura. Si le interesaba saber, era por mera curiosidad y nada más, por lo que la negativa de la chica no le molestó en absoluto. De hecho, entendía perfectamente su renuencia, cuando hacía muchísimo tiempo él también había sido cuestionado innumerables veces. En ese entonces -en sus épocas oscuras-, había asesinado bastantes veces solo por la mera molestia.
-Bien, yo tampoco te diré entonces-Dijo como una infantil venganza, alzando la ceja a modo de juego.

La chica sonrió mirando hacía abajo para después volver su mirada con la de Hannibal. - Me parece bien. - dijo en un tono orgulloso.
No era que le interesara saber más sobre él, si no que eso se iba a ver con el tiempo quizás empezando por ella la que abarcara el tema o al revés o, al menos, eso esperaba ella.

Un dolor en las costillas invadió al híbrido entonces. Lo tomó por sorpresa realmente, por lo que se hizo para un lado instintivamente. Hannibal gruñó por lo previo, fue entonces cuando se pudo concentrar más en lo que ocurría: El lugar del ardor era la marca del clan. Ya era hora.
Con un suspiro, se dirigió a Schädel.
-Disculpe, bella dama, pero los Setan me necesitan. Es hora de irme a su llamado. Fue todo un placer hablar contigo-Le sonrió, esta vez de forma más abierta y sincera que las anteriores-Espero volver a verte
Le ofreció una mano a modo de despedida.

Schädel se limitó a mirarlo. Estrechó su mano contra la del Setan, despidiendose. - Creéme que lo harás - dijo refiriendose a que si se volverían a ver. - un gusto el haberte conocido - dijo con una media sonrisa y una leve reverencia.

La joven Jëylls podía no tener más de diez años, pero su pequeño cuerpo manejaba un poder que solo debería tener lugar en un cuerpo mucho más grande y antiguo. Esto claro tenía sus desventajas pero ahora, en el único momento en que ambas partes de Sahym convivían en armonía, la niña pequeña podía transformarse en la más feroz de las fieras. Espero hasta el último segundo, aquel en el que su hocico ya estaba a pocos centímetros de ser engullido por el pelirrojo cuando de su propia boca se desplegaron poderosas llamas, llamas que llenaron la boca del Gizeh, claramente con el objetivo de provocar un intenso dolor aunque no con la suficiente potencia como para causar un daño demasiado serio. Acto seguido su figura volvió a esfumarse para reaparecer entre las patas delanteras del Gizeh, arqueando su lomo con suficiente fuerza como para empujar al mayor un par de metros hacia atrás. Su cuerpo era pequeño pero era bien sabido que incluso el más pequeño de los Urkanger era una muy peligrosa máquina de matar.

El pelirrojo levantó la cabeza ligeramente y su boca emitió un destello. Apenas fue un espejismo fugaz, un parpadeo, un reflejo mediante el cual la cabeza del lobo adquirió los rasgos finos de un chacal. La imagen de Anubis se desvaneció tan rapido como había aparecido y el fuego de su boca volvió a salir como una pequeña llamarada que dejó su boca completamente ilesa.
Tras hacer gala de su famosa defensa inquebrantable, el Escorpion retrocedió por el impulso, manteniendo el equilibrio grácilmente con sus patas de atrás y logrando ponerse de pie como un humano. Un instante después dejó caer las patas delanteras con fuerza sobre Sahym, inmovilizándola pero sin hacerla daño.

