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Mensaje por Tim Burton Mar 19 Jul - 22:49

Esos ojos… cuán bellos son, no pierden su toque divino a pesar de lo tristes que lucen ahí clavados en el suelo.
La historia que su madre le ha contado no cabe en la lógica. No hay espacio en su mente para comprender lo que ha ocurrido todo este tiempo. Pero ahí está… en carne y hueso contándole a Isis cómo se perdió aquella noche de sangre y gritos de horror. Dándole detalles de cómo ha hecho para no perderse lo más importante en la vida de sus tres hijos desde las sombras. La Ónix… la bruja más temida en la historia… la Reina de los Crisvector cuando estos desaparecieron… La madre de Alexander, de Isis y de Cliff.
Syndra intenta sonreír con un deje de vergüenza o quizá arrepentimiento. Sus ojos violetas y su perfecta nariz no hacen más que revelar de dónde ha heredado la joven tanta belleza. Su cabellos, alborotado y voluminoso, le dan un aire de perfección a la bruja que avanza hacia su hija.
La luz que apenas entra a la cueva es suficiente para que Isis vea que Syndra no cuenta con la mejor salud posible. Alza la mirada, entendiendo que ya habrá tiempo para digerir cada una de las palabras, hasta cierto punto preciosas, que ha dicho su madre. Puede ver su sonrisa apenada, pero en sus ojos no encuentra más que felicidad y orgullo, y muy dentro de su mente se pregunta por qué.
-Madre… - Suelta junto a una lágrima que acaricia su mejilla. Y entonces hace lo que desde hace casi dos horas, cuando comenzó a escuchar la historia de su madre, ha estado deseando. Con un paso alargado y el corazón revoloteando en su interior, Isis rodea a su madre y ambas se aferran a la otra con una fuerza inhumana.
Los minutos pasan y el lazo que une a una madre con su hijo parece materializarse para dejarlas así, atadas entre sus brazos y recuerdos vagos que hacen llover en sus rostros. No notan pasar el tiempo. No notan el sollozo de la otra e incluso la Ónix casi olvida que falta algo por hacer.
-Isis… cariño. – Le susurra como a una niña pequeña inconsolable. Se separa con cuidado de ella y nota en la fuerza de la pelirroja que ésta no planea soltarla en un rato más, pero para Syndra el tiempo se agota. La mira a los ojos y esta vez puede sonreír con total libertad. El orgullo se nota en su rostro, la alegría de verla no cabe ya en su cuerpo. – Quiero… quiero decirte que tú y tus hermanos me han hecho la madre más feliz en la historia…
-Mamá… no... – dice con la voz ahogada por el enorme nudo que aun araña su garganta.
-Escúchame… Quiero que le digas a Lex...
-¡Madre! ¡No! No dejaré que te alejes de nuevo…
-Isis… - Se acerca despacio. Su sonrisa sigue vigente y real, pero las lágrimas invaden su perfecto rostro. La madre crea en la cueva un cuadro digno de cualquier muro lujoso cuando se olvida de ella misma y limpia las lágrimas de su hija con una delicadeza indecible. –Quiero que le digas… que se convirtió en el hombre encantador que tu padre y yo esperábamos… y que tiene mi bendición con Elena… - Isis enarca las cejas mientras el nudo aprieta más fuerte. – Es encantadora, y sé que hará de él alguien que supere las expectativas de cualquiera que lo haya conocido…  Y a Cliff… mi bebé…
-Tienes que ir con él… Tiene que conocerte… - casi grita encontrando el pretexto para que no se dé por vencida. Pero la sonrisa en su madre le indica que ya lo tiene cubierto.
-Él me conoce, Isis… pero aun no directamente. – La suavidad del tono y la tranquilidad de sus palabras afectan a Isis de maneras distintas, a tal grado que no sabe si relajarse junto a ellas, o perder los estribos al no poder hacer nada al respecto.
La pelirroja la mira pensativa, en un inicio sin idea de lo que está hablando… pero casi tan rápido como llega su pensamiento, suelta el nombre.
-Shukaku…
Su madre asiente con astucia.
-He hablado con él algunas veces… Cuando yo parta… él le dará a Cliff todas mis memorias y mis mensajes… será como si nos hubiéramos conocido todo este tiempo… - dice mientras suelta una risa tan pequeña y melancólica, que el corazón de Isis se parte en mil pedazos. – Quiero que los tres sepan que los amo, mi niña.
Isis la toma fuerte de las manos y las aprieta contra ella mientras fuerza su propia mandíbula para no soltar el llanto que a estas alturas ya la ahoga en dolor.
-Y como tu madre… - Le dice Syndra con un tono más alegre. – Te aconsejo que dejes que tu amor por el Sombra crezca sin impedimentos…
Isis alza la mirada de golpe y observa en Syndra la más agradable y más gozosamente optimista sonrisa. La pelirroja está apunto de decir algo, pero Syndra la detiene con su propia voz.
-Durza Baranguer es un buen hombre contigo y tu familia, hija… y su amor puro y real. No deseches lo que sientes por él sólo por el miedo de lo que pueda pasar…. Anhela el amor, Isis… Haz de él tu más grande anhelo, tu única ambición. Si no hay un hombre, habrá otros hombres. Si no hay un libro, habrá otros libros. Si no hay una gloria, habrá otras gloras… Pero si no hay amor, hija mía… - Liberando una de sus manos Syndra desliza sus dedos en la frente de Isis para acomodar su cabello. – No queda más que la sal de las lágrimas…
