BOSQUE BLANCO

Alexander sólo pudo reír. Simplemente le parecía gracioso actuar como un niño, sin importarle lo que otros pudieran pensar de él ni la clase de odio o agrado que le tuvieran.
Sintió una nueva presencia que se acercaba a paso lento, y lo reconoció de inmediato.
Se apresuró a encontrarse con su hermano pequeño y abrazarlo con fuerza, aunque lo veía casi todo el tiempo, le gusta llenarlo de cariño, a veces simplemente para molestarlo.

Entre tanta risa y carcajadas, Kyrara se paró, silenciando de manera casi automática al sentir la presencia llegar-¡Cliff!-Murmuró casi gritando al reconocer esa inconfundible aura. Volteó y como pudo corrió entre la espesa nieve, llegando al niño, abrazandolo a la par de Alexander. Callada, pero sonriente.

El joven de cabellos azules miró extrañado a su hermana ante su repentina pausa, para luego seguir la dirección hacia donde apuntaba su mirada. No conocía al recién llegado y, desorientado, se quedó inmóvil y expectante durante unos segundos. Después, empezó a retroceder unos pasos lenta y disimuladamente aprovechando la distracción del personal.

-Mamá... - Apenas susurró el menor. Después de tanto tiempo sin verla, estar ahí con ella se volvía casi confuso. Entre nervios, ansiedad y felicidad, no sabía como actuar o hablar. Se limitó a abrazarla y pegarse a ella lo mejor posible.
Alexander retrocedió para darles espacio a ambos en su reencuentro, y se fijo en el otro presente a unos metros de ellos.
-Creo que se quiere ir otra vez... - Anunció.

-¿Cómo está mi niño?-Preguntó al oído de Cliff justo antes de escuchar a Alexander. Kyrara sonrió, besó la frente de su hijo y acarició una de sus mejillas clavando sus ojos en los de él, para finalmente, aun abrazada, mirar a Lírian.-Y tu, ¿dónde vas?-Exclamó con un tono alto, riendo a medias-Dile hola a tu sobrino-Le exigió a Lírian.

El menor rodeó con sus dedos las muñecas de Kyrara, y apartó su mirada un poco para ver a quien tanto su hermano como su madre se dirigían. Pronto se encontró con él y, disuelta su curiosidad, regresó a ella.
-¿Cómo has estado tú? - preguntó olvidándose de que aún no respondía él mismo.
Pero pronto algo le llamó la atención... vio el cielo iluminarse en una cadenciosa serie de rayos, y el menor logró entender el comunicado.
-Tengo que... - Y no terminó su frase cuando hubo desaparecido, deslizando su ser entre las sombras del lugar y sin dejar rastro alguno de que hubiera estado ahí.