Gran Lago

El joven escucho y asintió ante aquellas palabras. No le parecían para nada raras debido a que ya se había cruzado con unos cuantos extranjeros, de los cuales con uno llego a una fuerte discusión que en cualquier momento iba a conllevar a una pelea. El chico suspiro mirando el lago... un recuerdo fugaz cruzo por su mente, haciendo que un gruñido se produjera desde lo más profundo de su ser.

El pelirrojo llegó al lago con un hambre voraz y una vaguería infinita. No tenía ninguna gana de ponerse ahora a correr detrás de un conejo, además de que lo que más le apetecia era la carne jugosa y fresquita de...
Los peces se alejaron espasmódicamente de la orilla cuando él se asomó. Arakim jamas terminaba de acostumbrarse al pescado, eran presas que no existían en los lugares de los qur provenía y que habían resultado todo un entretenimiento para sus papilas gustativas.
Inmediatamente puso a funcionar sus poderes para desertificar la orilla del lago, desecando parte de su superficie como un sumidero y dejando los peces coleando en la parte superior.
Como un señor se acercó elegantemente a por un par de ellos y retrocedio sin mojarse ni un pelo, teniendo la decencia de devolver el agua despues.

Una cachorra de negro pelaje observaba las hazañas del recién llegado desde una distancia prudente. El aura de la pequeña se extendió en ese momento, ante la presencia de otro ser. Era una fluida pero punzante, atrapante, como si estar cerca significara estar entre la espada y la pared. De entre el cuerpo ennegrecido resaltaban un par de extraordinarios ojos azules que azotaban a donde la joven mirara con la fuerza del gélido viento. Alzó muy levemente la cabeza con curiosidad, sin abandonar esa perfecta postura que mantenía sentada, esperando tal vez reacción por el desconocido quien, si su conocimiento de los miembros de la manada era acertado, era Arakim Gizeh de las Dunas.

Arakim se llevó el pescado a la boca y se tumbó con el arduo objetivo de no hacer nada en lo que quedaba de día. Entre sus patas delanteras se retorcía el pez restante, boqueando en busca de aquel oxígeno que solo podía llegarle por un medio acuático. Entretenido, el lobo pelirrojo observó su presa con felinos ojos brillantes y mantuvo el pez contra el suelo, apretándolo con un dedo sobre su enorme ojo redondo.
El aire trajo el aura de la pequeña observadora, requiriendo la valiosa atención de Arakim mientras el dedo de la zarpa se hundía cruel y lentamente en el ojo del pescado, provocándole espasmos.
- Hombre. Jëyllsurkanger 2.0 -comentó con una voraz sonrisa, masticando el otro pescado que tenía entre las fauces-. Versión "de bolsillo" de tu adorable madre.

La cachorra observó como el lobo pelirrojo torturaba al pez con indiferencia algo macabra proviniendo de una niña. Alzó una inexistente ceja ante el comentario del lobo antes de ladear un poco la cabeza. Se alzó de sus cuartos traseros, quedando en pie y dio unos pasos hasta posicionarse donde tanto él como ella tuvieran plena vista del otro. "Preferiría ser llamada por mi nombre" Musitó la niña, con una voz neutra o algo curiosa, la mínima ofensa habiendo sida disipada tan pronto como se había producido al oír el apodo que el pelirrojo le había puesto.

El Escorpión la miró algo desconcertado para finalmente esbozar una sonrisa divertida. Generalmente odiaba la mentalidad infantil de los niños, pero había algunos en Luna Azul que distaban mucho de la imagen que tenía de los críos. Ella era uno de ellos.
Cambió de posición, tumbándose ahora de lado mientras el pez terminaba de morir a sus pies.
- Ajá. Supongamos que no sé tu nombre. Preséntate como debe ser; o no puedes exigirme que te llame como tú quieras.