La forma lupina de la niña Jëylls mantuvo la perfecta compostura, la efímera representación de la calma y la concentración en todo momento. Su inmaculado blinde era algo que resultaba tan...intranquilizante, algunos incluso dirían que irritaba la manera casi arrogante con la que la Sahym, que de niña tenía solo la edad, se llevaba a si misma. Permitió que Arakim la inmovilizara, sabiendo de antemano que no corría ningún riesgo pero esto no duró más que un segundo. En cuanto el peso del pelirrojo estuvo apoyado en ella y el piso, mas dividido de manera irregular, la joven Jëylls manipuló la fricción entre el suelo y las patas traseras del Gizeh, causando que este se desestabilizara y cayera, retirando peso del cuerpo de Sahym y habilitando a esta a salirse de su agarre. La irrepetible velocidad de la niña, cuya fuente no podía ser únicamente su agilidad natural, le permitió alzar el suelo antes de que Arakim consiguiera levantarse, tomando las extremidades del lobo cautivas y forzándolas dentro de la tierra, cola incluida. Solo el lomo y la cabeza del Gizeh eran visibles ahora pero la niña no acabó allí su obra. Por lo que había aprendido, Arakim tenía una defensa extremadamente efectiva y, ya que los objetivos de Sahym estaban muy lejos de querer asesinarlo, se dedicaría a estudiar dicha defensa. Antes de que el pelirrojo pudiese liberarse, un domo conformado por cuadrados de hielo que no se derretirían se formó alrededor tanto de ella como del Gizeh. Sahym se desplazó elegantemente hacia uno de los espejos de hielo, desapareciendo en su interior. Acto seguido, miles de proyectiles de hielo lo suficientemente poderosos como para rasgar la piel de un Urkanger fueron lanzados desde todas las direcciones hacia Arakim, quien estaba en el centro del domo. La táctica fue una acción osada de parte de la niña, tal vez demasiado pues aquel ataque era extremadamente avanzado, muchos no temerían en decir mortal, pero Sahym necesitaba saber hasta qué nivel llegaba esa perfecta defensa.

Arakim no esperaba otra cosa que el contraataque de Sahym. Estaba allí para que la niña practicara, no para entablar una pelea seria.
Cuando quedó atrapado en el domo rodeado de espejos arrugó el hocico; el hielo era el elemento que más despreciaba.
Los primeros proyectiles llegaron hasta Arakim y se hundieron en su superficie. Pero no en la del lobo, si no en la cubierta triangular de piedra que le acorazaba. Ya no había ningún lobo allí, lo único que quedaba era una pequeña pirámide central cuyas paredes inclinadas parecían desprender un aura ardiente. Los proyectiles se lanzaban contra ella y perdían fuerza al entrar en contacto con la piedra a miles de grados de temperatura, pero aún así estaban dejando boquetes cada vez más profundos. La pirámide creció desde su base. Una fila, y luego otra, y luego otra. El antiguo edificio crecía y crecía cada vez más haciendo las paredes más anchas, separándolas cada vez más del punto central en el que Arakim se encontraba.
El Escorpión había sido listo. Una vez sobrevivido al primer ataque y el más peligroso, había elegido aquel edificio que no hacía otra cosa que aumentar su defensa con el tiempo, con cada linea de piedra que emergía del suelo. La pirámide ascendió magnánimamente y alcanzó el tamaño de una ballena. De dos ballenas poco después. La base se ensanchó tanto que llegó a los espejos de hielo y estuvo a punto de romperlos, aunque el pelirrojo detuvo su crecimiento solamente para que Sahym pudiera salir del que estaba metido.
Finalmente, con los proyectiles ahondando en las paredes inútilmente, como un par de moscas molestando a un titán, el pelirrojo rompió la cima enérgicamente y asomó la cabeza como un stripper saliendo de un pastel de cumpleaños, en plena despedida de soltera. Solo se rió, liberado de la roca que le había apresado en el interior de la pirámide, misteriosamente.
Aunque no era difícil de preveer que manejando la arena, era imposible retenerle con tierra.
- Te contaré una cosa que no te explicaré, pequeña niña. Simplemente espero que la comprendas por ti misma -Habló entonces, gloriosamente agitado por el viento debido a la altura-. Tú puedes ser el diablo, pero yo soy el viejo aquí. Y ya sabes el dicho de: más sabe el diablo por viejo, que por diablo.

