Acantilado "Ojo de Dios"

El híbrido tomó interés en aquel cambio de la florecilla, mas no prestó demasiada atención, únicamente la miró de reojo para después fijar su mirada de nuevo en el horizonte.
Hannibal suspiró con pocas ganas sin ningún motivo específico, simplemente era una costumbre muy extraña en él, inspirar profundo solo por que sí. De pronto, sintió una punzada de dolor en el pecho y luego en la cabeza, justo en la nuca. Gruñó un tanto disgustado, sabiendo lo que sucedería si no lograba controlarse. Era Minos, removiéndose en su interior. Trató de controlarse, sin embargo las manos le empezaron a temblar casi imperceptiblemente. El híbrido enfocó la vista en unas aves que pasaban justo arriba suyo, tratando de distraerse.

La loba escuchó aquel gruñido de disgusto por parte del extraño. Bajó las orejas - ¿Pasa algo? - preguntó un poco desinteresada la loba. Seguía sin mirarlo pero su voz era lo demasiado fuerte para ser escuchada por aquel hombre sentado a unos cuantos metros lejos de ella.

Alzó la vista hacia la loba y un pequeño escalofrío recorrió su cuerpo. Debía marcharse de ahí lo más pronto posible o si no podría hacerle daño, o iniciar una pelea que claramente no tenía la intención de llevar.
-...No-Resopló muy bajo, incorporándose y transformándose en lobo, sabiendo de antemano que, si algo sucedía, en su forma canina tenía menos destreza manejando ciertas técnicas que en la humana.
Caminó con dificultad, aún con el dolor punzante quemándole la nuca.

La loba volteó a mirarlo esta vez. Vio que se había transformado en su forma lobuna. Su andar y el momento en que le había contestado le hicieron sospechar. Se levantó y todo su cuerpo estaba dirigido a él. - No parece que estuvieras bien - dijo en un tono serio.

-Aléjate-Le dijo, cuando sintió que el dolor era cada vez peor.
Quizá no podría controlar a Minos por esta vez, pues el demonio se abría paso dentro de él a una gran velocidad y con una fuerza impresionante, tanta como aquél día en el que había masacrado a una aldea entera solo para darle una lección.
En un pequeño momento de lucidez, Hannibal se cuestionó seriamente el porqué Minos había decidido despertar en ese preciso instante. El demonio, a pesar de que no se llevaba nada bien con él, era el más tranquilo de sus hermanos, y únicamente intentaba dominarlo cuando tenía una buena razón.

La loba frunció el seño. Algo malo pasaba con aquel extraño pero no sabía que era. Decidió hacerle caso, sentándose a unos cuantos metros de él.

El lobo gimió adolorido, enterrando las garras en el piso, sintiendo cada vez más cerca la inevitable disociación. La última vez que le había pasado, había arrasado con una aldea entera sin darse cuenta. Debía impedir que algo de esa magnitud pasara en plena manada, y más cuando su hija estaba tan cerca...
-Soy desde antes que todas las cosas. Soy el Dios de Dioses, soy el Señor de la Oscuridad, y amo de Magos. Soy el poder y el conocimiento, soy el génesis y el apocalipsis, el alfa y el omega, el primero y el último, el principio y el fin-Empezó a hablar con un susurro, como si estuviera orando algún extraño conjuro. Era una catarsis, una manera de distraerse de la realidad enseñada por su maestro diseñada especialmente cuando sentía que perdía el control. Repitió la oración al menos diez veces, sintiendo como poco a poco el otro dentro de él cedía.

La loba bajó las orejas y gruñó por lo bajo. Se acerco un poco al extraño. Algo extraño estaba pasando con él. No sabía que era así que era mejor mantener cierta distancia atenta a cualquier acción agresiva.

- Eres alguien interesante eh - dijo para si misma en un tono muy bajo.

Al fin, como si nada hubiera pasado, el control de su cuerpo regresó tan pronto como se había ido. Hannibal tembló por completo, exhausto ante lo que había sucedido. No era la primera vez que luchaba contra Minos, sin embargo sus intrusiones se habían hecho cada vez más recurrentes y dolorosas.
-Gracias-Le dijo con una media sonrisa torcida, cansada.-Me llamo Hannibal Lecter, es medio día, estoy en el Acantilado Ojo de Dios, acabo de se asediado por Minos y hay una mujer al lado mío-Habló para sí, utilizando otra técnica para probar su orientación en espacio, tiempo y persona.-Lamento que haya tenido que ver eso, señorita-Se disculpó, ya más compuesto.