La menor observa a su madre con el dolor en su pecho bastante más aliviado, pero mucho más arremolinado. En su mente corren las imágenes que alguna vez le mostrara Hannibal Lecter, y entiende, quizá por primera vez en todas las ocasiones en las que la han intentado convencer, que ella es para Durza… y que Durza es para ella. Sus manos tiemblan, y Syndra intenta relajarla con un amable gesto y el soplido de una risa. La mira como si fuera una niña que no entiende lo que es el amor… y quizá así sea. Planea decirle más… desea decirle más, pero tiene perfectamente entendido que su magia, por más poderosa que sea, no puede vencer al tiempo. Con el brillo de su mente, Syndra parece tenerlo todo medido, y sabe que es momento de hablar claro.
-Isis… hay algo más que tengo que decirte… Yo… lamento mucho lo que te he hecho… - Sin dar oportunidad a que Isis conteste, Syndra coloca su mano delgada y suave en el vientre de su hija. – Lo que le he hecho a todos los Crisvector….
-Madre… no. No tienes que disculparte. Tus razones son perfectamente comprensibles… - Entre las muchas explicaciones de Syndra, le había contado que el amor a su esposo y el miedo a lo que estaba por pasarle, la obligaron a actuar de manera rápida, maldiciendo a su Clan entero. Pero el sentimiento y el dolor con lo que se lo contaba, convencieron a Isis completo de que eran razones válidas, y que cualquier buena esposa habría hecho lo mismo en su lugar. Pero ahora Syndra no necesita escuchar de boca de todos que la perdonan… o quizá sea que no tiene tiempo. Sonriendo de forma débil y aun con su mano en el vientre de su hija, asiente con la cabeza.
-Mi magia… en un momento me hubiera permitido darles todo lo que quisieran… y en verdad lamento que ahora no sea así… Pero por ahora, mi niña, puedo darles la alegría que yo misma tengo por tres… - le sonríe. Isis queda atónita con cada palabra… ¿Será posible… o real lo que está diciendo su madre? – Yo los libero… Isis… con las fuerzas que me quedan bloqueo de sus cuerpos la maldición que encadena sus vientres… - La cueva ha comenzado a temblar. La luz blanca que entrara hace un momento se ha vuelto tan violeta como los ojos de la Bruja Ónix. Isis mira a todos lados, observa como de Syndra la energía sale expulsada y hace elevarse las rocas a su alrededor y la cueva se abre partiendo su techo, pero las rocas no caen sobre ellas, se suspenden y se alejan del lugar. Mira a los ojos de su madre, entrecerrados y esforzándose al máximo por continuar. Intenta sostenerla por los brazos, pero Syndra niega con la cabeza. – Cuando su primer hijo nazca a salvo… - La mira a los ojos. – Ustedes mismas serán libradas de mi maldición… por siempre. – Concluye. Y apenas pasa un segundo de su última palabra cuando el cielo se calma y la cueva vuelve a su sueño. Syndra está a punto de caer al suelo cuando Isis la sujeta y se abraza a ella casi estando en el suelo.
-Madre…
-Tranquila, Isis… es sólo que… - dice entre pausas cortas. – Mi magia se acaba… ya no… ya no puedo hacer más. – Mientras en el rostro de Syndra se va formando una sonrisa victoriosa, en el de Isis se va formando la angustia y el dolor. Las lágrimas salen de nuevo, pero Syndra no tarda esta vez en limpiarlos.
-Puedo ayudarte… hay que salir de aquí…
-No… Isis. Hice lo que tenía que hacer…
Isis la mira a los ojos. Las lágrimas quieren volver a salir, pero a pesar de todo entiende que Syndra no puede más. Por una razón la llevó ahí. Por una razón decidió volverse a encontrar una última vez en lugar de seguir mirándola desde las sombras. Su madre no aguanta más, y por el amor que le tiene a ella y a su gente, ha decidido ahorrar una gota más de su magia para darle a ella y a su familia algo que anhelar… y una cosa más por la cual vivir.
-Mamá… gracias.

Te amo.

Syndra sonríe por última vez con las palaras de su hija. Quiere poder decirle que ella también la ama… a ella y a sus hijos, pero ya lo ha dejado en claro, y mientras Isis siga percibiendo lo que Syndra siente por los tres, no hay nada más qué decirle, y prefiere usar las fuerzas casi nulas que le quedan para bezar las manos de su hija.
La luz que da en el rostro de Syndra, es cubierta por la sombra de una figura que, a espaldas de Isis, hace ruido con sus alas. La pelirroja se gira para encontrarse con un buitre de plumaje violeta que la mira directamente a los ojos. Y antes de voltearse para ver de nuevo a su madre, en sus brazos ya no hay sólo una figura, sino una docena de cuervos púrpuras que revolotean con elegancia y majestuosidad fuera de la cueva hasta perderse de la vista de Isis. Mira sus brazos vacíos y siente el frío de la soledad en ellos. Se queda sentada en el suelo unos minutos más, mientras se da cuenta de que en la cueva ya sólo queda ella… pero en su memoria y en su corazón se ha unido algo más que un hermoso recuerdo.
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