MONTE DEL PASO

Su respuesta fue inmediata. Dio un paso hacia adelante, su inmensa pata creando profundos quiebres en la tierra debajo. Su espalda estaba arqueada y los labios de su hocico plegados revelando los colmillos en la que incontables seres habían perdido su vida. El mensaje estaba claro. Quería al desconocido lejos de su pareja y si este capricho no le era cumplido tendría que alejarlo él mismo. Su actitud, en conclusión, era puramente posesiva y territorial. Después de todo, los viejos hábitos son difíciles de romper, ¿no?

El lobo más joven se sentó, aún ladeando la cola expectante sobre el desenlace de la situación. Si había alguien más posesivo que él, era su propio padre.
Con pereza y muecas entremedio, Kyrara se puso en pie, estirando sus manos a Alexander para ayudarlo a pararse.
-Hola, Eben-Saludó ella sin alejarse ni un centímetro de su preciado Lex, tenía la vaga sensación de que si el Urkanger tenía posibilidad, iba a hincarle un colmillo o quizás dos.
Miró a su hijo con aquellos regaños sin necesidad de palabra, sabía lo que pensaba y lo advertía de exactamente lo mismo que a su pareja, ni un movimiento extraño o iban a hacerla enfadar.

Alexander continuó relajado y aún algo cansado, le dio la mano a Kyrara pero la dejó cargar con todo su peso apenas aportando un poco en el trabajo de ponerse de pie. Cuando al fin lo logró, alzó la mano en un gesto de saludo, levantando su dedo índice y mediano, acompañándose de una amplia sonrisa y los ojos aun adormilados.
-¿Cómo están todos? - preguntó, pocas veces se había podido encontrar últimamente con su amiga más antigua, y cada vez que lo hacía perdía su oportunidad de hablar con ella. Se había vuelto costumbre.

El Rey del Norte no dudo en avanzar, aún en la inmensidad de su forma lupina hasta hacerse paso entre la pelirroja y el hombre a quien al momento solo podía relacionar con una relación de repudio bastante importante. Al pasar cerca de él le obsequió una violenta mirada. Su pareja estaba en lo cierto, Eben estaba muy dispuesto a a trabar sus fauces en el individuo si la mínima oportunidad se presentaba. Pronto tomó su forma humana. Como de costumbre, su torso estaba descubierto, las marcas negras que parecían tatuajes atravesando su piel. Su forma lupina era gigante pero la humana, con su bien pasados dos metros de altura y un peligroso ancho de hombros no se quedaba atrás. Por supuesto se paró junto a Kyrara. O más bien, levemente por delante de ella queriendo actuar como una pared entre su pareja y el hombre.
- Podría estar bastante mejor...-comentó, su grave voz con un claro tono de leve agresividad.

-Eben...-Suspiró con una media sonrisa, como si el comportamiento intentara enojarla pero acabara por darle ternura.-Él es Alexander Crisvector, líder del Clan Crisvector y, mi mejor amigo-Presentó apoyando una de sus manos con la mayor delicadeza del mundo sobre un lateral  del torso del Urkanger, a modo de caricia o reconfortación ante tales palabras y clasificación ante Lex. Kyrara no poseía demasiada gente de su confianza, pero sin dudas el chico líder Crisvector era uno de ellos.
Por otro lado, Sathiel agachó las orejas, avanzando a la par de su padre para cubrir el flanco libre de su madre, era sin lugar a dudas una barrera irrompible entre Alexander, Eben, Sathiel y Kyrara.

El joven sólo pudo ampliar su sonrisa. Aunque aquel hombre estuviera ahogado en ira o si simplemente estaba un poco molesto, Lex pensó que en aquel momento sería muy difícil que se iniciara un pleito...
-Hola de nuevo, Eben... un gusto - le volvió a saludar. Pero aunque trataba hasta cierto punto de ser cortés, la verdad es que tenía bastantes ganas de poder hablar con la pelirroja que hacía tanto no veía. En lugar de esperar a que Eben le contestara, esperó a que Kyrara abriera un nuevo tema de conversación con él, que le contara o preguntara cualquier cosa. La miró dándole a conocer sus intenciones de reiniciar su encuentro.

La mirada ambarina del Urkanger se desvió a su hijo mayor, no sonrió con orgullo simplemente porque aún lo carcomía la ira de la escena que hacia unos minutos había presenciado. Luego se volvió a posar, cortante y amenazadora en el Crisvector. Hacía demasiado tiempo que Eben no visitaba a su familia. Mucho tiempo de verdad. Y todo recaía en culpa del mismo ser que lo había alterado desde un inicio y que ahora era vigilado minuciosamente por todos sus altos mandos en Jotunheim. Maldecía el día en que esa mujer vino al mundo.