La loba se tranquilizó un poco pero sin bajar la guardia. Su cuerpo ahora estaba espigado y su pelaje ya no estaba erizado. - He visto cosas peores - le dijo con una voz melodiosa. Era su manera se decir que no se preocupara.

El chico se transformó en humano nuevamente. Se miró la ropa con disgusto, estaba arrugada y manchada de tierra. Suspiró desganado y se sentó justo donde había estado antes, pero de una forma más suelta y tranquila, de una u otra manera se sentía liberado.
-No dudaré de sus palabras, señorita...-Le dijo mirándola, esperando quizá que se mostrara como humana o simplemente le dijera su nombre. Le parecía interesante esa chica, era la única que no había corrido en años cuando presentaba una de sus disociaciones.

La loba observó la transformación del joven. Podia notar que estaba un poco más suelto, tranquilo. Le dedicó una sonrisa burlona - de acuerdo. Quien eres? - quiso saber la azabache sentandose est vez un poco más cerca del jovem hombre.

El alzó la ceja, extrañamente relajado y tranquilo. No le sorprendió en lo absoluto que ella evadiera su pregunta y realmente no se lo tomó en serio, por lo poco que había visto a esa loba, era alguien bastante distante y reservada. Se sentía alagado de hecho, pues supuso que ella no le dedicaría más de dos palabras a la mayoría de las criaturas.
-Hannibal-Le dijo con simpleza, omitiendo deliberadamente el resto, considerando bastante formal el mencionar su apellido y título, con eso bastaría, pensó.-¿Y usted, señorita?

La loba inclinó un poco a modo de saludo - es un gusto conocerte, Hannibal - hizo una pausa - Schädel - se presentó finalmente. Su fría mirada dorada se clavó en los ojos de Hannibal. Le parecía alguien interesante con quien pasar el rato.

-Schädel, un hermoso nombre para una hermosa señorita-Le dijo a modo de flirteo sin intenciones encubiertas. Sonrió de lado, examinando la identidad que acababa ser revelada-Sin duda alguna, un nombre mítico y poderoso, pero al mismo tiempo elegante y solemne. Quien sea que la haya nombrado, Schädel, debió haber elegido con sumo cuidado, un nombre así, merece alguien digno de llevarlo. Es por eso que usted ha recibido ese honor, ¿Me equivoco?

La loba sonrió - gracias - de un segundo a otro aquella loba se convirtió en una hermosa joven delgada de unos 20 años a lo mucho. Llevaba unos shorts de mezclilla negros con unas medias de encaje, negras también. Unos botines blancos, un poco sucios y maltratados debido al uso que les.daba. una blusa blanca sin mangas hacía que su collar resaltara. Lllevaba su cabello negro suelto, lacio. Se encontraba parada aun lado de Hannibal, mirándolo. - No, no te equivocas. - hizo uma pequeña pausa - mi padre lo escogió . - terminó diciendo apartando su mirada.

El chico reprimió un suspiro, simplemente alzó la ceja como hacía un rato. Se rascó la mejilla en un impulso, sintiendo ya lo rasposo del vello facial que empezaba a asomarse. Asintió ligeramente, pensando.
-El mío, por el contrario, lo eligió mi madre-Apenas era una memoria muy vaga y demasiado distorsionada como para ser real, sin embargo recordaba como su madre le llamaba mientras corría por el bosque junto con su hermana menor. Se perdió en su mente por un momento, viendo el horizonte, reflexionando. Sin embargo, no tardó mucho en volver a la realidad.-¿Gusta sentarse?-Le preguntó a la chica, mientras golpeaba suavemente el pasto, indicándole que fuera a su lado.

La chica suspiró y aceptó el sentarse. Tenía las piernas recogosas y las abrazaba con sus brazos, aferrandose a sus muñecas y sus pulseras. Miraba hacia el horizonte.
- es un buen.nombre - dijo para romper el hielo. - me.gusta - terminó diciendo, ahora.mirándolo a.él.