"Mi nombre es Sahym, mi apellido ya lo sabes" Habló la pequeña, segundos después de que el pelirrojo finalizara sus palabras. Lo observaba de manera analítica, pero no con la frialdad de un adulto si no más bien con la curiosidad e interés de un joven. Había oído hablar de la persona que tenía en frente y eso simplemente alimentaba a su deseo de saber y comprobar los rumores por sí misma. "Usted es Arakim Gizeh de las Dunas, no es así?" Inquirió la cachorra de pelaje negro y ojos azules.

-Sí.... Sahym... así era... -murmuró rascándose la barbilla. Por un momento su lengua astuta había salvado su mala memoria.
A continuación alzó la cabeza y la voz teatralmente.
- El mismo! Proveniente de las tierras lejanas de... Giza -El Escorpión se quedó pensativo. Hacía mucho que no pronunciaba su ciudad natal-. Como sea. ¿Qué has venido a sacrificar ante el altar de aburrimiento del gran Arakim, pequeña loba? -quiso saber, con cierta curiosidad rozando el fingir.

Sahym era a veces demasiado observadora para su propio bien y supo instantáneamente que expresiones eran o no ciertas en el pelirrojo, su falsa curiosidad por ejemplo. Sin embargo, decidió ignorar esto, después de todo, ¿qué cambiaba una persona más en el mundo quien hacia uso de exageraciones y artimañas? Decidió luego, responder la pregunta del lobo
- Creo que los sacrificios ya han sido hechos...-Claramente se refería al pez que el pelirrojo había aplastado previamente, nada perturbada por ello pero usándolo como una manera más compleja de decir que lamentablemente, su estado de aburrimiento era igual al de él.

Arakim ladeó la cabeza, complacido.
- Ah! Por supuesto, por supuesto! Ahora puedes formular un deseo frente al genio egipcio Arakim, que por supuesto no es genio pero sí es un genio... -jugueteó, arremolinando de la nada un montón de arena dorada frente a Sahym y desenterrando una pequeña lámpara brillante, de esas que se frotan en las películas de Arabia. El pelirrojo parecía divertirse, o quizás parecía buscar un método de probarla para así evitar su propio aburrimiento.

La cachorra prestó atención y ladeó un poco la cabeza ante el juego de palabras del macho adulto. Sus ojos azul profundo, como los ojos de Pandora, se posaban con una estremecedora delicadeza sobre las acciones del lobo, para finalmente concentrarse en aquella lámpara que había materializado frente a ella. Alrededor de ella una nebulosa negra comenzó a alzarse y ella tomó su forma humana, una infante de cabellos rubios y vestida de manera elegante. Los ojos de la niña eran aún más potentes contrastados con la blancura de su tez. Mantuvo el silencio y la inmovilidad, mientras que un humo de rojizas tonalidades comenzó a emanar de la lámpara, y luego de alejarse un poco del pico de esta, comenzó a formar una figura en el aire...aquella del lobo pelirrojo. Luego de que el retrato del adulto fue hecho, el humo comenzó a tornarse una sustancia más consistente y algo resplandeciente, como si fuesen partículas de alguna especie de brillantina y su tono cambio a uno más anaranjado, que dibujó una pirámide detrás del lobo rojo. Al parecer la niña era una talentosa artista. Una mínima media-sonrisa tiró del costado izquierdo de los rosados labios de la joven Jëylls, antes de que una ráfaga de viento, también provocada por ella soplara y se llevara aquellos dibujos.
- Si no tengo mal entendido, usted es un mentor, ¿Estoy en lo correcto?...-preguntó aunque en realidad no dudaba en lo más mínimo de su conocimiento sobre el rango del pelirrojo, era más bien una inquisición protocolar.