Sahym contemplaba todo desde su realidad inversa, había usado el espejo como pasaje pero no como residencia. De haber estado ella presente para verdaderamente controlar las acciones del peligroso ataque tal vez la solución encontrada por el pelirrojo no habría bastado, solo se necesitaría del uso de otros de los poderes de Sahym y tal vez, habría sido incluso capaz de empujar al Gizeh al uso de sus más oscuros secretos. Decidió no dejar saber a Arakim que ella había estado observando todo desde arriba, como si de un Dios se tratara, y su reflejo apareció en un espejo que permanecía enfrente del pelirrojo, un poco más arriba dada la curvatura del domo. Mantenía su forma humana y antes de responder, alzó muy levemente la barbilla y las cejas, mirando a Arakim con un rostro que no decía absolutamente nada pero cuyos movimientos estaban completamente corrompidos con una altanería solo poseída por un Jëylls.
"Es sencillo de comprender, afirmas que tu sabiduría es superior a la mía por el hecho de que tu tiempo en esta vida es mayor al mío" Explicó con un tono gélido y analítico que parecía imposible sonando en su bella voz. Por su mente se desarrollaban todas las razones por las que sabía que el refrán no se aplicaba a ella, al menos no en todo su sentido, pero tampoco llevaría el argumento pues sería derrochar palabras en una discusión innecesaria. Sin embargo decidió añadir, "Me sorprende el hecho de que usted sea un instructor de combate y no de defensa" Habló luego, antes de hacer desaparecer el domo de espejos y alzar una alta columna de madera desde el suelo sobre la cual permanecía parada, a la altura del Gizeh quien descansaba sobre la inmensa pirámide pero a varios metros de distancia de él. Claramente no estaba sorprendida, Sahym era demasiado...ella para ser sorprendida, sin embargo hacia uso del lenguaje convencional y de haberlo querido, podría haber fingido sorpresa como la mejor actriz pero realmente no vio necesidad de levantar el triste velo de una mentira blanca.

Arakim parecía cómodo sobre su gigantesco trono. Habia apoyado su pecho peludo sobre el borde de piedra e inclinado una pata para dar apoyo a su cabeza.
Esperó a que su alumna hiciera aparición. No le preocupaba el hecho del lugar en que estuviera metida, era demasiado perezoso y egocéntrico como para preocuparse del funcionamiento de ataques ajenos. Ya a estas alturas, no encontraba ninguno que pudiera dañarle seriamente.
- No lo afirmo, lo sé -contestó con agridez a su frase, cuando Sahym apareció-. Parece que cada vez se ponen más de moda los niños-talento, pero créeme que un gen solo es una pretensión si no le dedicas años y años de trabajo.
Al escuchar su frase posterior alzó las cejas con interés.
- Acaso un combate no implica la defensa? Que yo esté aqui y no otra persona no hace otra cosa mas que favorecer el entrenamiento de tu ataque. Eres tu quien conoce tus ataques mejor que nadie, solo necesitas a alguien que sepa aguantarlos y un poco de orientación.
El pelirrojo no esperó sorpresa ni preguntas por su parte, quizas porque daba por hecho que estaban a un nivel bastante alto.
- Cual seria para ti la manera más rapida de acceder al interior de esta piramide? -Preguntó.

- Por supuesto, jamás he implicado que no necesite entrenamiento o que mis habilidades me sean suficientes para vencerte....aún.-Respondió la pequeña Sahym, había algo demasiado oscuro tras su modestia. En el vocabulario de Sahym, por supuesto, vencer era sinónimo de matar aunque no había razón por la cual dejaría saber esto al entrenador. La gente solía enfurecerse u enfadarse ante la descarada forma que ella tenía a veces de hablar de otros como si en un futuro cercano se convertirían en hombres muertos, tal vez a sus manos, tal vez no pero al fin y al cabo Sahym era una fiel creyente de que los jóvenes sobrepasarían a los ancianos, su caso particularmente, viendo como ella mezclaba ambas partes en su interior. Luego prosiguió a responder la pregunta del pelirrojo.
- ¿Por qué cortar un tallo cuando puedes matar la raíz? No habría permitido que crees esa pirámide en una primera instancia. De haber fallado, puedo asegurarte que nada es lo suficientemente poderoso o resistente para mantenerme fuera...Tu pirámide son solo tres paredes y un trozo de suelo, tal vez tres paredes presuntamente impenetrables, ¿pero lo es tu mente también? -El acto que siguió a sus palabras fue una rareza de proporciones titánicas. La pequeña jamás mostraba poderes solo por el hecho de hacerlo u alardear, incluso ocultaba sus palabras y pensamientos con gran frecuencia, pero en esta ocasión decidió responder la pregunta de forma completa, seguramente porque tenía intereses en mantener una relación con el pelirrojo. Todo tiene un costo que tarde o temprano se debe saldar. Sahym ladeó levemente su cabeza, sus ojos fijos en los del pelirrojo mientras comenzó a armar su maraña mental. Arakim seguramente pensaría que era una ilusión, y no un verdadero error de sus ojos cuando Sahym manipuló su perspectiva. De pronto, el Gizeh vería como se desvanecía su pirámide, verdaderamente dejaba de existir a pesar de que fue mantenido a flote por el control de la gravedad de Sahym. Para los ojos de la niña, la pirámide seguía allí así como no al mismo tiempo, ella podía ver las dos caras del espejo.
- Las cosas solo existen porque las percibimos, si no puedes percibirlas no existen. Si yo puedo imponer un entendimiento específico de la realidad, por el hecho de obligarte a pensar que algo es diferente, lo es. -Finalizó y dejó de asediar la mente del Gizeh, retornándolo a la punta de su pirámide.

