Gran Lago

- Soy peor que todos ellos juntos, niña... -contestó con arrogancia, caminando en la dirección opuesta a ella, callado, silencioso, con aquella mirada verde y a la vez aplastantemente oscura clavada en cada paso que daba la chica. Apenas avanzó unos pasos detrás de su espalda cuando el chico extendió la pierna imperceptiblemente para que una serpiente pequeña y venenosa saliera de su pantalón para dirigirse hacia Amy con obvias intenciones. Quizás hubiera quebrado su paciencia, quizás se encontrara demasiado aburrido para seguir adelante.
El caso es que la serpiente se desvaneció en pleno aire por orden de una nueva presencia, imponente y calmada ante todo.
El líder del clan Évone se presentó en el lugar con un ligero aroma a chocolate, aquel que le volvía loco y tenía guardado en el bolsillo.
- Peleas aquí no, por favor... -murmuró mirando a Sony con sus ojos castaños.
El chico chasqueó la lengua al verse privado de su diversión y continuó su camino.

Sharp observó marchar a Sony con actitud tranquila. Sus poderes le permitían tratar con cualquier individuo por difícil carácter que tuviese, y quizás por eso era de interés para la alfa. Se giró para mirar a Amy y sonrió de manera agradable, postiza, pero agradable.
- Bienvenida a Luna Azul, Amy. Siento que te veas involucrada con ciertos individuos problemáticos, pero la gente de esta manada suele ser poderosa y altanera. Hay que saber tratarlos.

-Ni que lo digas- murmuro entonces la joven como un pensamiento sin intenciones de decirlo en voz alta.
En esos momentos miraba hacia otro lado algo seria y ¿enojada? podía ser, no se. Más después de unos minutos, cuando cayo en la cuenta de que el hombre había dicho su nombre, volvio sus oscuros ojos color verde a Sharp algo sorprendida.

-¿Como es que sabes mi nombre?-indago interesada.

- Debería ser obligatorio conocer a todos los miembros de una manada, ¿no crees? -murmuro, repitiendo las palabras de Sony. ¿Casualidad?-. De hecho, suelo informarme sobre todos los nuevos que llegan, por si acaso tengo algo que informar a Kyrara -explicó.

Sharp se encogió de hombros y sacó de su bolsillo una barrita de chocolate, mordiéndola con un crujido.
- Puede ser.

- Sí que sé qué poder tengo aquí, querida, pero no es de mi agrado ni de mi beneficio publicarlo -dio un nuevo mordisco al chocolate, escuchándola-. Nada menos que cuarenta oficiales. En cuanto a desaparecidos, no me incumbe a mí perseguirlos para averiguarlo. Luna Azul es una manada libre, y sus miembros están aquí porque así lo quieren. Tienen libertad para irse durante algún tiempo y volver cuando quieran, siempre que hayan sido aceptados en un principio, y a mi no debe importarme qué es lo que hacen fuera de los territorios.

Sharp la miró con atención y finalizó alzando las cejas.
- ¿Todos? ¿Pretendes que te diga los cuarenta? ¿No sería más fácil decirme a quien buscas? -preguntó, suponiendo que eso era lo que la ocurría.
Se acabó la barrita de chocolate sin darse cuenta.

Sharp se quedó pensativo un momento, acabando por decir:
- No. Actualmente no hay ningun miembro registrado con esas iniciales, aunque si crees que esta relacionado con Luna Azul debe ser porque estuvo por aqui en algun momento... -se miro las uñas con pereza.

Sharp se limitó a mirarla con actitud tranquila, observadora, mientras rebuscaba en sus bolsillos algo más de chocolate que no encontró.
- Puedo avisarte si aparece por aquí alguien con las iniciales de C y V -dijo simplemente.