Arakim alzó la vista hacia los juegos y dibujos que hacía el humo rojizo por orden de Sahym, entretenido como un niño frente a una película. Sin embargo, al escuchar la voz de la niña se volvió serio, agitando la frondosa cola en medio del dibujo para hacer desaparecer al genio.
- Ah... Sí... bueno... Eso... -buscó la manera más elegante de escaquearse-. Está en trámites eso de trabajar con los críos... sí, sí... Kyrara me iba dar otro rango que... -Una idea estúpida se formó en su mente; esperaba que fuera suficiente para alejar a la niña, imaginaba el rumbo que estaba teniendo la conversación-. Ah. Resulta que al genio Arakim no le puedes pedir tres cosas: ni resucitar a los muertos, ni hacer que dos personas se enamoren, ni pedirle ser su aprendiz. Seh. Eso es.
El pelirrojo sonrió, muy orgulloso de recordar aquella peli de Aladdin.

La joven Jëylls, quien ahora desde un tamaño considerablemente menor debía observar al lobo reclinando su cabeza, alzó una perfecta ceja rubia ante la des-perfecta palabrería del pelirrojo, quien intentaba hacerse con una excusa. Al final este se decidió por una regla que claramente había inventado en el momento, pero Sahym no era un ser para ser burlado tan fácilmente, ni siquiera con diez cortos años de existencia.
- Entonces no imagino cuantas veces ha de romper la tercera regla un genio con las cargas de un mentor...que triste destino-. Al decir las últimas tres palabras una especie de veneno pareció teñir la voz de la pequeña, pero la falsa simpatía era la que predominaba en su tonar.- Imagino también que el genio en cuestión debe tener reiteradas discusiones con el alto mando de la manada, tantos han de reportar su incapacidad para desempeñar sus responsabilidades adecuadamente...-Habló, sus ojos oscureciéndose con malicia, la silenciosa amenaza oculta tras sus palabras probando tal vez algo difícil de percibir completamente. Al parecer la niña también sabía aprovecharse de las situaciones, jugar sucio, si se lo quiere...

Arakim alzó las cejas al escuchar las palabras de la maldita niña. ¿Pensaba ir a quejarse ante Kyrara? El pelirrojo fue a defenderse diciendo lo poco que le costaría hacer que Kyrara le cambiase de rango una vez encontrándola sola, pero de repente no le parecieron las palabras más adecuadas teniendo en cuenta que ella era su hija.
- Ah... Vale. Lo admito. Ha sido la peor excusa del siglo, así que tendré que entrenarte a modo de auto-castigo. Es tu culpa. Me has pillado después de comer y tengo sueñito...
Como para enfatizar sus palabras el lobo se tumbó de lado y cerró los ojos, esperando un momento en silencio para ver si la niña decidía dejarlo para otro momento. Sospechaba que no iba a ser tan fácil de evitar como cuando (se suponía) que entrenaba a Anouk. Por desgracia para él, el cosmos había creado niños como Anakin, Sahym o Sathiel, que alguna vez habían estado bajo su mando y que tenían muy claros sus objetivos.

Sahym cerró sus grandes y oscuros ojos azules y tomó una bocanada de aire la cual procedió a expulsar por su nariz, antes de volver a abrir sus ojos en un gesto de leve irritación. La causa de esto fue el hecho de que el pelirrojo creyera que el tirarse al suelo como un pequeño en un ataque de histeria porque no quiere hacer lo que le ordenan bastaría para divertir su atención a otra cosa. Sahym podría ser una niña, pero su mente ya estaba muy, muy lejos de la dulce inocencia que su edad debería implicar. Miró fijamente la figura de Arakim y recurriendo a su poderosa mente fue que alzó la figura de este en el aire y lo soltó, obligando-lo a caer de pie. Tomó aire pues si bien ya estaba cerca de lograr mover masas grandes sin esfuerzo alguno, faltaba esa mínima mejora que seria obtenida por medio de entrenamientos en cortisimo tiempo. La poderosa mente de Sahym era algo sin lugar a dudas peculiar pues ningún otro niño habría logrado tal movilización a la misma edad, o si lo hacían, el resultado en su compostura física habría sido muchísimo mayor que solo necesitar una inhalación. Mover al pelirrojo habria sido una labor más sencilla si hubiese hecho lo mismo a través de su poder gravitacional, pero ella era un ser selectivo y precavido, y no vió necesaria la exposición de más dones de los que en realidad necesitaba solo para mover al lobo.
- Estoy segura que apreciará el que terminemos la lección tan rápido como sea posible, señor Gizeh...-sonrió con falsedad, pero sonrió y el gesto se veía hermoso en su rostro de infante.