Arakim inclinó la cabeza hacia un lado, pero luego sonrió. Tomó esa insinuación como un pequeño desafío para cuando fuera mayor, y a él le encantaba que le desafiaran.
Ante la técnica de Sahym, el pelirrojo permaneció quieto, con los ojos clavados en su alumna a pesar de que la pirámide se derrumbara a sus ojos.
- Buena estrategia, cachorrita, pero no te pases de lista. Te he preguntado cómo entrarías en la pirámide; y no puedes entrar en algo que está destruido. Imagina que tienes que entrar en un edificio y buscar un objeto. Derribar sus paredes solo serviría para entorpecer tu camino.
Los ojos color cafés del Escorpión se adentraron en los de Sahym para comprender cómo funcionaba su ataque, percibiendo la dualidad de visión entre lo que está entero y lo que está derrumbándose. Y usó su mismo truco.
En las lindes del paraje aparecieron un par de chacales, serios, silenciosos. Sus cuellos estaban decorados con apretados colgantes de oro y sus ojos marcados en negro. Mantenían la vista fija sobre la pirámide y compartían la visión con Arakim; al fin y al cabo, los ojos de Anubis no podían ser engañados. Ahora el pelirrojo poseía la visión correcta y la incorrecta, y por tanto, podía ver desde ambas percepciones.
No se había molestado en corregir su percepción, sino que la había superpuesto con una que no se equivocaba nunca.
- Te repito la pregunta. ¿Cómo entrarías en la pirámide? Apuesto a que puedo invalidar cinco maneras. Comienza.

Su llegada fue tan repentina como también de esperarse. Hacía ya pocas horas había vuelto a la manada de hacer algunos tramites que le llevaron demasiado tiempo, más del que había esperado. Vestida tal cual como una Diosa Griega, la muchacha se fue acercando al lago y a cada paso que daba el agua se extendía por la orilla, queriendo llegar a tocar sus descalzos y finos pies, como virutas de hierro eran atraídas al imán. Sus últimos pasos acabaron cuando La Dama Antigua cayó de rodillas a orillas del lago mientras gotas rojas se mezclaban con el agua cristalina; lentamente introdujo ambas manos al agua y se mantuvo quieta mientras, de apoco, sus heridas iban sanando y ella recuperando fuerzas.

No muy lejos de donde se encontraba la mujer, otra persona estaba en el mismo lugar, a unos pocos metros. La figura, bajita y pellirroja, que se daba un baño. Era invierno, y sin embargo el chico estaba acostumbrado a entrenar aún en las condiciones más extremas, y esa no era la excepción, entrenaba no solo su fortaleza física, sino también la mental, fue por eso que no notó cuando la mujer llegó.