-Significa "Regalo de Baal", un dios que los humanos adoraban en la antigüedad-Dijo, mirando de reojo a Schädel.-Aunque, de hecho, me lo pusieron en honor a mi bisabuelo... era llamado Hannibal el Terrible. Era un hombre de guerra, sin duda mi padre quería que heredara su título de Conde... pero las cosas cambiaron.-Habló bajo, dejando que el viento le revolviera los rebeldes mechones de cabello, los cuales le hicieron cosquillas en la frente. Se sentía extrañamente bien, en confianza, a pesar de que apenas conocía a la chica con la que estaba entablando conversación.

Schädel escuchaba con atención. Miró nuevamente el horizonte. - Muchas veces los demás esperan algo específico de nosotros pero pueden llegar a desepcionarse si decimos cambiar ese... destino. Hay quienes pueden llegar a matarte en un ataque de histeria. - dijo haciendo comillas con sus dedos en la palabra destino, sabía muy bien de lo que hablaba.

"Dígaselo a Minos", pensó con desgana y un tanto de enojo. Jamás se había llevado bien con él, desde que tenía conocimiento, Hannibal siempre se quiso deshacer de él por todos los medios posibles, incluso llegó a arriesgar su vida con tal de separarse del demonio que lo poseía, aún sabiendo que era su abuelo. Le había causado muchísimos problemas, lo había arrastrado al clan Setan sin su consentimiento, lo poseía en los momentos menos oportunos y le susurraba amenazas cuando no estaba de acuerdo con él.
Gruñó sin percatarse, ensimismado en sus pensamientos. Dándose cuenta de su acción, recobró la compostura.
-Disculpe usted, señorita-Dijo ya con más calma-Su reflexión me hizo ponerme a pensar en aquello que llaman destino. Es curioso, yo no creía en ello, y sin embargo los oráculos me han demostrado innumerables veces que tengo un camino que seguir... aunque no lo quiera

La loba simplemente permaneció en silencio. Empezaba a creer que aquel joven tenía algún secreto. No le importaba demasiado. Suspiró, recordaba todo lo que había pasado antes de estar aquí, dentro de su clan y de esta manada. Escuchó el gruñido de Hannibal y lo miró solo de reojo.
- No te preocupes. - hizo una pequeña pausa. - No siempre se trata de eso. Puede que haya algo a lo que tenemos que llegar en un punto de nuestras vidas haciendo sacrificios, pero he aprendido que, el destino, puede llegar a cambiarse, no necesariamente lo que te muestran los oráculos tiene que ser así.-

-Los oráculos me dijeron que mi esposa podría ser revivida-Mencionó en un susurro bastante triste-Pero no que moriría después-Hannibal suspiró con desgana, ya habían pasado casi dos años del fallecimiento de Clarice, y, a pesar de que la extrañaba, la herida ya no dolía tanto, se sentía, más bien, como una cicatriz mal curada que daría comezón durante algún tiempo más antes de cerrar por completo-Al parecer, mi hija también es oráculo, o algo parecido. Es muy pequeña, yo no le creía al principio, pensé que lo que decía eran simples fantasías de niños... dijo que tendría dos nuevos hermanos y otra madre, y sinceramente lo veía imposible, hasta que llegó Abigail...
Fue, más que nada, una introspección, una manera de asimilar las cosas en voz alta.

La chica lo miró - Lo siento - se disculpó al saber sobre la muerte de su primera esposa. - Bueno, supongo que puede haber pequeñas excepciones. - Comentó en un tono pensativo, mirando por una fracción de segundo al cielo y volver su mirada a Hannibal. Ella no sabía mucho de esas cosas pero sí lo más importante. Hubo un silencio entre ellos, no era de esos silencios incómodos todo lo contrario.
- No sabía que tenías una hija - comentó - ¿´Puedo saber su nombre? - preguntó a modo de curiosidad.

-Clío-Dijo sin pensarlo mucho-Ese era el nombre de mi madre. Casi no la recuerdo, pero siento que de ese modo podría honrarla...-Se quedó pensativo unos minutos. Después de ese tiempo, alzó la cabeza y sonrió de forma más abierta que antes, mucho más tranquilo, como si se hubiera liberado de un peso.
Miró a Schädel directo a sus ojos, encontrando su reflejo en aquellos orbes café oscuro.
-Ya he hablado demasiado de mí-Le dijo, sin borrar aquella sonrisa-Hábleme de usted, Schädel. Me gusta conocer a la gente