Arakim se encontró de pronto de pie, mirando hacia la niña. Echó las orejas hacia atrás con irritación y espetó:
- Muy bien. Tú lo has querido. Que conste que cuando me hacen luchar con sueño me pongo de un humor de perros.
Si había algo en carácter vago de Arakim que indicara que al pelear sería lento, el pelirrojo eliminó toda posibilidad cuando la tierra se agitó ante la herida y el rápido movimiento levantó el aire contra ambos. Su cola peluda se hallaba transformada en un aguijón enorme de escorpión, levantada por encima de sus cabezas y clavado en el suelo junto a Sahym. La estructura de dura queratina rozaba la piel suave de la niña, demostrando lo cerca que estaba de ella sin que la parte peligrosa del aguijón la hubiera tocado.
- Lección uno. Si no eres lo suficientemente rápida como humana, asegúrate de permanecer en forma de lobo frente a individuos peligrosos e irritables.
El aguijón se retiró de su posición lentamente, dejando un agujero en el suelo algo ennegrecido por el veneno. Solo era un aviso de lo que podría causar, de que estuviera preparada.

La expresión de Sahym no fue inmutada. Sintió a la perfección el golpe cortante y veloz del viento movido repentinamente por el paso cercano del aguijón contra su piel y aún así no se dañó su compostura en lo más mínimo. Sonrió luego, al escuchar las palabras del pelirrojo. La verdad era que ella tenía la suerte de ser uno de los no tan abundantes seres que no veían sus cualidades físicas perjudicadas si abandonaban su fase lupina. Sin embargo, y como había hecho anteriormente, no vio necesidad alguna de dejar al entrenador ver esto y por ende, sin decir palabra y como niña obediente, regresó a tomar la forma de una negra-rojiza cachorra de lobo, solo que al aparecer, lo hizo a las espaldas del Gizeh.

El aguijón se balanceó por encima de sus cabezas, como un águila decidiendo a por qué presa lanzarse.
- Como sea, normalmente casi siempre se es más lento como humano que como lobo, y sobre todo, menos útil, ya que no puedes usar los dientes ni las garras en un momento en el que se requiera rapidez...
Arakim caminó alrededor de Sahym, lentamente.
- Como ya sabrás, yo soy Mentor en Combate. Eso significa que no te enseñaré a usar tus poderes para sacarte un moco, te enseñaré a usarlos para hacer rendirse a un rival o, si tienes poca compasión, para matarlo.
El pelirrojo sonrió.
- Lección 2. Si quieres ganar, créete ganador. Si no crees ser mejor que tu rival acabarás recurriendo a ataques desesperados y estrategias pesimistas, y estarás pensando en posibilidades de escape continuamente.  Tu fracaso estará predicho desde el primer momento. Así pues... ¿Crees que puedes ganarme, Sahym? Tienes que creértelo. Tienes que visualizarme en el suelo suplicando tu perdón antes de enfrentarme... -alentó el Escorpión divertido.

[Arakim dando consejos de pelea a roleadores since 2015 xDDD]

La cachorra negra mantenía varias zonas de focalizacion activas en su mente: una en Arakim, otra en su ambiente, una dedicada exclusivamente al aguijón del pelirrojo...De hecho, ya casi no podía recordar la última vez que había centrado su omnipotente atención en un solo objeto o tema a menos que estuviese meditando, era algo del pasado. Escuchó las palabras del Gizeh con atención, una oscura estela de malicia y satisfacción que no estaba presente en el resto de sus expresiones apoderándose de sus ojos.
- Así visualizo a muchas personas....cuando estoy de buen humor....-musitó, hablando con una voz lúgubre a pesar de melódica y aniñada lo que uno solo podía rezar fuese el lado más macabro de la joven, y que no hubiese nada peor que ello.

