Gran Bosque

Seguía caminando algo apartado de él. La oscuridad no le era problema, después de todo el anillo que llevaba puesto le dejaba ver sin que haya luz, y quien sabe que otras cosas más dejaba hacer. Estaba atenta, sus sentidos estaban al 100%, concentrada en cualquier cosa que pudiera pasar. De repente sintió unas manos en su cadera, algo que la hizo sobresaltar y como acto reflejo tomo una de las manos y la volteó girando sobre si hasta dejarla detrás de la espalda de aquel ser.

-Ah...-profirió cuando supo de quien se trataba-... eras tu-comento al ver que la mano era de Arakim. Sonrió de lado al tiempo que lo soltaba y seguía caminando- Yo te lo advertí- murmuró.

Arakim se quedó un poco perplejo por su reacción. Según como había tanteado el asunto, a Amy no le molestaba del todo su presencia o ya se lo habría insinuado, pero tampoco esperaba tal movimiento.
- Tranquila. ¿Quién va a ser si no? Los osos no son tan cariñosos como yo... -advirtió de manera juguetona, manteniendo un par de segundos de tranquilidad y espacio, planeando en su mente.

Siguió caminando mientras lo escuchaba. Hecho la mirada hacia atrás pues Arakim se encontraba a sus espaldas.

-Lo dudo-murmuró la joven mientras se estiraba los guantes blancos de ceda que llevaba puestos. Sonrió de lado esperando ansiosa la respuesta de su compañero.

La joven niña albina llegaba caminando al lugar. Sabía que salir de allí sería complicado, mas no había nada que le atrajera más que perderse en un bosque. Por eso se encontraba allí aunque, a decir verdad, se había topado con este de pura casualidad.

Acababa de ingresar en la manada, tal vez fuese buena idea ir empezando a conocer a otros miembros más veteranos que ella. Solo tal vez, pues no era algo que le interesase especialmente, y aquel gigantesco sitio era el lugar perfecto para no tener que toparse con nadie. Además, no podía controlar a Aidan, y desconocía cuál sería su reacción con otros miembros.

Fueron varias las horas de caminata hasta que finalmente se detuvo, divisando a pocos metros a otros dos "intrusos del bosque". Por un momento su cuerpo se congeló. Permaneció inmóvil, totalmente quieta mientras los veía caminar a lo lejos.

Tan pronto como la extraña joven había llegado, una presencia más acrecentó el lugar, pero no era un aura llamativa ni cargante, más bien parecía aquellas personas vacías que podían llegar e irse sin que nadie se percatara.
Era una loba castaña, casi dorada y de pelaje suave, realizando su habitual paseo matutino y quedándose prendada de una presencia enormemente extraña e inusual a lo que normalmente había en Luna Azul.
Denya movió las orejas, percibiendo en el lugar uno de esos espíritus que ella sabía ver pero sin que su estadía se le revelara totalmente. No podía entenderlo. Era como si estuviera muerto y vivo a la vez.

Arakim siguió caminando hacia la oscuridad, llegando junto a Amy gracias a que esta se había parado. Se detuvo frente a ella, muy cerca, prácticamente sintiendo su aliento en su rostro como única presencia. A su alrededor la oscuridad era absoluta, y Arakim no veía (o fingía no ver) para excusar la proximidad que había entre ellos.
Estaba ansioso, por alguna razón. Demasiado cansado psicológicamente de tantos días de espera sin tener ningún beneficio personal o entretenimiento, pues se había librado de su hijo durante estas últimas semanas y Kyrara tampoco le había dejado a Sathiel para su entrenamiento.
Sin demasiada dilación agarró las manos de la chica, notándolas suaves por la seda. Se extrañó ligeramente, pero nada que pudiera distraer su mente del aliento de la chica al que se acercaba cada vez más.

