Gran Bosque

Sonrió de forma casi imperceptible, más para él que para ella. Estaba un tanto impresionado, si bien tenía su mente despejada y la guardia baja, no pensó que realmente aquella niña pudiera conocer su nombre completo, a pesar de que él mismo reconocía que era algo conocido en esos territorios.
La miró por un segundo apenas, aunque le fue suficiente para conseguir lo que quería.
-Y usted, señorita, es Velathri-Le dijo con simpleza, evitando deliberadamente mencionar su nombre completo por mero pragmatismo y ahorro de saliva. Hannibal no era especial partidario de los discursos largos e innecesarios, siempre que no fueran estrictamente obligatorios. Le había llamado de "usted" a pesar de su corta edad, utilizando su usual etiqueta y educación con quien se topara-¿Cómo sabe mi nombre?

La pequeña loba habría asentido para confirmar al Setan que estaba en lo correcto, su nombre era Velathri; sin embargo, consideró el hacerlo innecesario pues el Setan estaba completamente seguro de aquella información, cosa que no sorprendía a la joven Jëylls. Prosiguió a dar respuesta a la pregunta del lobo, "Mis lecciones, señor Setan. Mi padre considera importante el conocimiento de otros clanes, sus costumbres y sus miembros prominentes" Explicó, era cautivante como su dulce voz de infante podía portar tonos tan maduros.

El híbrido asintió lentamente con la cabeza, satisfecho con la explicación de la cachorra.
-No esperaba menos de Zekharia-Le dijo, sin prestar realmente mucha atención a sus palabras, más bien a sus pensamientos. Jamás había visto o interactuado con el Jëylls, sin embargo este le causaba una curiosidad tremenda, había escuchado su nombre y ciertas leyendas que lo rondaban. Ciertas o no, lo único que hacían era avivar la llama. Pensó que sería interesante tomar una taza de té con él algún día-Y dígame, señorita ¿Qué hace usted sola por estos lugares?

La pequeña loba se sentó con delicadeza, aún manteniendo una pose derecha y elegante. Su cola se posaba levemente frente sus patas delanteras, rodeando su cuerpo. No le sorprendió que supiera quién era su padre, muchos conocían su nombre y habían oído hablar de él pero muy pocos lo habían visto y menos aún habían trabado una conversación con el frío y enigmático hombre que era su progenitor. "Estaba dando un paseo. Es mi segundo día en esta manada y consideré apropiado el empezar a conocer los nuevos alrededores. Tengo también entendido que se supone debo estar acompañada, lamentablemente mi padre está actualmente tratando asuntos del clan y no había sido formalmente presentada a ningún otro miembro de la manada." Explicó, claramente un poco avergonzada de si misma al no respetar una regla impuesta por la líder tanto de Luna Azul como del Clan Jëylls, la verdad era que había supuesto que se encontraría, tarde o temprano, con otro miembro de la manda una vez dentro del bosque y había acertado.

Los ojos de Xanandra se clavaron penetrantes en los de Denya, directos y letales, pero enseguida su mirada recuperó aquel aspecto vacío e inexpresivo, y nuevamente volvió a encogerse de hombros en respuesta a su pregunta, sin añadir nada más.
Aunque había algo que la impulsaba a continuar aquella conversación con la extraña, no le dio mayor importancia y retomó su posición inicial, ignorando su presencia.

El híbrido imitó su acción, se sentó sobre sus cuartos traseros y se irguió, mostrando su gran altura. Su objetivo, por supuesto, no era el de asustar o intimidar a la cachorra, pero sí a quien se que estuviera cerca. Había otros en el lugar, de eso no había duda. Amenaza o no, no le agradaban en absoluto las presencias extrañas y menos cuando estaba en un lugar desolado como ese.
Miró de reojo a la Jëylls, que por el contrario que él parecía inmutable y serena. Sabía de antemano que ella no necesitaba protección -todo en su aura se lo indicaba-, y sin embargo él tenía una hija de su edad más o menos, por lo que simplemente no pudo evitar ese instinto protector.
-Si bien no conozco por completo estos lugares-Le dijo, sin bajar la guardia ni un poco-Podría supervisarla en sus siguientes aventuras. Así, usted no se metería en problemas con nadie del clan y yo podría aprovechar conocer más de aquí. Si usted lo aprueba, por supuesto.