- Algo? -alzó las cejas-. Hay mucho que debes saber sobre ella, pero la única manera de aprenderlo es conviviendo con ella. Tiene sus propias reglas, torneos, miembros especiales e infinidad de cosas. Deberías darte un paseo por sus territorios.
Sharp transformó su cuerpo en el de un lobo castaño escuro, no muy grande pero sí esbelto. Un corte profundo surcaba su labio superior.
Se dispuso a darse la vuelta para marcharse.

La llegada de ambos seres estalló en tensión en el aire, haciéndolo cada vez más frío y pesado a medida que la líder y su cachorro se acercaban. Kyrara caminaba en su forma cánida, mientras Sathiel la acompañaba a paso humano, sujetado de una mano del denso pelaje azabache de su progenitora, y con la otra cargando a Dánkana, su pequeña gata. No esperaron demasiado para acercarse al lago, siendo la mayor quien bebiera primero. Las dos patas delanteras entraron en el agua, aunque como era de esperarse no se mojaron: una fina pero impenetrable capa de aura lograba evaporarla antes que tocara a la loba, vieja y duradera costumbre de su parte. Tranquila llenó su estómago de aquel claro líquido, dejándole lugar a Sathiel, quien simplemente negó con su cabeza.

Todo estaba calmo, no había nada fuera de lo usual. Tan solo se podía sentir aquella presión y tensión que ambos seres desprendida. Tan solo faltaba la cereza del pastel, el broche de oro que hiciera que en aquel lugar ningún ser, con cerebro y sentido de la lógica, pisara. Al principio nada se pudo percibir, seguía todo igual y normal hasta que aquella diminuta pero detonante característica estalló en el lugar... aquel olor a muerto empezó a expandirse en el lugar, todo aquel que inhalaba tan solo sentía aquel putrefacto y asqueroso olor a carroña, a carne en descomposición. Pronto este olor se acumulo en un lugar y allí desapareció, más desde las mismas sombras se hizo visible un joven muchacho de azabache cabellera y electrizantes ojos azules que no sobrepasaba los dieciocho o diecinueve años de edad. El joven nigromante avanzo con tranquilidad hacia donde se encontraba la azabache loba y su hijo.

Sathiel no mostró reacción, lo recordaba y bastante bien. Pues con tan solo hablar unos pocos cinco minutos con él podría decirse que lo conocía. Fue Kyrara quien agachó las orejas en signo de calma, ajena al mal olor pues carecía de buen olfato. La líder agachó casi imperceptiblemente la cabeza saludando, elevando su mentón a la espera de palabras por el joven nigromante.

El tiempo que transcurrio en aquel momento fue de un minuto. En todo ese momento el Nigromante camino hasta estar a tan solo unos diez pasos de la azabache. Sonrió de lado viendo al pequeño antes de dirigir su atrayente mirada a la loba, inclinando la cabeza en forma de saludo.
-Kyrara...-mencionó entonces al momento que alzó la cabeza-... Sathiel- termino de saludar. Volvió sus ojos a la Alfa- ¿Dando un paseo?- inquirió el joven con su habitual tono bajo,despreocupado y monótono, aunque también respetuoso.

-Así es-Exclamó ella, asintiendo con aquella voz tan suya, tan hermosa y filosa a la vez. Pasó a su forma humana, dejando ver su silueta digna de admiración y deleite, dejando que su rojo cabello jugara con el viento.-¿Nos acompañas?-Invitó con una sonrisa entre labios.

El joven centinela, en aquellos momentos, accedió a tan grata invitación pasando a flanquear un costado de la Alfa. Miró al niño antes de comenzar a caminar a la par de ellos.

-¿Cómo va todo por los territorios? ¿Alguna novedad?-miró a Kyrara- Claro, si es que se puede saber- aclaró antes de que la joven madre contestara.

La mujer entre sonrió-Se acerca el final del Kinra Maiden, por ende es normal ver a varios extraños por los límites. Algo que los centinelas saben controlar-Exclamó mientras clavaba sus ojos en el horizonte, rodeando el lago a paso elegante. Sathiel, por otro lado caminaba en silencio, sosteniendo en brazos a la pequeña gata de ojos verdes.