No sabía con exactitud en que parte de la cueva estaba, bien podía ver gracias al anillo que llevaba puesto, más no podía reconocer en que punto exacto se encontraba. Eso la hizo suspirar soltando un poco de bronca ya que odiaba sentirse perdida. Fue entonces cuando sintió unas manos agarrar las suyas, alzó la cabeza y la corrió hacia atrás al ver la proximidad de Arakim. Gruño como acto reflejo y de un ágil y delicado movimiento se soltó y aparto, dejando que el muchacho se valla hacia delante y cayera, acto que le causo gracia y no dudo en reír.
Más la risa no duró mucho tiempo. De repente sintió como un aire cálido recorrió su cuerpo. Bufó pensando que era el muchacho nuevamente.

-Ya basta- murmuró al instante que estiro su mano hacia atrás con el fin de dar un golpe en la boca del estómago, pero resulta que no era Arakim quien estaba detrás. Miró adelante suyo y vio a su compañero irguiéndose mientras con su mano envuelta en el guante empezó a examinar a aquella criatura (más grande que ella) que se encontraba a sus espaldas, sin siquiera voltear.

La albina se mantenía en su posición, inmóvil como una roca, perdida en sus pensamientos. Quién sabe qué estaría pasando por su mente en aquel momento. Solo la fresca brisa que la acariciaba y el caer de las hojas de un árbol sobre ella la hicieron volver a la realidad.
-¿Aidan? -Le preguntó al viento, como si estuviese hablando sola.
Acto seguido volvió su cabeza ligeramente, tratando de entender lo que el ente le decía, hasta que sus claros ojos se detuvieron sobre la figura de una loba que se encontraba allí. No pareció exaltarse, ni siquiera movió un músculo de su cara. Simplemente fijó su mirada en ella en la distancia.

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Zigzag, si estás roleando con dos personajes evita hacer doble post y edita el anterior :3

Arakim soltó sus manos cuando la chica retrocedió, deteniéndose fácilmente para evitar caer. Que las mujeres se resistieran al principio era algo tan usual que no tenía motivos para actuar torpemente.
Cuando buscó a Amy con la mirada fue a preguntar, pero entonces logró insinuar la enorme silueta que había detrás de ella. Lentamente esta se fue moviendo, como un gran titán levantandose de su sueño.
- Lo ves? Si te hubieras quedado callada y besándome no tendríamos este pequeño problema. -susurró con ligera sorna.

Denya se mantenía inmóvil, silenciosa, mirando a la chica de tan blanca apariencia que había en la distancia. Inclinó la cabeza hacia un lado, con curiosidad y sin decir palabra.

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Voy. Espero que tú puedas borrar uno de los mensajes, porque yo no puedo.

Xanandra empezó a caminar en dirección a la desconocida. Sus pies descalzos se acomodaban perfectamente a la rugosidad del suelo, como si ya estuviera acostumbrada a ello. Su caminar era lento, calmado y elegante. Medía cada paso con total delicadeza, como si de un felino se tratase. Sus fríos ojos parecían estar perdidos en una realidad alterna, ausentes. Sin embargo, ella no se detuvo hasta encontrarse a un metro de distancia de la loba. La miró, atenta y directa, mas inánime. Como si su alma hubiese desocupado aquel cuerpo vacío de emociones.

—¡No Kyklo, por supuesto que no!—Una voz infantil y energetica interrumpio la quietud del bosque. Ramas pequeñas y hojas secas crujian bajo el peso de pequeñas pisadas. Acompañando a la voz, podia escucharse un tenue zumbido, como si estuviera respondiendo a la frase dicha por el primer ser.
—Te digo que no, se perfectamente a donde voy.—Exclamo una vez más. Entre los arboles y caminando sin rumbo, se apreciaba la silueta de una pequeña de no más de 8 años de edad. Su largo pelo castaño y enredado ondulaba ligeramente tras ella. Talvez su rasgo mas notorio eran sus vividos ojos morados.
Tras andar y andar durante varios minutos, la niña se detuvo. Estaba a punto de soltar un suspiro cuando un zumbido del colibri que volaba a su lado la interrumpio. —¡Esta bien!.. lo admito Kyklo, estamos perdidos.—Dijo bufando e inflando sus mejillas en señal de irritacion. Se dejo caer de sentón sobre el musgo y las hojas, con las piernas estiradas y los brazos cruzados. Entrecerro los ojos y arrugo el ceño, como si hubiera visto algo desagradable, en señal de estar pensando. Kyklo se poso en su hombro. —Vamos a encontrar el camino, puedes estar seguro de eso.—Aseguro la niña a su compañia. Todo esto mientras pensaba en una forma de saber donde diablos se encontraba y mas importante, como salir del bosque... tanto arbol por doquier comenzaba a irritarla mas de lo que ya estaba.