Pronto los aires de tensión cambiaron. Se volvieron mucho más holgados, pesados....había quienes incluso habrían dicho tristes. Aún así el aura del ser era punzante, peligrosa. Poseedora de un enorme poder y muy fluida, envolvente. Poco después entre nébulas rojizas se materializó en el lugar una joven y elegante niña con ojos más azules que los más brillantes zafiros. Jëylls. Pero su cabello, rubio pálido y sedoso también indicaba otra cosa. Urkanger. Y había sido desde el incidente, que había tenido lugar hace menos de un año que ahora también había otra esencia pura en su sangre. Demonio. Y la tercera a veces parecía opacar a las anteriores con su inmensa intensidad. Un ser tan joven que ya conocía la muerte, el infierno y la agonía. Pero los conocimientos ciertamente cobraron en ella un precio muy elevado. Sahym ya no era la misma de antes. Ni jamás lo volvería a ser.

Camino hasta su hermano, parándose muy cerca a él. Había algunas cosas que no habían cambiado. Una de ellas era el profundo amor a su familia y sobre todos ellos, a su hermano mellizo.

Kyrara sonrió dándole la bienvenida a su pequeña-Sayhm, él es Alexander-Indicó dando una señal de saludo, si algo detestaba Kyrara era la falta de respeto... ¿Y que Jëylls no lo hacía? Suspiró entendiendo el momento incómodo que absolutamente todos parecían pasar; excepto Sathiel que aún parecía disfrutar.
-Basta-Exclamó claramente en forma de advertencia, su paciencia estaba en conflicto directo entre dos lados de su corazón.-¿Por qué no se conocen? Quizás hasta se lleven bien, cuando vi a Lex por primera vez...-Inició la pelirroja, pasando casi escurridizamente por la guardia de Eben y Sathiel, como si las palabras fueran esa capa de humo para escabullirse-Quise asesinarlo, como tu ahora, querido-Sonrió a su pareja, quedando nuevamente entre el Crisvector y sus amados Urkanger.
Sathiel la miró comprendiendo claramente, o se calmaban o correrían el mayor peligro: su madre enojada... El joven aún en forma lupina apoyó muy poco peso sobre Sayhm, superandola en tamaño y cubriendo su lateral con su pelaje espeso y oscuro, como protección, caricia y cercanía.

Pero Alexander seguía sonriendo. Él estaba teniendo un momento agradable. Sí, prefería estar con ella para hablar de lo que ha pasado en sus vidas o cualquier tontería, pero eso no le impedía pasar un buen rato, como siempre, aunque la situación pareciera intentar que no lo lograse.
-Hola, Sahym…  - saludó alegre a la niña con una extraña sonrisa que mostraba sus dientes.
Seguía algo cansado y con unas ganas intensas de tirarse al suelo y dormir... pero la plática le llamaba la atención.

La rubia niña guió las peculiares orbes azules que llevaba por ojos al desconocido cuando su madre lo presentó. Su mirada era firme, fría, que de alguna manera decía "Reconozco tu presencia y se que estas aquí" pero ella parecía sumida en otro lado. Incluso cuando estaba más al tanto de lo que sucedía en esta realidad que muchos otros. Parecía vacía y al igual que su hermano, no ofreció mucho más saludo aunque tampoco parecía precisamente descortés. Simplemente ella.

Eben gruñó una última vez de manera rezongona. Al igual que su hijo, no deseaba provocar la furia de su hermosa y peligrosa prometida pero estaba más que dispuesto a soportar sus terribles regaños si el famoso Alexander movía un dedo de una forma que Eben considerara provocativa.

Kyrara entrecerró los ojos casi suspirando de resignación-¿Dónde estuviste? ¿Cliff, Isis?-Preguntó cortando e intentando de quitarle protagonismo al mal momento, mirando obviamente a Alexander, sonriendo de oreja a oreja.
Sathiel, aún pegado -literalmente- a su hermana, elevó sus orejas a las palabras de su madre, extrañado en cierto punto por aquella sonrisa que se dibujaba en sus labios carmesí.
-El asunto de los Krivhlid y algunos problemas aquí me han tenido bastante alejada de ellos, y de ti-Añadió.