El agua de repente empezó a agitarse, siendo cada vez mas violenta y fuerte, siendo capaz de arrastrar lo que se le interponía en sus camino. Solo se escuchó un sonido proveniente de la muchacha y acto seguido una gran cantidad de sangre negra salió de sus labios junto con pequeñas pelotitas blancas, el agua no estaba haciendo efecto en ella y las heridas más profundas aun sangraban. Maldijo en su mente, era cuestión de minutos o casi horas para que su organismo se limpiara para así poder hacer que el agua hagase efecto en ella. Por unos segundos abrió sus ojos y los clavó en sus manos mientras afinaba sus oídos y olfatos, no quería ser tomada por sorpresa y menos en aquel estado.

El muchacho apenas abrió los ojos y la vio. Primeramente no la reconoció debido a que su vista estaba nublada.
-¿Amy?-Le preguntó, apenas saliendo del agua congelada, lo suficiente para poder hablar. El resto de su cuerpo aún se encontraba oculto-¿Estás bien?-Le preguntó, sin acercarse..

Sus ojos se abrieron más de lo que ya estaban al escuchar aquella familiar voz y sus manos se transformaron en puño bajo el agua helada, la cual empezó a serenarse de a poco. Ya un poco más relajada y empezando a recobrar energía, alzó la cabeza para mirar con sus verdes ojos al hombre que se encontraba en el agua.
-Lo estaré pronto - le respondió por lo bajo ya que aun le costaba hablar. - ¿Que haces... -tomo aire un segundo y continuó - ¿Qué haces en el lago en...en pleno invierno? -

-Entreno-Respondió como si fuera lo más normal y común del mundo. Para él si lo era, había pasado por entrenamiento mucho peores.
Nadó tranquilamente hacia ella, casi hasta llegar a la orilla. Una vez ahí, salió del agua, dejando ver que únicamente vestía con un pantalón corto totalmente empapado, su camisa abotonada y sus botas militares estaban en alguna roca cercana. El símbolo del Caos brillaba en su espalda por las gotas de agua que caían
-Y tú... ¿.¿Dónde has estado?-Le preguntó.

De repente él short del hombre quedo completamente ceco, como también cada centímetro de su cuerpo. Entre medio de ambos la bola de agua que se había formado por todo él líquido que se había extraído del cuerpo de Matt se dirigió a la espalda de la mujer, allí donde estaba la peor herida de entre todas que tenia su cuerpo, la cía tendría veinte centímetros de largo y una profundidad inexacta.
En todo ese proceso escucho a quien la acompañaba, no le era para nada novedoso que se la pasara entrenando pero al parecer tanto tiempo lejos de la manada y sobre todo de él había hecho que olvide cosas.
- En muchos lados, pero sobre todo en Ashan y en una dimensión que considero es mi favorita - ya podía hablar normal, señal de que él agua iba haciendo efecto en ella y las heridas poco relevantes - ¿Me he perdido de algo? -

Matt sintió como el agua drenaba lentamente de su cuerpo, secándolo enseguida. El chico entonces conjuró una bola de fuego que terminó de hacer el trabajo de la mujer. No se molestó en ir por sus prendas, así se encontraba cómodo.
-Nada. La Cuarta Guerra Santa acabó... Y creo que es todo-Se encogió de hombros, como si le restara importancia, sabía que si no lo hacía, se desmoronaría ahí enseguida.-Parece que te has divertido más que yo-Alzó la ceja.

Cerro sus ojos y sonrió mienteas despedía todo el aire que había inquirido por la nariz de una sola vez al escuchar aquello ultimo que decía él muchacho. 'Si a caso luchar contra Misaianes es una diversión...' pero el dolor no le permitió terminar aquel pensamiento, no le dejo siquiera respirar. Con dificultad fue irguiendo lentamente la espalda, mas fue en vano porque volvió a encorvarce, no aguantaba tanto dolor.
- Matare a esa mujer- susurro. Con los ojos cerrados con fuerza se dirigió al demonio - hazme un favor...- le pidió con él poco aliento que tenia- cargame y tirame al agua, yo ya no puedo siquiera moverme- dicho esto su vestido griego desapareció y en cambio unos jean y una remera manga larga cubrieron su cuerpo, mientras que unos guantes aparecieron en sus manos y un paño en la cabeza cubriendo los perfiles de su rostro, todo con tal de no herir a Matt.