Denya se encontraba parada, en silencio, con expresión curiosa en vez de aquella impasible que tenía habitualmente. Cuando Xanandra frenó frente a ella sus ojos pasaron de su cuerpo a la figura intangible que la acompañaba un poco más lejos, y de nuevo a ella.
- ¿Estás bien, querida? -preguntó de repente, con la voz suave y dulce que la caracterizaba.

La joven puso los ojos en blanco ante lo que sus oídos escucharon ¿Callada y besándolo? ¿que acaso se tenía que comportar como aquellas damas de la edad antigua en la que solo obedecían y complacían a su marido y hacían la tarea del hogar? Pfff... no no no, claro que no. Aun así disimuló su enojo, y bastante bien, con una risa sarcástica que fue tapada por el rugido de aquella bestia. La muchacha dio unos pasos al frente, quedando al lado de su acompañante.

-Hay que hacer que salga, así lo vemos bien ¿no crees?-

Arakim no capto, o no quiso captar su tono de voz. Probablemente sonara machista, pero para el las mujeres eran un simple objeto de satisfaccion que iban cambiado de manos.
- Si quieres enfrentarlo si, la otra opcion es salir por patas. Aunque eso es demasiado patetico para mi -declaro altivamente, mirando la mole hecha gruñidos. Tomo su forma de lobo y alzo la cola de excorpion en medio de la oscuridad, clavandola en aquel cuerpo hasta que oyo un rugido. Luego la saco y retrocedio hasta la salida, siendo imitado por aquella bestia.

Fue un viento húmedo la que la rodeó para pasar a su faceta lobuna. Sin más salió por detrás de la criatura enorme dejando que la tenue luz incidiera en blanco pelaje. Miró a la gran criatura algo estupefacta, tenía el mismo físico que un oso: Pelaje, color, aroma, rostro, pero sus colmillos sobresalían como los de un diente de sable: Agudos y blancos, duros como el mármol. Sus garras eran negras y afiladas y de su lomo unos huesos planos terminados en puntas (como los mismos huesos que le sobresalían al Stegosaurus).

-Valla espécimen-murmuró sorprendida.

El pelirrojo alzo una ceja, aun encarado al animal y con una expresion sorprendida en el rostro.
- Que les pasó a los osos de hoy en día?
Sin mas dilacion, envio su aguijon al rostro del animal, clavandoselo entre los ojos y destilando veneno.

La joven albina no pareció inmutarse en principio. Se mantuvo impasible, como siempre, hasta que la desconocida se dirigió a ella. Antes de responder, bajó suavemente su mirada hacia sí misma, como si estuviese examinando su cuerpo: piernas, manos, codos... Con total calma y precisión.
Cuando acabó, volvió a fijar sus ojos en los de la loba, asintiendo muy levemente en respuesta a su pregunta.

Denya se quedó perpleja al mirarla y se echó a reír, muy suavemente, casi como si solo estuviera expulsando aire.
- No me refiero a físicamente. -La observó con una pequeña sonrisa de curiosidad-. Tienes fuera algo que debería estar dentro.

Ella no dijo nada. La miraba de aquella forma implacable y directa, aunque inexpresiva. Fue uno de los árboles cercanos a Denya lo que interrumpió la calma del lugar. Este empezó a moverse, inclinándose de una lado a otro como si un gigante lo estuviese moviendo, alterando ligeramente la tierra y provocando la caída de algunas de sus hojas. Al poco finalmente se detuvo.