Él no pudo evitar sonreír de una forma quizá sarcástica o socarrona, aunque buscó de inmediato recomponerse y prestar atención a lo que decía la Jëylls. La entendía, tenía demasiados asuntos que atender, aun así planeó en un futuro cercano hacerle berrinche para tentarla a hacer un “espacio en su agenda”.
-También he estado en algunos asuntos… - dijo animado. – Debo contarte… pero ya habrá tiempo. – dijo sonriendo como al principio y mordiendo su lengua. – Tu… digo, Cliff ha estado bien, Isis también… ya sabes… pero dime, ¿qué ha pasado con ese problema? ¿Vas a estar bien? – preguntó un tanto más serio, incluso preocupado, y ladeando ligeramente la cabeza.

Eben pareció relajarse aunque sea solo un poco ahora que la conversación pareció tomar rutas que le eran menos molestas. Aunque la idea de su pareja hablando con otro hombre siempre le resultara irritante en algún nivel. Su mirada se entrecerró y se hizo más filosa cuando el tal Alexander decidió omitir su comentario sobre Cliff...

Sahym apoyaba su peso levemente sobre el costado de la enorme figura lupina de su hermano mellizo. Silenciosa y con sus oídos atentos a las palabras de los adultos. Su largo cabello rubio se meneaba suavemente con la brisa, desplegando ese aroma a rosas tan característico de ella.

Sin duda alguna su lugar favorito era aquel, allí alejado de todos los miembros de la manada que sin duda alguna preferían el bosque. Se encontraba sentada sobre una roca en la punta de una de las tantas colinas, observando el horizonte con sus celestes ojos mientras que su mente divagaba, como en la mayoria de las veces, en los recuerdos nítidos de su pasado. Su pelo, rubio y ondulado, se encontraba atado en una perfecta y hermosa trenza que le impedía jugar a la par del viento frio que le daba de frente en su rostro inexpresivo.

La otra mujer ya estaba en ese lugar mucho antes de que pudiera ver quien se encontraba sentada en la roca. Estaba demasiado distraída con sus propios pensamientos, pensando en qué sabe qué o mejor dicho, quien sabe quien, tarareando alegremente mientras soñaba despierta con una pequeña sonrisa en la cara. 
Sin embargo quien la conociera y observara atentamente sabía que no estaba perdiendo tiempo, todo lo contrario, a la par de su fantasía, caminaba de aquí para allá descalza, tomando hierbas, recogiendo frutos e inspeccionando raíces, todo para emplearlo en su cargo, no por nada era la curandera líder.
Después de un rato, cuando se hubo acercado lo suficiente a la otra chica como para notar su presencia, al fin alzó la mirada, sus ojos azul oscuro, iguales a los de su madre, brillaban con tanta calma y alegría a su vez que era imposible no quedar fascinado.
-Hola, Ariana-Le dijo a su compañera ensanchando su sonrisa, sin dejar su labor.

No había ido ahí solo a meditar, por supuesto que no. Ariana había estado desde entrada la madrugada despierta caminando por alguna que otra zona de la manada recogiendo, como Juno lo estaba haciendo en ese momento, hierbas medicinales, frutos y raíces que le sirvieran en un futuro y en ese momento para sanar a los enfermos,  como también agua de río arriba allí donde nadie antes se había aventurados.
No se había dado cuenta que estaba acompañada hasta que le sacaron de su pequeño trance. Fue entonces cuando corrió su clara mirada y la poso en los azules ojos que la miraban atenta, al principio no reaccionó, parecía aun estar inmersa en sus pensamientos, pero cuando se dio cuenta de quien se trataba esbozó una gran sonrisa y casi saltó al encuentro dandole un gran abrazo a una de las pocas personas, por no decir dos o tres, con quien tenía gran confianza y afecto.
- ¡Juno! - canturreó su nombre y la dejó de abrazar para dar unos pasos atrás.

Sin duda el abrazo tomó desprevenida a Juno, quien, con la acción de la chica, soltó todo lo que había recogido de las manos, y simplemente se concentró en devolverle el gesto a Ariana, lanzando una pequeña risita.
Si bien compartían en cierto modo el mismo rango, ambas mujeres rara vez coincidían, cada una concentrada en diferentes tareas.
-¿Cómo has estado?-Le preguntó sin separarse. Ella había sido lo más parecido a una hermana que hubiera tenido nunca, y una de las personas más cercanas a ella, junto con sus hermanos. Suspiró, hacía bastante no los veía. A James quizá algunas veces, sin embargo hacía mucho que Matt se había ido de los lugares, únicamente regresando por poco tiempo y para una misión, no de visita. Pensaba varias veces en ellos.

