Cadena de Montañas

-Si quieres quedarte planea encontrar nuevas juntas, cazadora-Exclamó Kyrara aceptándola sorpresivamente rápido, quizás no veía mala intención alguna. Giró a Thresh y luego dio la espalda a las demás, comenzando a caminar y a la vez desvaneciéndose en humos azabaches.
-Dime con quien andas y te diré quien eres-Susurró el lobo de ojos verdes a Shika, imitando luego a Kyrara, desapareciendo. Lógicamente se referían a Abyzou, una de las miembros más poderosas y mal vistas dentro de Luna Azul.

Shika estaba euforica, ya ni tenia que seguir buscando una manada por todo el mundo. Pero las palabras de los dos lobos le habia dejado un mal sabor de boca; sabia a quien se referian como mala compañia.
Se gira hacia Abyzou, al principio le habia dado una mala impresion destrozando su caza pero ahora mismo, le debia una buena por haberla guiado. Sabia que si la alfa sentia recelo hacia alguien sera por alguna razon y seguramente seria buena idea alejarse de la loba, por su propio bien en la manada. Aun asi, le debia un favor y hasta que no lo cumpliese, no se sentiria del todo bien.

-¿Y ahora que quieres hacer?-Exclamó la loba de ojos verdes, agitando su cola cual cachorra aburrida-¿Quieres conocer a los demás, explorar?-Proponía ideas con una inocencia totalmente creíble, natural.

Se extraño, la actitud de la loba habia cambiado drasticamente, antes era mas fria y ahora la incitaba a dar una vuelta por el territorio para conocer a los demas miembros:
-Estaria muy bien -dice con una sonrisa- Asi no sere ninguna extraña y podremos irnos de estas montañas perdidas - despues de la carrera que habian hecho montaña abajo con el cuerpo muerto del animal, le habia hecho entrar en calor pero poco a poco empezaba a templarse y ademas preferia la seguridad de los bosques- Por cierto, todavia no me has dicho tu nombre. No se como llamarte.

-Abyzou, Dahlia, como gustes-Dijo al instante, pisando con su voz las palabras de Shika.-¿Qué quieres hacer?-Preguntó insistiendo, quitando toda importancia de su pregunta anterior.

Asiente levemente con la cabeza y luego mira hacia el valle; no conocia muy bien el terreno asi que cualquier lugar le pareceria bien. Aun asi, con su olfato, intenta captar algun aroma que le resultase llamativo:
-Creo que estaria bien dejar el ciervo en algun sitio -lo mira de reojo, al estar en una zona fria no se habia acercado ningun insecto pero en cuanto bajasen, tendrian que darse prisa. Se acerca al cadaver y como antes, coge una de las patas con un mordisco.

-Me parece bien-Exclamó tomándolo por la nuca y comenzando a trotar nuevamente-Estaría bien en la cueva de jóvenes y cachorros ¿no crees?-Indagó a regañadientes.

La sigo al mismo ritmo, esta vez era mucho mas lento y tranquilo, lo suficiente como para que me pueda fijar en el paisaje invernal de las montañas. Por mi boca seguia saliendo el tipico vaho, que luego entraba en contacto con mi hocico; resultaba bastante agradable:
-Si, seguramente tengan hambre -digo con sin mover la mandibula para que no se escapase de mi mordedura el animal- Como antes, tu guias. -la verdad resultaba algo extraño que dejase mi camino a manos de una loba que hacia poco que la conocia y los demas miembros que por ahora habia conocido desconfian de ella.

Una loba de cabellos azabaches llegó al lugar con pasos tranquilos y elegantes. Por su distintiva y exquisita forma de moverse era fácil deducir que se trataba de una forastera. Sus oscuros ojos azules delataban a la Jëylls, mas estos no tardaron en volverse claros y cristalinos como el agua cuando el primer rayo de sol rozó su rostro, siendo así celestes grisáceos. Al fin había escapado de la espesura del bosque, así que no tardó en alzar una brisa que la rodeó y la devolvió a su forma humana, dejando que la luz bañara su pálido rostro. Sus largos y oscuros cabellos cayeron hasta su cadera, y en sus labios carnosos se dibujó una discreta sonrisa. Vestía con un sencillo y medieval vestido azul como la noche y una larga capa negra con capucha que utilizó para cubrir parcialmente su rostro.
Nunca había estado allí, ni siquiera tenía muy claro hacia dónde se dirigía, por lo que ascendió por la montaña -le llevó unos angustiosos y prolongados minutos- y oteó el horizonte, dirigiendo una mirada inquisitiva y orgullosa por su logro, pues bien habría podido conjurar un portal para llegar fácilmente hasta allí, pero no lo hizo. Y no solo hablaba de aquella montaña, sino de algo mucho más grande: Luna Azul.