Denya se vio obligada a desviar la vista de esa singular criatura blanca para vigilar el movimiento del árbol. No se sintió precisamente más calmada cuando cesó, sino que su enrarecida curiosidad recién despertada estaba palmeando su corazón una y otra vez, preguntándose continuamente qué sería aquella presencia que acompañaba a Xanandra y dónde se encontraba. Si la había visto en algún momento, ahora no parecía tener la dignidad de encontrarla, y la simple pregunta de por qué acompañaba a la joven servía para agudizar aún más su interés.
- Quién es? -preguntó simplemente, con sus ojos oscuros clavados en los claros de la chica.

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Cuando el oso movió su enorme zarpa hacia el rostro sonriente y consentido de Arakim, el pelirrojo desapareció sin dejar rastro.

La niña se encogió de hombros sin apenas inmutarse, como si realmente no pudiera responder con total certeza a aquella pregunta. Realmente, ¿quién era? ¿De dónde procedía? Enigmas que hasta ella desconocía.
—Es Aidan —se limitó a responder.

Denya se limitó a asentir, como si aquel nombre hubiera supuesto una explicación kilométrica. La loba siempre había sido así de paciente, al fin y al cabo, tenía todo el tiempo del mundo.
- ¿Es tu amiga? -preguntó después, con aquella voz suave y dulce.

El enorme lobo hizo su aparición en el lugar. Si bien hacía horas que se encontraba ahí, no había dejado verse por alguna razón personal que no estaba a discusión. Sintió la blanda tierra bajo sus garras, concentrándose en nada más que la frescura que lo rodeaba.
Una liebre pasó junto a él sin inmutarse ni un poco, al lobo no le importó ni un poco, su objetivo no era asustarla. Por ahora. Se recostó bajo un árbol sin bajar la guardia... había sentido otra presencia.

La lobezna se movía de manera peculiar. La torpeza ya había abandonado sus patas, y a estas alturas había dominado el arte de la buena postura y el elegante, grácil caminar. Su pelaje violáceo contrastaba con los tonos tierras y verdes de su alrededor, pero aún así había algo armonioso en aquella combinación de tonos, un equilibrio. No fue necesario el paso de demasiado tiempo para que la pequeña loba percibiera la presencia de un tercero, quien poco después entró en su rango de visión así como ella en el de él. Normalmente habría preferido retirarse, si bien era curiosa no encontraba educado interrumpir a los adultos pero a estas alturas, sabía que él ya la había percibido y hubiese sido aún más descortés ignorarlo. Se mantuvo en pie y a unos metros del lobo, aún así su tamaño era considerablemente menor y se decidió a permanecer en silencio, utilizando una reverencia de cabeza como saludo y guardando las palabras para responder si es que el lobo se dirigía a ella.

-Buenos días-Se dirigió a ella con total tranquilidad, hablando en un tono neutro, susurrante, como si se estuviera dirigiendo a una adulta.
No le agradaba en absoluto esa creencia tan arraigada de algunos que dictaba que a los niños y bebés se les tenía que hablar de una forma empalagosa y fingida, como si no tuvieran el intelecto de entender una conversación seria.
Le era extraño ver a un cachorro de su edad andando por esos lares tan desolados, supuso que quizá algún adulto estuviera con ella, y sin embargo no sintió otra presencia. Se mantuvo al margen, tratando de no parecer una amenaza tanto para ella o al hipotético adulto que había ideado su mente.

"Buenos días, señor" Respondió la cachorra, de manera respetuosa y recolectada, su tono igualando la neutralidad de aquel que había usado el adulto momentos antes. Los ojos azules de la lobezna miraban al desconocido, pero no con escrutinio u intensidad, todo en ella parecía de alguna forma u otra moderado y tranquilo. Si bien sus expresiones no dieron testimonio de ello y mantuvieron su nulidad, la joven tuvo la impresión de reconocer al hombre, recordarlo de una de sus muchas lecciones con respecto a otros clanes y sus miembros. "Si no es indiscreción preguntar, ¿es usted Hannibal Lecter Setan?" Inquirió la pequeña.