La cachorra escuchó la propuesta del Setan, dándole la misma atención que a las palabras anteriores. En cualquier ocasión ella habría aceptado, por simple educación pero en este caso estaba verdaderamente interesada. "Es muy amable de su parte, señor Setan. Será un honor ser supervisada por usted." Musitó la joven. Era muy cierto el hecho de que consideraba un privilegio el permanecer en compañía de alguien con tanto renombre y que, sobre todo, hacia justicia a lo que las masas decían sobre él. La pequeña jamás tomaba en cuenta las descripciones ajenas, prefería juzgar ella misma a las personas pero era usual que, luego de llegar a sus conclusiones, las comparara.

El lobo entonces se levantó a una gran rapidez y se sacudió, dejando caer pequeños restos de tierra al suelo. Se estiró, y luego de meditarlo un poco, se transformó en humano. Lo hizo únicamente por estética, por el simple hecho de que no le agradaba ensuciarse y no tener conocimiento de eso. Así, se desempolvó un poco las mangas de su ropa, y, de nuevo, se volvió a su forma lobuna.
-Hay muchos Setan, pero solo un Lecter. Puede llamarme de ese modo, señorita, ¿Como prefiere que la llame a usted y a donde desea ir ahora?-Preguntó, intentando pasar por alto el hecho de que aún no se acostumbraba por completo ni estaba tan a gusto con título que le correspondía en dicho clan, considerando que primeramente había ingresado casi por obligación.

"Disculpe, señor Lecter" Se corrigió con prudencia y una leve bajada de cabeza. "Puede llamarme Velathri, si usted gusta" Respondió. La mayoría solía referirse a ella por su nombre o bien, cuando la formalidad era extrema, "señorita Jëylls". No ofreció el segundo nombre simplemente porque, en una situación similar a la que Hannibal le había planteado, había muchos Jëylls mas solo una Velathri y no consideraba necesario un protocolo tan extremo en esta situación. Fue entonces cuando se percibió un cambio en los alrededores, uno que vino acompañado de una potente aura oscura y un leve aroma a azufre en el aire. El ambiente se tornó más oscuro y tibio, y Velathri enseguida tomó cargo de la situación, sabiendo que aquello era producido en parte por obra de ella. Cerró sus azules ojos y el suelo marrón bajo una de sus patas delanteras comenzó a brillar, varias lineas rojas que emanaban de la niña formándose. Para ella el mensaje fue claro, la voz de su padre resonó en su mente entregándole un mensaje. Era en verdad peculiar, eran extremadamente pocos los seres que a su edad podían abrir un portal a través del Infierno y utilizarlo como medio de comunicación. Para otros, tales como Hannibal o Zekharia, era seguramente algo sencillo pero a veces uno podía olvidar que Velathri ea una niña. Respondió a su padre y prosiguió a cerrar aquel portal, las marcas rojas desapareciendo y absorbiendo la presencia que invadió el lugar mientras se retiraban, volviendo todo a la normalidad. "Lamento la interrupción, señor Lecter. Mi padre no suele tener suficiente tiempo para aguardar a una respuesta por mucho más que unos minutos." Era una costumbre para ella comunicarse inmediatamente con su padre ante los indicios de que él la había contactado. La niña había respondido por medio del uso de los principios básicos de la magia demoníaca, un arte que ya muy, muy pocos practicaban y que era particularmente inusual en seres tan jóvenes como ella. Zekharia le había informado a su hija que posiblemente tardaría unos días más en regresar de lo esperado inicialmente y que de suceder cualquier cosa ella debería responder a su tía, Atheret, a Kyrara o a cualquier otro adulto que ella considerara responsable, el Jëylls tenía mucha confianza en su hija pero como todo padre no podía evitar la necesidad de mantenerla a salvo ante cualquier posible situación.

Hannibal observó las cosas pasar, sin interferir, sin siquiera inmutarse, mostrándose inexpresivo pero no por eso dejaba de mostrarse un tanto sorprendido por lo que acababa de suceder. Repasó los hechos de una forma muy breve incluso para él, a quien le gustaba saborear cada cosa nueva que veía.
-Interesante-Susurró más para sí mismo-¿Su padre le ha enseñado a hacer eso?-Preguntó con genuina curiosidad, aún cavilando en su mente los hechos. No era gran partidario de los portales y, por lo mismo, no sabía a la perfección como se utilizaban, él más bien prefería comunicarse por telepatía.