Tal vez por su mente cruzo una respuesta hacia aquella pregunta, pero sus labios fueron mucho mas rápidos contestando todo lo contrario.
- Bien, a decir verdad poco ocupada no hay gran demanda en estos días. Los miembros de la manada ya rara vez se riñen en combates para conseguir un puesto, tampoco practican tanto como antes. Aún así siempre trato de salir la mayoría de las veces en busca de objetos medicinales o para mejorar algún que otro poder. - sonrió de costado - ¿y tu como haz estado? - pregunto.

Una tercera invitada del monte hizo acto de presencia, otra joven mujer que a paso lento se unía a la escena. Su cabello rojo iba en una simple cola de caballo que bailaba en su espalda curva, con sus manos al frente, unidas para sostener una libreta pequeña, y una sonrisa fresca en todo sentido. Conocía a ambas chicas, aunque se notaba a leguas el gran cambio de Juno... y pensar que, aunque ahora casi de la misma edad, en algún momento fuera para ella apenas una jovencita. Saludó con una mano rápidamente para devolverla a la libreta.

Al parecer la muchacha se dio cuenta de la tercera presencia en el lugar y la conocía bastante bien a decir verdad. Sus claros ojos se desviaron por unos segundos de los de Juno y se posaron en la tercera figura femenina que pasaba cerca de allí, le sonrió abiertamente mostrando unos blancos dientes, saludándola desde la distancia, más con sus ojos le pedía que se quedase allí pues tenía que hablar con ella algo importante que, de alguna manera u otra, la incumbía a la Crisvector.

-Oh, ya sabes, con varios cambios en mi vida-Respondió la Vollmond con un poco de desgano, haciendo clara referencia a su separación con Fenrir, con quien había estado prácticamente toda su vida y la distancia emocional que tenía con su madre y hermanos.
Juno apenas sonrió cuando vio a la chica Crisvector. La saludó con un suave asentimiento de cabeza casi imperceptible. Si bien la conocía desde hacía mucho, su trato había sido más bien formal y educado. Miró de reojo a Ariana, sabiendo que se traía algo entre manos. Alzó la ceja y, sin decir nada más, esperó.

La joven Krev dejo de sonreír al escuchar aquello, sabia que algo le dolía a Juno y se sentía terrible por no poder ayudarla, sumándole el hecho de que seguramente lo que le iba a contar no iba a ser para mejor.
- Junto, esto...- carraspeo y miro hacia otro lado - voy a pedirle a Isis que borre mi mente. No te estoy pidiendo permiso ni nada por el estilo. Se que nos conocemos hace mucho pero... - su mirada vivió a clavarse en los intensos ojos de Juno- necesito olvidar como también te necesitare a mi lado como cuando lo estuviste desde el día que me asignaron curandera -

Mientras Isis avanzaba acercándose a ellas, escuchó a penas lo que estaban hablando. No le extrañaba... no del todo. Eran contadas las personas que alguna vez le pedían aquel favor, pero algo en Ariana le anunciaba que no faltaba mucho para convertirse en otra de aquellas pocas excepciones. Y lo entendía perfectamente.

Juno no dijo nada en al menos unos pocos minutos, estaba demasiado consternada. Después apenas pudo asentir, mientras volvía la mirada hacia el suelo, donde aún yacían las raíces que había arrojado anteriormente cuando abrazó a Ariana.
-¿Toda?-Preguntó al fin-¿No podrías... borrar algunos lapsos únicamente?
Se sintió abatida, y en ese momento deseó con toda su alma tener a alguien en quien cobijarse, alguno de sus hermanos, inclusive Matt, a quien había tanto no veía pero siempre había sido tan protector con ella le vendría bien.

Ariana pestaño un par de veces para no llorar a su vez que caraspeaba por lo bajo. Ver a Junto en esas circunstancias la verdad no le gustaba ¿pero qué podía hacer? Había sufrido toda su vida en la manada por los recuerdos de la infancia, se culpaba hasta ese día por la muerte de su madre e incluso era sabido ya las reiteradas veces que intento dejar de existir pero entonces aparecía Juno onincluso Isis para, por así decirlo, salvarla. Suspiro intentando soltar la tristeza que le oprimía el pecho.
- Necesito hacerlo, como también necesitare que estés allí para que me hagas acordar de todo menos de mi pasado... De como llegue aquí y de todo cuanto sepas de lo que me atormenta. - miro de reojo a Isis que se estaba acercando, el momento estaba por llegar. Trago saliva y volvió la mirada a Junto - eres como la hermana que nunca tuve Junto - le sonrió - por favor te necesitare -