Arakim soltó una carcajada.
- Lástima que a mí solo puedas verme suplicando en tus visiones. Yo jamás me inclinaría ante nadie excepto ante contadas damas... -El pelirrojo dirigió su aguijón hacia Sahym a la velocidad del rayo, al tiempo que la pata delantera se levantaba para formar una pinza enorme de escorpión, rodeándola para cortarla el paso a su vez.

La joven demostró tener reflejos más que buenos, reaccionó de manera inmediata, instantánea casi: una gran demostración de su ascendencia paterna. Saltó, increíblemente hacia la pinza del pelirrojo y cruzó entre la bifurcación en esta con una elegancia y velocidad envidiable. La verdad era que de haber sido de contextura robusta no habría podido atravesar aquel espacio lo suficientemente rápido como para evitar ser apresada entre las pinzas, pero ese no era el caso y velocidad era algo que le sobraba. Aterrizó en el piso, flanqueando al pelirrojo y sin perder ni siquiera una milésima de segundo hizo que la tierra se erizara, levantándose en forma de gruesos y mortíferos picos en dirección al pelirrojo y con una peligrosa aceleración, claramente con el objetivo de ensartarlo como si fuese un tierno pedazo de carne cruda, pues la fuerza con la que avanzaban los picos era suficiente para hacer eso y más.

Arakim no se detuvo a sorprenderse, sabía que la hija de tan temible pareja tendría una agilidad bien parecida. Sin perder un segundo se lanzó hacia Arakim aunque los picos de tierra se interpusieran; le resultó estúpidamente fácil hacerles estallar en arena dorada del desierto y atravesarlos. La visión nublada de arena sirvió para hacer emerger su aguijón hacia Sahym y clavarlo a su espalda, atrapando gran parte de su pelaje contra el suelo pero sin tocarla la piel.
Una vez inmovilizada le dirigió las mandíbulas abiertas al rostro, tan pequeño que hubiera cabido entre ellas.

Schädel llegó a paso lento, examinando el lugar desde la más pequeña de las rocas hasta El Gran Lago. Se detuvo y miró a su acompañante, el que tuvo la idea de venir hasta aquí. - Bien, hemos llegado. - dijo en un suspiro dedicando su mirada de nuevo al paisaje.

Hannibal, que se había convertido en lobo a mitad del camino, agitaba la cola alegremente, disfrutando del paisaje, repasando todos los lugares por los que había pasado atentamente para grabarlos en su Palacio de la Memoria cuando tuviera que irse. Si bien no tenía planes de hacerlo en ese momento, sabía que era un nómada por naturaleza y, tarde o temprano, su instinto le diría que tenía que buscar nuevos horizontes. Así que, mientras tanto, disfrutaría aquél lugar.
-Ah, pero que hermoso lugar-Dijo alzando la cabeza para admirar aquél paraje. Caminó un poco y hundió las patas en el agua, bebiendo una cantidad considerable de agua sin mancharse ni un poco el pelaje. ¿Cómo lo hacía? Ni siquiera él lo sabía.
De pronto, el lobo se atragantó. Una corriente eléctrica lo atravesó. Le estaba llegando un mensaje de su clan.
"Hannibal" Le llamó Minos. Por extraño que pareciera, el demonio no estaba intentando colarse de forma insidiosa como siempre, únicamente le estaba hablando.
"Lo sé. Esperaré órdenes" Respondió. Sin querer, se había desprendido de la realidad un tiempo considerable.

La van Kürten se sentó sobre una roca bastante grande. Coincidía con Hannibal en que aquel lugar tenía su encanto, hacía tiempo que no andaba por un lugar con tanta humedad en el aire, no desde su antigua manada.
Pudo ver que el lobo de tonos grisáceos se atragantó con el agua pero pudo recuperarse rápidamente. Después de varios minutos ella rompió el silencio.
- ¿Pasa algo? - preguntó, mirando a la nada y después al lobo, poniéndose cómoda encima de la roca, sus manos hacía atrás, sosteniéndola.