"Así es" Confirmó la niña, "Mi padre sostiene que es un medio más seguro de comunicarse, no son muchos los que continúan utilizando estos pasajes y menos incluso los que pueden interceptarlos" Explicó, Zekharia tenía fama de ser un hombre sumamente desconfiado, nada raro teniendo tantos enemigos como los tenía y pudiendo acceder a este medio no tenía por qué arriesgarse a divulgar su posición, mucho menos la de su niña.

-El poder es un arma de doble filo, ¿No es cierto? Es impresionante e irónico como es capaz de darte tanta libertad como de quitártela de una sola vez.-Reflexionó rápidamente, pensando en él mismo y su relación con los Setan-Por todo lo que me ha dicho, puedo deducir que su padre ha sido su maestro durante todos estos años, ¿Me equivoco? Le ha enseñado muchas cosas que no cualquier padre le enseñaría a una niña a menos que tuviera la certeza de que esta podría ostentar un gran poder, me lo ha demostrado ahora mismo con ese despliegue de portales

La niña oyó con interés la introspección del híbrido, sin embargo algo le decía que no hubiera sido apropiado preguntar. Se limitó a responder a las palabras que habían sido específicamente dirigidas a ella, "Está usted en lo correcto, señor Lecter." Dijo y asintió, luego prosiguió a responder lo segundo dicho por el lobo, "Si es el caso no puedo hacer más que tratar de cumplir sus expectativas y es un halago que usted comparta esa opinión" Respondió, con modestia y gracia. Al parecer la niña carecía de la altanería tan propia de su clan.

-Es usted, señorita, un diamante en bruto que deberá ser pulido-Sonrió el híbrido, conociendo el estado en el que se encontraba como propio a su edad. Por experiencia propia, sabía que no había peor cosa que estar a la deriva, solo, en pleno desarrollo de la identidad y los poderes. Por supuesto que Velathri no estaba sola, sin embargo...-Las enseñanzas de los padres son las más significativas e importantes. Las primeras que tenemos y en las cuales nos basamos para enfrentar al mundo. Sí, y sin embargo, muchas veces estas carecen de la objetividad y dureza necesarias para guiarnos por el resto de nuestras vidas
Pensó en Salvatore Finnegan, su maestro. Si bien había sido lo más cercano a un padre que él había tenido después del fallecimiento de los propios, lo que menos tuvo él fue piedad con Hannibal y sus demás compañeros. Había tardado muchísimo en comprenderlo e incluso llegó a odiarlo, y sin embargo ahora se daba cuenta de lo diferente que sería si hubiera llevado únicamente la educación por parte de Giuseppe, su padre.

"Debo admitir que concuerdo con su pensamiento, señor Lecter y tal vez le sorprenda saber que mi padre opina igual que usted. Desde hace un par de meses que está buscando un tutor para mi, a demás de mi tía, claro está." Explicó. La pequeña damita de hielo debía admitir que una chispa de curiosidad se revolvía en ella ante la idea, era sabido por algunos que la niña tenía una magnífica predisposición a aprender y lo que es más importante, el deseo de hacerlo. La mayoría de los niños pensaban con disgusto en la hora de su próxima lección mientras que ella se limitaba a esperarla con placer, aguardando su inicio como si fuese una especie de premio. "Hay muchas cosas que saber, tanto con respecto a nuestras propias habilidades como sobre lo que nos rodea y quienes nos rodean...Uno jamás dejará de ser un ignorante, de una forma u otra" Reflexionó la joven.

Denya percibió que la chica blanca perdía el interés; le recordaba a una voluta de humo pálido y volátil. Interesada, la loba quiso provocar al ente que la acompañaba de manera silenciosa, pacífica, escribiendo en el suelo la palabra "Ven" con la pata y sabiendo que Aidan lo vería.
Sin embargo la tensión había vuelto a aparecer, aunque no fuera culpa suya. Decenas de ojos fantasmales se hacían cada vez más visibles (aunque solo para sus ojos) y permanecían detrás de los árboles, con recelo. Cualquiera con un poco de tacto podría sentirlos, aunque no verlos ni comprenderlos; sabía que semejante cantidad de espíritus solo podían pertenecer a las víctimas del tipo que tenía a cien metros; ese tal Hannibal.

Una extraña mueca se hizo eco en el rostro pálido de la niña, apenas perceptible, aunque nada cambió a su alrededor. El ente que la acompañaba parecía inquieto, perturbado. Ella ya había percibido aquello en otras ocasiones, conocía las razones por las cuales su compañero a veces solía alterarse. ¿Otros entes o espíritus? Probablemente.
En cualquier caso, no era compañía lo que había venido a buscar, así que empezó a pasear sus pies descalzos por entre las hojas que cubrían el suelo, en busca de la salida de aquel lugar.

Denya miró a su alrededor con una mueca de irritación, haciendo una seña para que los fantasmas que la rodeaban desaparecieran como si un fuerte viento les hubiera soplado. Sabía que estaban afectando a ambas desconocidas.
Pero no tardaban demasiado en volver a aparecer, como un ratón insistente regresando a por el queso. La loba solucionó el acto caminando en pos de Aidan, muy lentamente, hasta que Hannibal fuera quedando atrás a la vez que sus víctimas incorpóreas.

Hannibal detectó a Denya y se perdió de su charla con la cachorra un par de segundos. Sabía que podía ver todas las energías que jamás se separaban de su lado. Sonrió, un poco burlón, un poco cínico, recordando aquellos viejos tiempos "No tienes ni idea", pensó. Si bien había dejado atrás sus épocas oscuras, ya se había resignado a que las consecuencias de esto siempre le perseguirían, y ya se había acostumbrado a eso, importándole poco; el daño ya estaba hecho y su parte oscura estaba encadenada en las profundidades de su conciencia, sin intenciones de liberarla, al menos no en un futuro próximo.
Dejó atrás esos pensamientos, concentrándose de nuevo en Velathri.
-Discúlpeme, señorita, a veces simplemente no puedo evitar perderme en mis pensamientos-Le dijo, sinceramente apenado por lo descortés que había resultado su comportamiento. Falta de educación había sido la principal razón de sus tantos asesinatos, pensó-¿Y su padre ya tiene pensado algún prospecto? El no es un hombre que se fíe de cualquiera para que instruya a su hija

La joven Jëylls no se sintió ofendida cuando el señor Lecter se perdió en sus propios pensamientos unos segundos y aunque lo hubiese estado, jamás demostraría su desaprobación a un adulto, aún no le correspondía ese lugar a menos que su opinión fuera expresamente requerida, "No hay de qué disculparse, Señor Lecter" Respondió con educación, demostrando fineza en su voz, antes de proseguir a responder el segundo comentario del lobo adulto, "Mi padre no es un hombre que se fíe de cualquiera para nada en lo absoluto" Corrigió, de manera prolija y prudente la pequeña, esa era la verdad después de todo, "Hasta donde mis conocimientos alcanzan, aún no ha considerado a nadie de manera seria" Respondió. En ese momento, una idea invadió la rica mente de la pequeña Jëylls. Pasó unos cortos segundos en silencio, razonando y considerando aquello que había venido a su atención e interés, antes de que sus azules ojos regresaran al lobo, "Si me permite la opinión,..." comenzó, "creo que usted sería un mentor más que calificado." La voz de la niña fluyó sin problemas, mientras que otros tal vez se habrían sentido algo intimidados de hacer tal propuesta, "Sería todo un honor sumirme bajo su tutela. Claro, si usted esta de acuerdo por supuesto..." Finalizó y en silencio y con perfecta paciencia aguardó respuesta del Lecter.

Hannibal lo reflexionó unos minutos. La disonancia reinaba en su mente, acostumbrada a darle vueltas a todos los asuntos y masticarlos hasta saciarse. Por un lado, sabía expresamente lo delicada y precaria que era su situación en ese entonces, no solo respecto a él, sino igualmente a su clan, estaban en medio de una guerra, y sin embargo... simplemente no podía contra esa curiosidad y amor a la sabiduría que tanto le caracterizaban, aquella pasión por enseñar y ser enseñado claro está, todos y cada uno de sus alumnos le habían dejado aprendizajes importantes. Al final el Hannibal apasionado fue el vencedor. Sonrió, ahora de forma amplia.
-Será, señorita, todo un placer ser su mentor-Dijo, añorando sinceramente la época en la que se dedicaba a instruir a jóvenes criaturas-Sin embargo, le debo advertir, no será un camino fácil. La comodidad no va conmigo en absoluto, tampoco las consideraciones. Considero que usted es una persona que vale la pena y que no solo cumplirá, sino superará las expectativas que todos ponen en usted. Yo daré lo mejor de mí, si usted hace lo mismo. ¿Es un trato?
Acto seguido, se levantó, transformándose en un joven alto y presentable. Esperando la misma reacción de Velathri, le tendió la mano.

La joven escuchó al lobo, poniendo en cada una de sus palabras su atención. No esperaba menos, sabía que el camino que tenía por delante sería largo y arduo, que perdería muchas cosas en el...para ganar aún más. Siempre, desde el momento en que pudo formular oraciones y relacionarse con otros de manera efectiva, Velathri fue en ser que pensaba a futuro siempre que podía hacerlo. Luego imitó al hombre, una sombra negra la envolvió y velozmente pasó de su forma lupina a su forma humana. De esta manera parecía aún más prolija y propia que en la forma anterior. Un suceso muy extraño se dio después, algo que rara vez solía suceder, una pequeña, hermosa y sutil sonrisa se dibujó en sus pequeños labios. "Tenemos un trato" Confirmó y estiró su mano para tomar sin firmeza y de manera gentil pero con determinación aquella del Lecter, sellando el trato de esta manera. "Hablaré con mi padre tan pronto regrese de su misión, preferiría que lo escuchara de mi en persona. Aún así, tengo seguridad en que dará su aprobación" Musitó la joven.

-¡Ah! Maravilloso-Comentó el híbrido, con un entusiasmo casi infantil en su tono de voz. El retiro le había sentado muy bien, sin embargo, después de cientos de años aprendiendo, de vez en cuando era bastante bueno y variar un poco el modus operandi, siendo él el instructor y no el alumno por primera vez. Tendría que organizarse, priorizar y sin duda, ejercitar su paciencia y humildad. Había tenido muchos aprendices pasajeros que le necesitaban para algo específico, y sin embargo sus alumnos más veteranos (que eran muy escasos) habían pasado muchísimos años con él, retroalimentándose y creciendo en conjunto-Avíseme si a su padre le parece. Lamento decirle, señorita, que si este se niega, no podré ayudarle. Respeto y acepto más la autoridad de Zekharia como progenitor que la mía como maestro.

- Entiendo en su totalidad este concepto, señor Lecter- Respondió la joven, asintiendo levemente con la cabeza. Honestamente creía que su padre estaría más que satisfecho con la elección de su hija, pero Zekharia no era un hombre al que se podía dar por sentado tan sencillamente y de todas maneras, habría sido muy irrespetuoso de su parte como hija al tomar esta decisión sin consentimiento de su progenitor. - Como ya sabe, mi padre no regresará hasta dentro de un corto tiempo, mientras tanto estaría encantada de responder cualquier pregunta que desee hacerme -Agregó, puesto que no iniciarían el entrenamiento hasta tener la aprobación de Zekharia. Muchos de sus anteriores tutores, provisorios o incluso simplemente de materias más diplomáticas, habían hecho algunas preguntas con respecto a su persona antes de iniciar, posiblemente Hannibal tendría o no las suyas que inquirir.

Hannibal lo pensó un poco, tratando de ordenar un tanto sus ideas. Luego de unos segundos de meditar, al fin asintió con la cabeza.
-Bien, más que hacerle un interrogatorio, preferiría que usted y yo nos conociéramos mejor y que fuera un intercambio justo. Usted me hace una pregunta, yo respondo, y luego, yo le hago una pregunta a usted. Quid Pro Quo, Le digo cosas, usted me dice cosas-Respondió, sentándose tranquilamente en un tronco cercano, cruzando los dedos. Adoraba ese juego de palabras, el cual había utilizado innumerables veces con sus aprendices. Si bien parecía inocente en un cierto punto, servía de maravilla cuando quería conocer a alguien y él quería ser conocido. De ese modo había seleccionado a sus aprendices (y muchas veces ellos los habían seleccionado o no a él) por la manera en que respondían.-¿Desea comenzar usted? ¿O lo hago yo?